jueves, 21 de enero de 2010

METAMORFOSIS. Capítulo 13: Invitados.

Lo prometido es deuda. Perdón por el retraso esta vez y muchas gracias a todos, sois los mejores ;) Ya sabéis, de LivesAmongTheSars y mucho mejor en inglés, si os animáis, METAMORPHOSIS.
Es un capítulo bonito.



13. Invitados

Una oleada de energía nerviosa crepita en la habitación cuando se asimila lo que implican mis palabras.

Bella se muerde el labio y yo acaricio con las yemas de los dedos la curva de su rostro, sugiriendo, “Lleva a Renesmee de vuelta al comedor, mi amor. Os llamaré cuando llegue el momento.”

Ella se pone en movimiento de inmediato, lanzándose hacia Carmen y extendiendo los brazos hacia nuestra hija al mismo tiempo que Renesmee levanta sus bracitos, con los enormes ojos muy abiertos y llenos de preocupación. Jacob las sigue y, mientras desaparecen tras la esquina, otro coche aparca en el césped junto al de Tanya.

Espero junto a la puerta, escuchando los pensamientos casi sincrónicos de Peter y Charlotte, y siendo vagamente consciente de cómo la familia de Denali se mueve para adoptar posturas más relajadas a lo largo de la amplia habitación, con la esperanza de que nuestros invitados se sientan a gusto.

Abro la puerta en cuanto se escuchan sus pasos en el porche y saludo cortésmente al camarada de Jasper y a su pareja. “Peter. Charlotte,” invitándoles a entrar con un gesto sin palabras.

Peter, con los distinguidos modales de otra época, permite que Charlotte pase delante de él a través de la puerta. La diminuta vampira, examina el espacio a su alrededor con una rápida mirada de color burdeos, su cabello rubio platino casi tan resplandeciente como su piel al pasar bajo los rayos de sol.

Su pareja, rubio como ella pero alzándose con una altura similar a la de Jasper, mantiene su mirada clavada en la mía mientras cierro la puerta y me vuelvo hacia ellos, murmurando, “Gracias por venir.”

“Nos ha enviado Alice,” dice sin más preámbulo, “como estoy seguro de que sabréis. Ella no dijo de qué se trataba – sólo que teníamos que venir.” Su atención vuela brevemente hacia los demás que están en la habitación, advirtiendo el extraño aroma que impregna el aire y la inconfundible cadencia de los latidos de un corazón.

“Te dijo hacia dónde se dirigían ella y Jasper?” pregunto, tratando de no aferrarme a la esperanza.

Peter niega con la cabeza una vez. “No, no dijo nada en absoluto.” Frunce el ceño cuando añade, “Tampoco mencionó que volveríamos a verlos en el futuro.”

Un breve silencio sigue a su afirmación – y entonces, capto el hilo de una observación en la mente de Charlotte que me fascina. Parece diferente, este…Edward – sí, ése es su nombre, reflexiona, estudiando mi rostro. La última vez que vinimos de visita, él estuvo increíblemente grosero y taciturno, ahora está más…centrado. Algo ha cambiado en él.

La última visita de Peter y Charlotte ocurrió menos de dos meses después de que Bella llegara a Forks. Yo aún luchaba contra el instinto de depredador, para no saciar mi sed con su atrayente sangre, al mismo tiempo que me esforzaba por protegerla, deseando declararme y entregarle mi amor y buscando formas de evitar el futuro que narraban a diario las visiones de Alice, sobre Bella uniéndose a mí para el resto de la eternidad.

Naturalmente, no fui muy cortés.

La pequeña vampira rubia da un paso hacia delante, apretando las manos. “No quiero parecer maleducada,” comenta con un ligero acento sureño “pero podríais por favor explicarnos por qué nos envió Alice aquí?” Ella plantea la pregunta muy suavemente pero, por la mirada que comparte con Peter y los pensamientos de ambos, sé que sus sospechas son cada vez mayores – en particular, sobre por qué tenemos más visitas de lo que puede considerarse normal, incluso para un aquelarre excéntrico como el nuestro.

Procedo con cautela, repitiendo la introducción que he utilizado con Tanya y los demás – sin el pequeño ejercicio que había ideado e incluía el sonido húmedo y palpitante de un corazón y el aroma de la sangre única de Renesmee. Existe una diferencia, después de todo, entre despertar la curiosidad e invitar al desastre.

La aversión de Peter y Charlotte hacia lo que Renesmee parece ser no es tan pronunciada como la reacción bastante violenta que había tenido la familia de Denali. Ni Peter ni su pareja habían visto nunca a un niño inmortal pero, por supuesto, conocían la norma impuesta. Después de explicar los orígenes de mi hija, la curiosidad espolea primero a Charlotte y después a Peter a experimentar el don de Renesmee…e, igual que los demás, la pareja acepta inmediatamente nuestra historia como la verdad.

Mientras Peter y yo – con Eleazar metiendo baza ocasionalmente – hablamos de lo que nos gustaría que ellos hicieran cuando llegasen los Volturi, Charlotte habla con Bella. Está profundamente interesada en la mujer que conquistó mi afecto siendo humana y, durante la conversación, llega a la conclusión de que la presencia de una pareja es el elemento nuevo que ha alterado irreversiblemente el rumbo de mi existencia.

No podría estar más de acuerdo con ella.

Hacia la mitad de la tarde, hemos añadido dos testigos más a nuestro grupo y me permito a mí mismo sentir una pequeña ración de optimismo. Aunque Peter se resiste a comprometerse a permanecer a nuestro lado si se hace necesario luchar, Tanya mantiene su determinación incondicional de hacer lo que sea necesario para preservar a nuestra familia y demostrar la lealtad de su aquelarre.

Hacia la puesta de sol, mientras estoy tratando de persuadir a Bella para que vaya a cazar con Kate y Tanya – se niega obstinadamente, afirmando que ella irá cuando lo haga yo – detecto el roce, suave como una pluma, de una mente fuerte y desconocida en los límites de mi conciencia.

Concentrándome, advierto que los pensamientos que emanan de esta nueva mente se están volviendo más nítidos porque se está acercando y, también, que el lenguaje que emplea – aunque inglés, predominantemente – está salpicado de palabras en gaélico y celta medieval.

“Edward?” oigo la voz de Bella desde muy lejos. “Qué pasa?” pregunta, preocupada.

“Invitados”

En un parpadeo, ella y Renesmee se retiran al comedor, preparándose para mi señal en el momento adecuado. Tanya permanece en la puerta trasera, Kate esperando fuera a unos cuantos metros, junto a los árboles y pregunta tensa, “Quién?”

“Lo que yo creo?” La miro y contesto con voz serena, “El amigo irlandés de Carlisle. Están haciendo más progresos de lo que yo pensaba,” añado, principalmente para mí mismo.

Quieres que nos quedemos? piensa Kate, poniéndose ya de puntillas hacia la casa.

“No,” les digo a ambas. “Necesitáis cazar. Por lo que Carlisle me ha dicho, Siobhan es una persona muy sensata y él siente un gran respeto hacia ella.” Por no mencionar que el miembro más reciente de su aquelarre tiene un singular talento que podría ayudarnos enormemente. Sonriendo apenas, tranquilizo a las hermanas, “Estaremos bien.”

Más lentamente de lo normal, Tanya vuela junto a Kate y juntas se dirigen al bosque, prometiendo estar de vuelta en dos horas. Cierro la puerta y doy la vuelta hacia la puerta principal tras haber decidido esperar a Siobhan y su aquelarre en el porche.

El trio emerge de los árboles, desnudos y retorcidos, en el extremo opuesto del claro sólo unos segundos después. Viéndome en las sombras bajo la tejavana, la mujer de mayor estatura se adelanta y los otros dos se orientan alrededor de ella, formando una punta de lanza mientras se acercan.

Me abstengo de hablar hasta que los tres se reúnen en el porche y entonces, extiendo la mano en señal de bienvenida, “Gracias por venir.”

Siobhan se queda en silencio por un momento, mirándome directamente a los ojos – literalmente. Su cabellera espesa de color cobrizo le llega por la cintura y, a pesar de estar enmarañado, con hojas y zarzas, despide un tenue brillo en la luz del atardecer. Sus facciones son todo curvas y pendientes, evocando el recuerdo de la antigua monarquía de su tierra natal – y su presencia física es hipnótica e imponente, como Morrigan, la “Reina Fantasma” de la mitología Celta.

Transcurren unos cuantos segundos y entonces los ojos color rubí de Siobhan se suavizan, sus labios delgados arqueándose en una sonrisa. Ella me coge la muñeca en lugar de la mano – un antíguo gesto de camaradería – y replica en una voz aterciopelada de contralto, “Así que tú eres Edward. Carlisle dijo que nos estarías esperando.” Después de que yo asienta con la cabeza, ella me suelta la mano y hace un gesto hacia el hombre que está a su izquierda. “Éste es Liam,” le presenta. Su rostro inexpresivo le hace parecer severo y apático, pero la intensidad de su aguda mirada atraviesa el aire gélido y su mente está alerta. Después, Siobhan señala a la mujer a su derecha. “Y Maggie.” Maggie es un duendecillo en comparación con Siobhan y Liam y y su apariencia es acorde al papel, con su expresión traviesa, los ojos grandes y brillantes y los rizos pelirrojos mientras levanta la vista hacia mí, apenas llegando a la altura del bíceps bien formado de Siobhan.

“Es un honor conoceros a todos,” les brindo sinceramente. “Por favor, entrad.”

Les hago pasar a la sala y Siobhan se pone cómoda enseguida, sentándose en el mullido sillón frente al sofá. Liam permanece a su lado – un centinela inmóvil. “Bien, Edward,” al decir mi nombre, percibo más su acento irlandés matizando cada sílaba. “De qué se trata todo esto?” Levanta las cejas muy levemente.

Me dirijo al sofá y tomo asiento en frente de ella y Maggie se sienta en el extremo opuesto, con su atenta mirada fija en mí. Supongo que empezará a utilizar su don conmigo, tan pronto como yo abra la boca. De hecho, cuento con ello.

Las palabras que hemos ensayado fluyen con facilidad a través de mis labios. No aparto la mirada de Siobhan, aunque la expresión de su rostro no revela nada de sus pensamientos – pero mi mente está en sintonía con la de Maggie, escuchando su voz interior mientras ella evalúa cada frase que digo para detectar la más mínima falsedad.

Cuando llamo a Bella, ella camina vacilante hasta sentarse a mi lado mientras Renesmee mira a nuestros invitados por encima de uno de sus diminutos hombros y Siobhan se pone rígida por un instante, justo antes de que sus ojos vuelen hacia Maggie. La pequeña pelirroja observa a mi hija con evidente fascinación, segura de la verdad de mi explicación de cómo Renesmee vino al mundo y la inminente visita de los Volturi.

Una vez he terminado, los miembros del aquelarre irlandés se vuelven unos hacia otros para una breve conferencia. Por la forma en que Siobhan y Liam miran expectantes a la joven vampira y el tono de sus pensamientos, está claro que el veredicto de Maggie será el factor decisivo sobre si nos concederán o no su apoyo.

“Lo que él dice es la verdad, Siobhan,” declara, con un acento más marcado en su voz alegre y musical. “Todas y cada una de las palabras son ciertas.”

Siobhan asiente con la cabeza brevemente. Volviéndose hacia mí, murmura con seguridad. “Nos quedaremos y serviremos de testigos para tu familia.”

“Gracias,” decimos a la vez Bella y yo en voz baja. Un instante después, Maggie se acerca a mi mujer sonriendo mientras le pide a Renesmee que le muestre su insólito talento.

La fina capa de esperanza que cubre las paredes de mi corazón sin vida crece con el número de testigos.

Esa noche y la siguiente transcurren sin incidentes. Al amanecer, sin embargo, la resistencia de mi esperanza es sometida a su primera prueba. Caminando tranquilamente con Bella hacia la casa – mi brazo rodeando su cintura, su cabeza descansando en mi hombro y Renesmee frotándose los ojos soñolienta con sus pequeños puños – me detengo bruscamente al llegar a la orilla del río. Los airados pensamientos que resuenan en mi mente azuzan al monstruo, sacándolo de su letargo, y entrecierro los ojos. Bella levanta la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. “Edward?”

Respiro profundamente, saboreando su exquisito aroma y su infalible habilidad para suavizar la ferocidad de mi temperamento, y después comento, “Han llegado unas cuantas visitas más, esta mañana muy temprano. Al parecer, uno de ellos está bastante…ofendido porque no estuviéramos allí para recibirlos.” Enarco una ceja, mis labios inclinándose a un lado en una sonrisa irónica.

Bella hace una mueca y dice entre dientes, con disgusto, “Tal vez deberíamos habernos quedado en la casa, anoche.” Por lo general decorosa, Bella había insistido en llevar a la cama a Renesmee después de que la pequeña bostezara tan sólo dos veces, con el argumente de que había habido muchas emociones últimamente y ella – a diferencia de nuestros invitados y sus padres vampiros – necesitaba dormir.

Por supuesto, enseguida descubrí por la forma en que se abalanzó sobre mí una vez ya en nuestra habitación, que la hora de dormir de Renesmee era la excusa que necesitaba para que pudiéramos escaparnos.

Y así, mi humor se eleva. Riéndome por lo bajo, atraigo a Bella con más fuerza hacia mí y la beso con suavidad en la frente. “No te preocupes, amor; lo aclararemos.” La familiar sensación eléctrica de su piel bajo mis labios despierta una avalancha de recuerdos cristalinos de esta noche y hundo la cara en la curva de su cuello.

Su respiración se vuelve entrecortada en respuesta, obligándome a concentrarme en mis palabras en lugar de los deseos que recorren mi cuerpo mientras le susurro al oído, “No me arrepiento de nada de esta noche y tú tampoco deberías. De hecho,” recorro la línea de su mandíbula desde la sien hasta la barbilla, una y otra vez, mi voz convertida en un murmullo ronco, “puedes encargarte de la hora de ir a dormir de ahora en adelante.”

Me inclino para posar suavemente los labios en su cuello y Bella deja escapar un suspiro, estremeciéndose, y arqueando el cuello instintivamente para permitirme un mejor acceso – que yo aprovecho plenamente al instante.

“Me estás volviendo loca,” se queja sin oponer resistencia. La mano que tiene libre se desliza por mi espalda y sus dedos se enredan en mi pelo.

“Lo siento,” digo contra su piel, sedosa y fragante, recorriendo el camino de vuelta bajo su mandíbula.

Sorprendiéndome, Bella gira de repente la cabeza, atrapando mi boca en la suya y todo lo demás desparece en el éter mientras el sabor de sus labios consume mis sentidos.

Demasiado pronto, ella se aparta – tan sólo para apoyar su frente en la mía, con una sonrisa torcida adornando su rostro perfecto. “No, no lo sientes,” responde triunfal. Con una risa sin aliento, se libera de mi abrazo y sale corriendo hacia el río, cruzándolo fácilmente de un salto con nuestra hija bien sujeta en sus brazos.

Aprieto los labios, sintiéndome más atraído que molesto por mi seductora esposa. Tendré que pensar una forma adecuada de tomar represalias esta noche. Sonriendo con traviesa anticipación, salgo corriendo tras ella, aterrizando a su lado en la otra orilla en menos de dos segundos.

Los nítidos sonidos de una discusión, llegan desde la casa que se eleva imponente sobre el bosque y Bella me lanza una mirada preocupada. “Quédate aquí fuera de momento, mi amor,” le digo en voz baja con la mirada fija en la puerta de atrás. “Enviaré a alguien a buscarte en un momento.” De reojo, la veo asentir y salgo disparado hacia la puerta sin decir nada, cruzándola mientras la diatriba verbal de nuestros invitados más recientes asalta mis oídos y mi mente.

“- he viajado a través de medio planeta porque Carlisle habló de un gran peligro para su familia y llevamos esperando seis horas!” La voz que grita es masculina, con un fuerte acento de Oriente Próximo así como el matiz imponente del que está acostumbrado a que le demuestren respeto de inmediato.

Debe ser Amun y su aquelarre de Egipto.

Jacob permanece en una esquina con expresión huraña. Sus ojos marrones se iluminan en cuanto me ve pero luego frunce el ceño, confundido al darse cuenta de que ni Bella ni Renesmee están conmigo. “Afuera,” pronuncio para que me lea los labios e, inmediatamente, él se desliza por la puerta que aún no ha terminado de cerrarse tras mi entrada.

Cuadrándome de hombros, camino hacia la espaciosa sala de estar e interrumpo el intento de Tanya de disolver la pelea anunciando mi presencia. “Mis disculpas por haberos hecho esperar,” les digo con voz confiada y serena. Busco con la mirada hasta encontrar el rostro más furibundo del cuarteto de vampiros de piel morena y me acerco a ellos. “Soy el hijo de Carlisle, Edward. Es un honor conocerte al fin, Amun – mi padre siempre ha hablado muy bien de ti.” Extiendo la mano, ofreciéndosela.

Él me contempla durante medio segundo, desconcertado, pero rápidamente la sorpresa se disipa en el desagrado. Ignorando mi mano tendida, Amun levanta la barbilla y critica duramente, “Estoy convencido de que Carlisle se sentiría avergonzado por tu falta de hospitalidad en su ausencia. Hemos estado esperando…”

“Y ahora estoy aquí para responder todas vuestras preguntas.” Le sostengo la mirada de brillantes ojos rubí que no parpadean, esforzándome todo el tiempo por modular mi voz en un tono tranquilo. Hay una diferencia entre tratar bien a tus invitados y ser reducido a la esclavitud. Quiero dejarle perfectamente claro a Amun que no va a intimidarme para que satisfaga todos sus caprichos.

Mientras el vampiro árabe continúa gritando incrédulo en su mente, el joven que le acompaña da un paso adelante y me da la mano con firmeza mientras sonríe. “Me llamo Benjamin,” dice, sus dientes muy blancos contra la piel de color caramelo pálido. A juzgar por la redondez juvenil de sus facciones, imagino que no era mucho mayor que yo cuando fue transformado.

Después, Benjamin hace un gesto hacia la joven de aspecto exótico que está a su izquierda, con ojos grandes y almendrados y una cascada de cabello oscuro. “Ésta es Tia, mi esposa.” Ella inclina la cabeza como saludo pero no hace ningún gesto de estrecharme la mano, según las costumbres de su cultura. “Por lo que dijo tu padre, entendemos que te has casado recientemente,” continúa Benjamin y yo parpadeo, sorprendido a pesar de mí mismo. “Recibe nuestra enhorabuena.”

“Basta de tonterías, Benjamin,” le suelta Amun. El vampiro joven le fulmina con la mirada pero se calla y retrocede unos cuantos pasos. Mirándome con dureza, Amun exige bruscamente, “Vas a decirnos por qué estamos aquí.”

Enseguida me viene a la mente una respuesta sarcástica pero la aparto y concentro mis energías en mantener una actitud cortés. En algún lugar recóndito de mi conciencia, advierto con retraso que la mujer que permanece como una estatua justo detrás del codo izquierdo de Amún no ha dicho una sola palabra o ni siquiera se ha movido un milímetro. Debe ser su mujer. Descubro su nombre – Kebi –en los pensamientos de él y lo guardo en la memoria pasando enseguida a transmitir nuestra historia una vez más.

El aquelarre egipcio responde como era de esperar cuando Bella trae a Renesmee a la sala, pero Benjamin vuelve a impresionarme cuando se dirige hacia la pequeña tan sólo segundos después de haber terminado mi explicación, interesado en su forma de compartir su historia.

“Extraordinario,” murmura varios minutos después. Mi hija tiene una sonrisa radiante, aunque detecto señales de incertidumbre en sus ojos marrones, y observa a Benjamin mientras extiende la mano en una orden muda hacia Tia.

Renesmee repite su historia a la esposa de Benjamin, convenciéndola por completo, como a todos los demás. Tia se yergue y centra su atención en Bella, ofreciéndole una sonrisa tímida pero auténtica. “Tu hija es muy hermosa,” comenta con dulzura.

Bella libera su labio inferior, que ha estado mordiendo desde el momento en que entró en la habitación y tartamudea, “Gr-gracias.”

“Ves?” Benjamin levanta las cejas hacia Amun. “Edward nos ha dicho la verdad. Esta niña no es una amenaza.”

Aprieto la mandíbula por la frustración ante los pensamientos de Amun justo antes de que él discrepe en voz alta, “Un truco. Todo esto no es más que un truco.” Apunta a Renesmee con un dedo acusador. Ella se encoge en los brazos de su madre y Bella le enseña los dientes. “Esa abominación te ha embrujado, Benjamin y yo me niego a dejar que me engañe también.” Se da la vuelta y se dirige hacia la puerta principal, afirmando, “Nos vamos. Ahora.”

“No.”

Amun se detiene de inmediato. Se gira sobre sus talones, su expresión airada e incrédula, “Qué?”

“No,” vuelve a decir Benjamin con voz dura. “Los Cullen han acudido a nosotros en busca de ayuda, Amun y yo pienso ayudarles. La niña no me ha hecho nada excepto abrirme los ojos a un nuevo mundo de posibilidades.” Entrecierra los ojos; capto un hilo de astuta coacción en sus pensamientos y apenas puedo contener una sonrisa. “Un aquelarre como éste,” comenta Benjamin suavemente, “no está unido por prejuicios o suposiciones intolerantes. Quizá alguien que esté buscando…mayor amplitud de miras, encajaría mejor en este aquelarre que en otros.” Se cruza de brazos, lanzándole una mirada llena de significado a su creador.

Astuto de por sí, no le lleva mucho tiempo a Amun diseccionar la afirmación velada de Benjamin. Asustado, abre mucho los ojos de intenso color escarlata pero sus palabras suenan llenas de enfado cuando pregunta, “Me estás amenazando?”

“En absoluto,” replica Benjamin sacudiendo la cabeza. “Tan sólo estaba haciendo una observación.”

Al final, las sutiles indirectas de Benjamin sobre romper los lazos con su aquelarre convencen a Amun y acepta quedarse. Pero, con su mente estrecha, no se acercará a Renesmee y también prohíbe a su mujer que la toque. Él y Kebi se escabullen hacia el extremo opuesto de la casa mientras Benjamin se presenta oficialmente a sí mismo y a Tia a Bella . Encantado, observo en silencio cómo la felicitan por nuestro matrimonio y el nacimiento de nuestra hija y una sonrisa se dibuja en mi cara cuando Bella agacha ligeramente la cabeza, sonriendo, secretamente complacida.

En algún momento hacia la mitad de la tarde, Eleazar regresa con Carmen de un viaje de caza. Al conocer a Benjamin, los vivos ojos dorados de Eleazar se abren mucho, intimidado al interpretar con su don el talento del joven vampiro. Con eso unido a la confusa exclamación en español, soy capaz de entender lo esencial de la habilidad de Benjamin…y ciertamente, es formidable.

Bella estudia mi reacción y la de Eleazar, su mirada inquisitiva, pero no lo menciona hasta que estamos de vuelta en la cabaña. Una vez que Renesmee está profundamente dormida y arropada en su cama, Bella y yo nos tumbamos cómodamente en el sofá que está junto a la chimenea, mientras nuestros dedos acarician distraídamente la piel desnuda del otro.

“El don de Benjamin es como una especie de magnetismo?” pregunta Bella con curiosidad, trazando las pálidas venas azules desde la flexura de mi codo hasta la muñeca. “Parece como si Amun y los demás se sintieran…atraídos hacia él.”

Con cuidado, aparto su largo cabello color chocolate, exponiendo su cuello y un hombro y acaricio la piel con mi mejilla, rozando apenas con los dedos su clavícula. “No es eso,” susurro volviendo la cara hacia su cuello para poder respirar su aroma embriagador, dejando que llene mi mente hasta que casi pierdo completamente el hilo de mis pensamientos. Me aparto unos pocos centímetros, respirando algo de aire menos potente y continuo. “Su don es tan singular que a Amun le aterroriza perderlo. Es bastante parecido a cómo nosotros habíamos pensado evitar que Aro supiera de la existencia de Renesmee…” se me escapa un suspiro y Bella se lleva mi mano a los labios, besando la palma. “…Amun ha estado manteniendo a Benjamin alejado de la atención de Aro. Amun creó a Benjamin sabiendo que sería especial.”

“Qué es lo que puede hacer?” Bella se mueve un poco en mis brazos, inclinando la cabeza hacia atrás y a un lado para poder verme la cara.

“Algo que Eleazar no había visto nunca antes,” le digo. “Algo que no habíamos oído nunca. Algo contra lo que incluso tu escudo no serviría de nada.” Esbozando una sonrisa torcida, me inclino hacia ella y le beso la punta de la nariz, dejándome llevar por la adoración y el orgullo que siento por ella. Su mirada dulce, aunque resplandeciente de amor a la luz del fuego, sigue llena de curiosidad, así que termino mi respuesta. “Puede influir en los elementos – tierra, aire, agua y fuego. Auténtica manipulación física, no una ilusión de la mente.” Sus ojos se llenan de asombro. “Benjamin aún está experimentando con ello,” comento en voz baja, “y Amun trata de convertirlo en un arma, Pero has visto lo independiente que es Benjamin. No se dejará utilizar.” Y respeto eso; una de las muchas cosas que respeto en el carácter de Benjamin, en realidad.

Bella estudia mi expresión durante un segundo. Perdiéndome en su mirada cautivadora, advierto el sutil cambio de color en sus iris escarlata. El tono de brillante rubí sólo es apreciable alrededor de las pupilas y de ahí se disuelve en un naranja-rojizo claro, como el brillo de una puesta de sol, con un leve matiz de ámbar en el borde externo.

“Te gusta,” supone, despertándome de mi ensoñación embelesada.

Me encojo de hombros. “Tiene una idea muy clara del bien y del mal. Me gusta su actitud.”

Hablando de actitud…inclino la cabeza y le beso el hombro, escondiendo mi sonrisa maliciosa. Es hora de poner en marcha mi plan de venganza.

Voy trazando un camino con los labios desde el hombro hasta la base del cuello, levantándole el pelo con mi mano para besarle la nuca. Ella se estremece, como sé que haría, y reprimo las ganas de reírme.

Ajustando su peso de forma que ella descanse en mi regazo, empiezo a acariciar con los labios la curva de su columna, señalando cada vértebra con un suave beso. Cuando llego a la parte baja de su espalda, ella gime muy débilmente, poniendo a prueba mi determinación e intenta darse la vuelta. “Paciencia, mi amor,” le reprendo en un susurro. Recorro mi camino esta vez hacia arriba, siguiendo exactamente los mismos movimientos de antes pero esta vez dejo que mi boca permanezca en su cuello, estudiando la piel del hueco de detrás de cada oreja, de un lado a otro.

Ella se agita y la estrecho en mis brazos automáticamente, impidiendo que se mueva. “Intentas matarme,” gime con voz ronca, cada palabra vibrando con pasión.

Me río entre dientes, aunque el sonido resulta tembloroso incluso a mis propios oídos. Estoy decidido a prolongar este dulce tormento unos cuantos minutos, pero la anticipación comienza a parecer un castigo para ambos. Tratando de aliviar un poco la tensión, bromeo, sorprendiéndome a mí mismo, “Pensaba que ya lo había hecho.”

Bella se queda callada un instante pero después me desafía sin muchas fuerzas, “Ja, ja.”

Ella toma aire bruscamente cuando extiendo una mano en su abdomen, recorriendo suavemente con la otra su esternón mientras le hago cosquillas en el cuello con los labios. “Edward…” susurra. Cierro los ojos ante el deseo desesperado en su voz, mi fuerza de voluntad flaquea a cada segundo que pasa. Ella trata de moverse otra vez; mis brazos se agitan pero el movimiento es débil, y ella lo sabe.

Tan sólo tengo una fracción de segundo para prepararme antes de que ella susurre la única palabra que consigue hacer pedazos mi autocontrol. Aún así, no tengo nada que hacer.

“Por favor?”

En cuanto se relajan mis brazos, ella se contorsiona como una criatura salvaje, dándose la vuelta y envolviendo con su cuerpo el mío, mientras nuestras bocas se unen en una explosión que incendia todo mi cuerpo.

Ardo con ella hasta que el sol comienza su lento ascenso en el cielo azul pálido del amanecer.

Ese mismo día, llegan los primeros nómadas. Garrett, enviado por Emmett y Rosalie, había llegado enseguida desde Nueva Inglaterra, deteniéndose sólo para cazar. Es alto y delgado, lleva el pelo rubio recogido con una cinta de cuero y tiene un carácter aventurero, que es lo que le trajo a este país en primer lugar.

Colono de finales de 1700, Garrett fue transformado por una vampira que se había hecho un hogar hacía tiempo en las, por entonces, tierras vírgenes de norte América y coincidió que estaba trabajando de explorador para sus compañeros cuando se encontró con ella. Las tribus Mohicanas locales la llamaban Musqáyuw Pchanim – mujer roja – porque sus labios siempre estaban teñidos de sangre.

Ni siquiera el mismo Garrett sabe por qué ella no le mató, sencillamente. Se limitó a esperar a que él despertara, con una presa fresca en los brazos, y dejar que los instintos de él hicieran el resto. Después, se fue.

Él resulta bastante fácil de convencer, aunque sospecho que está deseando un reto más que enfrentarse a las injusticias de los Volturi – aunque, dada su historia, no puedo descartarlo. También está fascinado por nuestro estilo de vida y el de la familia de Denali y rápidamente congenia con Tanya y Kate, planteándoles preguntas incesantemente a cada oportunidad. Sin embargo, hay algo más en la fascinación que siente Garrett hacia Kate en particular que sus hábitos de caza, aunque lo disimula bien. Por ahora.

Será interesante ver cómo se desarrolla esto.

No mucho después, Mary – una nómada del medio Oeste con un agudo ingenio y el pelo rizado de color caramelo – llega a la casa. Acompañándola hay otro nómada, Randall – cuyo pelo oscuro y alborotado y fácil sonrisa me recuerdan a Emmett. Ambos se habían encontrado de camino a la península de Olympia y habían decidido hacer juntos el resto del camino.

Como Garrett, los dos recién llegados aceptan la historia de Renesmee y aceptan hacer de testigos para nosotros. En sus mentes, sin embargo, los tres nómadas estudian la idea de permanecer junto a nuestra familia si los Volturi no se detienen y entran en razón.

Aunque me opongo firmemente a que cualquiera de nuestros amigos perezca con nosotros, una débil burbuja de fe alienta mi espíritu, susurrándome cada día que el número de testigos ha crecido y, por tanto, nuestras posibilidades de evitar este desastre se han multiplicado.

En la mente de varios invitados comienza a filtrarse la idea de ir de caza; aquellos que han recorrido mayores distancias y llevan con nosotros más tiempo, no están tan acostumbrados a controlar su sed como nosotros y me encuentro a mí mismo teniendo que bloquear las imágenes más…gráficas antes de que el fuego ardiente de mi garganta se convierta en una conflagración.

Todos ellos están al tanto de nuestro modo de supervivencia pero se me ocurre que tengo que abordar el tema – aunque sea sólo por aclarar los particulares en cuanto a cómo deben comportarse nuestros invitados mientras están aquí.

Les reúno a todos en la gran sala – un total de doce “no-vegetarianos” – y les presento mi petición: que sólo cacen fuera del estado, evitando el pueblo de Forks y La Push, de acuerdo al tratado con los lobos.

Bella se mueve un poco a mi lado mientras hablo y sé que ella probablemente se siente incómoda ante la idea de que estamos alentando involuntariamente la matanza de humanos inocentes…como también me siento yo. Pero hemos hecho nuestra elección y eso no cambia el hecho de que si estos vampiros no estuviesen aquí, con toda certeza estarían cazando en algún otro lugar del mundo.

Jacob está aún más afectado que Bella; sus manos comienzan a temblar cuando les ofrezco este arreglo a los otros, pero se da cuenta de que no tenemos elección. Aunque va contra su misma naturaleza permitir que un grupo de vampiros amenace la vida humana cuando él ha nacido para defenderla, no puede oponerse y creo que esa sensación de impotencia es lo que más molesta a Jacob.

Una vez que nuestros invitados han aceptado mis condiciones, menciono que hay transporte disponible para aquellos que quieran usar un vehículo y los vivos ojos escarlatas de Garrett se iluminan al instante, llenos de interés. “Cuenta conmigo,” anuncia. “No me vendría mal cambiar de aires.”

Randal, Benjamin y Tia también aprovechan mi oferta y yo les conduzco al garaje mientras los demás charlan entre ellos conteniendo su entusiasmo.

El suave roce de una mano contra la mía me hace esbozar una sonrisa. Bella no se ha separado de mi lado en los últimos días y la necesidad de proximidad es absolutamente mutua, así que no he abordado el tema. Antes de que sus dedos se retiren de mi piel, muevo la mano y cojo la suya con fuerza. Ella me la aprieta en un tierno gesto de condolencia.

Firmemente agarrada en el otro brazo de Bella, Renesmee mira atenta el rostro de Jacob, con el ceño fruncido, mientras camina junto a su madre. Él esta resistiendo el impulso de lanzar una mirada por encima del hombro, mientras sus instintos le gritan que se proteja de los vampiros que caminan tranquilamente detrás de él. Había estado intentado mantener una distancia prudente desde que llegaron los primeros amigos de nuestra familia, pero Renesmee parece esperar que su presencia sea una constante en la casa – y él, por su parte, encuentra extremadamente difícil mantenerse alejado de ella.

Pareciendo percibir su mal humor, Renesmee extiende una manita diminuta y la da unas palmaditas en el brazo, intentando aliviarle. Él la mira de reojo e intenta sonreír valientemente pero el gesto termina pareciendo una mueca. “Te diré una cosa, Nessie,” farfulla en voz baja, “Alguien va a tener que escribirme un índice si espera que me quede con el nombre de todos estos chupasangres nuevos.” Sus ojos vuelan hacia mí y yo aprieto los labios para disimular la sonrisa cuando Bella le da un codazo – con cuidado – en las costillas.

Randal de repente suelta un silbido que resuena en el garaje, abriendo mucho los ojos apreciativamente ante la colección de vehículos que brillan bajo los fluorescentes del techo. “Bonito,” murmura, mirando el M3 rojo aparcado a su derecha.

“No tengo las llaves de ése,” le digo, sonriendo. “Rosalie es muy…especial a la hora de permitir que conduzcan su coche.” Bella se ríe suavemente en respuesta. “Pero me es muy grato ofrecerte cualquiera de los otros.” Hago un gesto con la mano a la fila de coches mientras hablo.

Benjamin y Tia optan por el Mercedes negro, menos llamativo; ambos salen disparados por el camino hacia la carretera en unos segundos. Randall, habiéndosele negado la posibilidad de sentarse en el asiento del conductor de un BMW, elige el Porsche amarillo para dar una vuelta. Me las arreglo para componer mi expresión cuando le doy las llaves del coche de Alice – un regalo mío – y siento la mirada preocupada de Bella en mi rostro, unas finas líneas arrugando su frente lisa.

Después de que Randall se haya ido, la voz de Garrett suena desde el fondo del enorme garaje. “Qué hay aquí abajo?” Señala una silueta curva, vagamente rectangular, cubierta por una funda de lino blanco, parcialmente escondida detrás del jeep de Emmett en la esquina de la izquierda.

La sorpresa inunda mi mente, interrumpiendo por un instante el hilo de mis pensamientos. Con todo los planes cuidadosos y el tiempo invertido en elegir el medio de transporte perfecto para mi mujer, me había olvidado por completo de enseñárselo.

De inmediato, me vuelvo hacia ella, sintiendo una puñalada de humillación y tomo la mano que tiene libre entre las mías. “Bella, mi amor…lo siento mucho. Me olvidé de tu regalo de cumpleaños. Debí habértelo dado hace meses.” El odio hacia mí mismo contorsiona la expresión de mi rostro. En mi deplorable egoísmo por tenerla al fin toda para mí y vivir como iguales, había perdido la oportunidad de señalar el día más importante de su vida – y la mía – obsequiándole a Bella con una señal pequeña pero tangible de mi amor por ella. Con ojos suplicantes, le ruego, “Por favor, perdóname por ser tan desconsiderado, debería haber recordado…”

Dos suaves y esbeltos dedos se posan en mis labios, silenciando el resto de mi disculpa. “Edward,” dice mi nombre con tanto cariño, que al instante mi boca ansía la dulzura de su piel, pero me abstengo de besar los dedos que descansan en mis labios. Sonriendo muy levemente, Bella dice con dulzura, “Está bien, no me tienes que pedir perdón. Ya recibí más de lo que nunca pude desear por mi cumpleaños.” Sus ojos del color del fuego arden al recordar nuestra primera noche sin inhibiciones uno en brazos del otro y una oleada de calor lame las terminaciones nerviosas a lo largo de mi columna – “y ya sabes cómo me siento respecto a los regalos en general, así que no importa.” Ella baja la mano muy lentamente y una parte de mí lamenta la pérdida de su tacto mientras ella comenta, encogiéndose de hombros, “Pero me lo puedes enseñar ahora. Si tú quieres.”

Siempre agradecido de ganar su perdón, cojo con delicadeza la mano que ella acaba de bajar y me la llevo a los labios. Mirándole a los ojos, le digo en voz muy baja, “Gracias,” y beso los nudillos con los modales de una época pasada.

Bella levanta una ceja con una falsa expresión condescendiente, bromeando, “Si intentas hacerme la pelota para que no monte una escena por el coche, no va a funcionar,” afirma. Sus labios llenos adoptan ese gesto que siempre me distrae tan deliciosamente. “Hicimos un trato, lo sé, pero eso no significa que tenga que estar contenta con ello.”

“No esperaba que lo estuvieras,” le contesto con una sonrisa cariñosa. A pesar de su forma de aceptar mis regalos, ella no ha retirado su mano de la mía y trazo pequeños círculos en el dorso de su mano con el pulgar, quedándome a la deriva sin remedio en el fuego líquido de sus ojos.

Con un largo suspiro de sufrimiento, Jacob coge a Renesmee de los brazos de Bella y coloca a la pequeña de pie. Ella le coge dos dedos con su manita, los ojos oscuros de él inquisitivos cuando ella le mira y entonces, ella le envía una imagen del objeto tapado, con el deseo de ver qué hay debajo de la sábana.

“Es el regalo de tu mama, Nessie,” le dice en voz baja. “Tendrás que esperar a que ella esté preparada para abrirlo.” Después dice en voz aún más baja, “Lo que puede ocurrir en esta década o la siguiente.”

Sin apartar la mirada el uno del otro, Bella y yo respondemos al mismo tiempo, “Cállate, Jake.”

Su boca se tuerce en una sonrisa de suficiencia y espera hasta que Bella lanza una mirada con el ceño fruncido en su dirección, terminando por tanto la conversación sin palabras entre nosotros, antes de decir en voz alta, “Así que le compraste un coche a Bella?” Por su tono de voz y sus pensamientos es obvio que está listo para pasar de la “sesión diaria de miraditas”. Él y Renesmee se ponen en marcha hacia el otro extremo del garaje; tiro levemente del brazo de Bella, haciéndole una señal para nos siga y ella suspira con resignación.

Garrett sigue esperando – apoyado tranquilamente contra la pared, con las largas piernas extendidas frente a él – observando atento con su mirada de color rubí cómo los cuatro nos detenemos frente al regalo de Bella.

“En realidad,” responde a la pregunta que ha hecho antes Jacob, “él me ha regalado dos coches…” siento cómo me taladra una ácida mirada y yo respondo con una sonrisa angelical. “…uno para cuando necesitaba protección contra tanques y otro para cuando fuera menos frágil y tuviera más coordinación.”

“El Guardian fue sólo un préstamo, Bella,” le recuerdo. La confusión de Jacob sobre la afirmación de ella se aclara inmediatamente cuando menciono el modelo del coche que condujo antes de nuestra boda por mi tranquilidad mental. Yo había tolerado esa monstruosidad oxidada de furgoneta durante tanto tiempo, sencillamente porque era un vehículo resistente y Bella sentía un absurdo afecto por todo aquello que fuera peligroso para su salud – yo mismo incluído.

Quizá el cristal a prueba de misiles y la carrocería antibalas fueran un poco exagerados…pero la sola idea de que pudiera resultar herida en mi ausencia, hacía que me revolviera por dentro de terror y no fuera capaz de pensar en otra cosa.

Este coche, sin embargo, resulta más apropiado para alguien tan extraordinario como Bella Cullen.

Le suelto la mano y camino rodeando el regalo envuelto, hasta situarme a un lado, con una gran sonrisa mientras me pregunto cuál será su reacción, y cojo la tela blanca. “Pero éste,” anuncio con una voz llena de alegría, “es todo tuyo.” Quito la sábana con un movimiento fluido, mi atención fija en el rostro perfecto de Bella.

Ella abre un poco más los ojos pero por lo demás permanece impasible, mirando fijamente el esbelto coche, cuya elegante carrocería brilla bajo la pálida luz.

“Bonito,” susurra Renesmee. Levanta una manita para tocar el capó rojo.

Jacob tira de ella hacia atrás. Con expresión herida, la pequeña inclina la cabeza para mirarle. Mi sonrisa crece aún más cuando advierto su expresión estupefacta y sobrecogida y la boca, que se ha dejado abierta, como un perro jadeando. Sí, definitivamente merece la pena tener presente a alguien con una útil apreciación de los coches de calidad en este pequeño evento.

Eso es…? No me lo puedo creer! No es…Con voz ronca, Jacob se las arregla para preguntar, “Eso es lo que creo que es?”

“Sí,” replico asintiendo una vez con la cabeza.

“Maldita sea!” exclama, “Pero qué preciosidad de máquina!” Empieza a dar la vuelta al vehículo muy lentamente, inclinando la cabeza a un lado y al otro para poder ver cada superficie. Renesmee le sigue, menos interesada que antes y aún disgustada por que él no le dejara poner un dedo sobre la reluciente pintura.

Riéndose en voz baja, Garrett se separa de la pared diciendo, “A ti te gusta mimar a tu chica, no?”

Suelto una carcajada como respuesta, rodeando la enorme silueta de Jacob para llegar junto a Bella, que se vuelve para mirarme con expresión beligerante. “Se trata más de encontrar nuevas formas de avergonzarme,” me acusa, aunque detecto un destello de placer indulgente en sus iris rojos.

En un intento por disipar su negatividad, me inclino para besarle suavemente la nariz. Una sonrisa reacia tira sin convicción de una de las comisuras de sus labios. Sintiéndome victorioso, le paso un brazo por los hombros y la acerco hacia su regalo. “Qué te parece, mi amor?”

Ella reflexiona un momento y después se encoge de hombros, “Es bonito.”

Jacob, que estaba agachado junto a la rueda trasera izquierda, se pone de pie y se queda mirándola sin dar crédito, “Bonito?” dice incrédulo, “Bella, no sabes qué clase de coche es éste?”

“Mmm…” ella se inclina a un lado, buscando alguna pista en el propio vehículo – y, de repente, localiza el emblema en el lado del conductor del parachoques. Los meses que ha pasado en mi compañía, y la de Jacob, le han servido para reconocer unos cuantos logotipos de fabricantes, pero aún así su voz suena un poco insegura cuando contesta, “Un Ferrari?”

“Sí, Bella, un Ferrari,” dice Jacob deliberadamente inexpresivo, burlándose de su falta de entusiasmo. Después, casi estalla, su rostro iluminado por una especie de fervor salvaje mientras señala al coche. “Esto es un Ferrari F430, Bella! Tiene un motor V8 de 4,3L con un velocidad punta de 317 km por hora y puede ir de 0 a 100 en 3,5 segundos! Venga, Bells!” Levanta un brazo, exasperado. El volumen de su voz ha ido subiendo progresivamente, de forma que ahora prácticamente le está gritando. “Las revoluciones de este bebé podrían provocarte incluso a ti un latigazo cervical” Quiero decir – su mente sigue dando vueltas mientras busca en su memoria – probablemente es una locura, como 7900 o

“8500,” interrumpo para ayudarle. Me señala con un dedo en un énfasis silencioso y mira a Bella expectante, levantando las cejas, esperando a que admita que está impresionada.

Ella nos mira a los dos como si dudara de nuestra cordura y se cruza de brazos. “No entiendo ni la mitad de lo que acabas de decir, Jake,” dice rotundamente. “Sigo pensando que es bonito.”

Garrett trata de disimular las carcajadas con la tos mientras que yo me tapo la boca con la mano, sofocando la risa divertida. Negándose a darse por vencido, Jacob viene hasta nosotros, sus ojos marrones clavándose en los de Bella, y le exige, “Pruébalo. Te garantizo que cuando regreses, pensarás algo más de tu coche aparte de que “es bonito”.

Oliéndose un reto, Bella levanta la barbilla desafiante y extiende la mano con la palma abierta hacia mí. “Edward, mis llaves,” ordena, sin apartar la vista de la mirada fiera de Jacob.

Es una suerte que tuviera la cabeza lo bastante fría como para poner todas las llaves de repuesto en el garaje. Mientras me dirijo hacia el armario negro de la pared del fondo, le hago un gesto a Garrett para que me siga. Abro el armario y cojo dos pares de llaves plateadas, lanzándole uno al nómada, que las atrapa fácilmente, con expresión curiosa. “Coge el Vanquish,” le digo, inclinando la cabeza hacia el coche que está aparcado justo en frente del Ferrari.

Con un saludo militar de broma, Garrett se sube en el coche y maniobra con él sin ningún esfuerzo entre los otros coches hasta sacarlo del garaje, desapareciendo rápidamente entre las sombras de los árboles.

Jacob y Bella siguen intentado ganarle al otro a base de intimidación y ninguno de los dos parece darse cuenta de que desbloqueo el Ferrari y abro la puerta del conductor. Aclarándome la garganta, la llamo sin elevar la voz, “Bella.” Ella pasa indignada a Jacob, manteniendo la cabeza alta y se sienta en el asiento de cuero negro. Cierro su puerta y doy la vuelta hasta la del copiloto, sentándome antes de ofrecerle las llaves con una pequeña sonrisa. Ella me mira y parpadea confundida. “No pienso dejarte ir sola,” la provoco, balanceando las llaves en el aire. “Sabes conducir con cambio manual?”

Un rugido grave vibra en su pecho y yo reprimo una risita, increíblemente divertido mientras observo cómo clava la llave en el contacto y después la gira. El motor cobra vida con un ronroneo y Jacob aprueba mentalmente, aunque empieza a desear haber podido acompañarnos. Coge a Renesmee en brazos y nos dice adiós con la mano mientras salimos fácilmente al camino de tierra.

Mientras nos dirigimos hacia la carretera, le enseña a Bella lo básico del cambio de marchas, sujetándole la mano mientras practica en el aire. Siempre había absorbido información nueva bastante bien siendo humana y ahora, su mente agudizada de vampiro retiene cada detalle que le transmito a la perfección.

“Preparada?” le pregunto, sonriendo.

Ella respira profundamente, se muerde el labio y una llamarada brilla decidida en sus ojos. Coge la palanca de cambios, la empuja hacia delante y pisa el acelerador; el coche avanza como un puma saltando, lanzándonos hacia la carretera a una velocidad que Bella nunca habría intentado en el pasado.

Mete tres marchas sin ningún problema, al parecer sin darse cuenta de que la aguja del velocímetro se inclina cerca de doscientos diez – y, de repente, deja escapar un grito ahogado y dice entre dientes, “Demasiado rápido, demasiado rápido,” y levanta el pie del pedal.

La aguja cae hasta ciento cuarenta, después ciento treinta…

“Bella, mi amor,” susurro para tranquilizarla cuando el coche frena a 120 kilómetros por hora, “no vas a estrellarte y no van a ponerte una multa. Conduce como quieras.”

Mueve la cabeza de un lado a otro, mirándome fijamente, asustada y desesperada. “Y si atropello a alguien?”

“No lo harás. No te dejaré.”

Ella asiente lentamente con la cabeza, ganando confianza con mi promesa y pisa el embrague, volviendo a una marcha más rápida. La aguja del velocímetro vuelve rápidamente al espacio entre doscientos y doscientos diez, permaneciendo allí durante varios minutos. Bella se ríe un vez; el sonido es algo tenso, pero la leve sonrisa que curva sus labios es auténtica. “Recuerdo que esto era mucho más difícil,” comenta en voz baja.

Yo permanezco en silencio, disfrutando de la vista. El contorno del asiento adaptándose perfectamente a su cuerpo, sus esbeltos dedos en torno al volante y yo extiendo el brazo para meterle un mechón de pelo detrás de la oreja. Mis dedos permanecen sobre su sedosa mejilla mientras la admiro y digo con voz ronca, “Eres…exquisita.”

Un escalofrío la recorre cuando dibujo la forma de sus labios. “Deja de distraerme,” balbucea, las palabras suenan débiles, “o sí que nos vamos a estrellar y arruinaremos este bonito coche.” Sus párpados se agitan involuntariamente; abre los ojos de golpe, aferrando con más fuerza el volante y mira fijamente la carretera.

Riéndome por lo bajo, retiro la mano. “Como desees.” Pero no aparto los ojos de ella durante todo el viaje.

Finalmente, Bella sale de la autopista y da la vuelta hacia la casa. Aparca en el garaje – no se ve a Jacob y Renesmee por ningún lado – y apaga el motor. Ella frunce el ceño inesperadamente e inmediatamente le pregunto por puro reflejo, “En qué estás pensando?”

Se da la vuelta en su asiento para mirarme y admite avergonzada, “Realmente me gusta este coche.”

“Bien,” enmarco su mejilla con la palma de la mano y mi sonrisa se desvanece mientras intento descifrar el motivo de su actitud cohibida. “Pero por qué eso es malo?”

“Porque significa que Jacob tenía razón.” Arruga la nariz con disgusto.

Un estallido de joviales carcajadas sale por mis labios y me inclino hacia el salpicadero para coger a Bella entre mis brazos, trayéndola del asiento del conductor hasta mi regazo. Sigue con un mohín en los labios cuando la beso en la mejilla y escondo la cara en la curva de su cuello. “Eres tan absolutamente irresistible cuando estás enfurruñada,” le confieso en voz baja.

Ella inclina la cabeza para mirarme, el ceño desvaneciéndose de su rostro y en sus cálidos ojos veo la gratitud que ella nunca expresará con palabras. Pero me basta tan sólo saber que ella la siente, aunque sea mínimamente. La beso con la más leve presión en los labios, murmurando, “Y…de nada.”

Le niego la oportunidad de discutir, sujetando firmemente su cara junto a la mía con una mano en la curva de su mandíbula y la otra enredada en sus sedosos cabellos castaños, sujetando su nuca. Ella gime débilmente, sonando al mismo tiempo derrotada y sensual y se mueve un poco hacia delante, contra mí, de forma que puede rodearme el cuello con los brazos, hundiendo sus finos dedos en mi pelo.

Tres golpes rápidos en la ventanilla del copiloto hacen que nos separemos sobresaltados. Me he perdido tan completamente en Bella que he permitido que el constante flujo de pensamientos que me rodea se disuelva en un segundo plano permaneciendo felizmente ajeno a cualquier posible interrupción – hasta que dicho intruso ha aparecido.

Poniendo los ojos en blanco, suspiro con frustración y le digo a Bella entre dientes, “Es Jacob.”

Ella exhala con fuerza y se da media vuelta, sus piernas descansando sobre las mías y aprieta el botón del elevalunas, con una fiera expresión de desagrado, “Qué pasa, Jake?” sisea.

Susceptible…Con una odiosa sonrisa, Jacob apoya el antebrazo en la ventanilla y se inclina para mirarnos a los dos, aunque sus ojos revolotean a menudo por los elegantes acabados del interior del Ferrari. “Y bien,” comienza, “qué piensas de este bebé ahora?” Él piensa que la tiene acorralada en una esquina, obligándola a admitir una mejor opinión sobre su regalo, y prácticamente está cacareando por el triunfo en su cabeza.

Bella se incorpora, fingiendo una profunda reflexión mientras se da golpecitos en la barbilla con un dedo, canturreando. “Sigue siendo bonito – y rápido -” Entonces sonríe, exponiendo sus relucientes dientes blancos. “Pero prefiero correr.”

Mis carcajadas resuenan ruidosas dentro del garaje a través de la ventanilla abierta, mientras Jacob se queda mirándola sin saber qué decir. Bella le sonríe con dulzura y el cristal tintado vuelve a subir, recordándole justo antes de que se cierre por completo que se asegure de que Renesmee vaya de caza y después pasa a borrar cualquier distracción de mi mente excepto ella durante varias horas.

No es necesario decir que me encuentro a mí mismo apreciando el concepto de flexibilidad por primera vez en mi existencia.

Una semana después de que se fueran, Carlisle y Esme vuelven a casa.

Segundos después de saludar a Bella, Renesmee y a mí, son rodeados literalmente por nuestros invitados, todo ellos impacientes por hablar con mi padre, ya que él no los ha visto en un tiempo. Cuando sus ojos de color topacio absorben el número de vampiros reunidos en la sala, Carlisle me busca, localizando mi sonrisa torcida detrás del grupo. Lo has hecho muy bien, hijo, me felicita con profunda sinceridad. Como sabía que lo harías.

Siento un picor en los ojos y parpadeo rápidamente, inclinando la cabeza hacia él.

Esme llega hasta mí a través de la muchedumbre que no para de charlar, con su nieta firmemente agarrada en un brazo. Ella me atrae en un abrazo con la mano que tiene libre, apretando mis hombros con fuerza y me besa en la mejilla. “Estoy tan orgullosa de ti,” me susurra al oído.

Una vez que el clamor de bienvenida se ha apagado en cierta medida, mi padre se asoma por la puerta principal – para reaparecer con otro visitante, que aparentemente ha sido arrastrado del porche al interior de la casa. Me quedo algo desconcertado por el tono amargo de los pensamientos del recién llegado, que se debate entre varios temores y la irritación tanto con Carlisle como consigo mismo por aceptar venir aquí.

“Gente,” anuncia Carlisle con simpatía, “éste es Alistair, otro amigo.”

Tomando esto como una señal, cojo a mi hija del brazo de Renesmee y me dirijo hacia los dos hombres. Bella se encuentra conmigo a medio camino, sincronizando nuestros pasos y cogiéndome de la mano tan pronto como estoy a su alcance. “Alistair, éste es mi hijo, Edward – su mujer, Bella – y la hija de ambos, Renesmee,” le dice Carlisle al vampiro inmóvil, de pelo moreno, que está junto a él.

Le repito nuestra historia a Alistair en voz baja, prestando atención a sus reflexiones durante el proceso y empiezo a darme cuenta de que el amigo de mi padre es quizás levemente neurótico y extremadamente antisocial.

Él parece escuchar mi explicación, aunque ya había decidido confiar en la palabra de Carlisle antes de emprender el viaje, y es el tercer invitado en rechazar la oferta de Renesmee de compartir su historia. Tampoco dice mucho a ninguno de los presentes – sin saber, por supuesto, que su mente es como un libro abierto para alguien con mi talento – y una vez ha cumplido con las formalidades, se escabulle afuera, retirándose primero al porche y después a la línea de árboles que rodean el claro en frente de la casa.

Después de la brusca salida de Alistair, Kate espera unos segundos antes de resoplar enfadada y dar por hecho, “Qué problema tiene?”

Carlisle niega con la cabeza, sonriendo apesadumbrado. “Alistair es así. Supongo que me he acostumbrado en los pocos siglos que hace que nos conocemos.” Entonces se vuelve hacia mí, preguntándome con la mirada y los pensamientos, “Pero qué piensa de nuestra petición, Edward? Se quedará para hacer de testigo?”

Por un breve instante, repaso lo que he escuchado en su mente y después le contesto, “Tiene miedo de estar aquí pero más miedo de no saber el resultado.” Es la única razón que se me ocurre para explicar su errático debate interno entre quedarse y marchar. “Desconfía profundamente de cualquier tipo de autoridad,” continúo lentamente, “y, por tanto, de los Volturi. Lo que está sucediendo ahora parece confirmar todos sus temores.”

“Así que se quedará?” pregunta Esme.

Encogiéndome de hombros, le digo “Parece convencido ahora, pero eso podría cambiar.”

De hecho, el vampiro misántropo permanece en el reino de la indecisión a lo largo de toda su estancia con nosotros. Tiene la costumbre de hablar consigo mismo y su lugar preferido para hacerlo es el ático, haciendo crujir la madera bajo sus pies mientras se pasea de un lado a otro, farfullando todo el tiempo.

En una ocasión, coincide que Bella y yo estamos en mi antigua habitación con la excusa de elegir algunas de mis pertenencias para llevarlas a la cabaña, cuando en realidad sólo queremos encontrar un sitio libre para disfrutar de la compañía del otro sin espectadores. Bella se queda helada en mis brazos cuando le oye refunfuñar sobre nuestras cabezas mientras estamos tumbados en la cama de hierro forjado, “Por supuesto, ahora sabrán que estaba aquí. Ya no hay forma de ocultárselo a Aro. Siglos moviéndome, eso es lo que esto significa. Todos con los que ha hablado Carlisle en la última década estarán en su lista. No puedo creer que me haya dejado arrastrar en este lío. Vaya una forma de tratar a tus amigos.”

El colchón se agita a lo largo de mi cuerpo mientras me río sin hacer ruido. Bella me mira con los ojos muy abiertos y susurra tan rápidamente que sus labios carnosos parecen vibrar, “Cómo piensa escapar de los Volturi?”

“Alistair es un rastreador,” le digo al oído, respirando su fragancia seductora al mismo tiempo. “No es ni mucho menos tan preciso como Demetri, pero siente un…impulso hacia lo que sea que busca. Ese impulso será suficiente para decirle en qué dirección correr si o cuando Demetri empiece a buscarle.”

El cabello de Bella me hace cosquillas en la mejilla y la frente mientras voy dejando un rastro de tiernos besos a lo largo de su cuello. Cuando llego a la mitad de su esternón, ella pregunta con un suspiro trémulo, “Cómo se conocieron Carlisle y él si odia tanto estar rodeado de gente?”

“Una historia de otro tiempo, mi amor,” le respondo distraído, perdiendo la concentración en el aroma embriagador de mi mujer y el sabor de su piel, que permanece deliciosamente en mi lengua.

De repente, coge mi cara entre sus manos, llevándola hasta ella para que mi boca encuentre la suya y yo reprimo una sonrisa, alegrándome por un instante de haber conseguido distraerla de sus preguntas.

Cariño, ya estoy en casa!

Un rugido resuena en mi pecho; siempre intuitiva, Bella balbucea, “Otro visitante?”

Mis dedos presionan levemente la curva de su cintura mientras la otra mano descansa en su cuello, dibujando suavemente con el pulgar la forma de su mandíbula. “Em y Rose han vuelto,” le informo, utilizando tan pocas palabras como me es posible para transmitirle mi respuesta.

“Cuánto tiempo?”

“Cinco minutos.”

“Podemos estar abajo en 10 segundos,” afirma y mi risa se consume en sus urgentes besos.

La verdad es que es un alivio tener a todo el mundo – bueno, a casi todo el mundo – de vuelta en casa. Emmett irradia alegría y una especie de satisfacción salvaje al ver los diecisiete testigos que hemos conseguido reunir hasta ahora y me golpea con fuerza en el hombro después de acunar a Renesmee contra su enorme pecho, casi repitiendo después la misma acción con Bella. “Esto va a funcionar, hermano,” afirma con descaro, “ya verás. Y entonces espero oír un “Gracias Emmett” bien grande.”

“Gracias, Emmett” bromea Bella en tono sarcástico, pasándose las manos por el cabello despeinado, ofendida porque él la ha levantado del suelo como si no fuera más que una niña.

Él le sonríe. “Yo también te he echado de menos, hermanita.” El afecto en su voz es auténtico y Bella lo percibe. Ella le devuelve la sonrisa, un poco a regañadientes, y le empuja en broma.

Rosalie tiene a Renesmee en brazos hasta que llega la hora de meter en la cama a la pequeña. “Bella,” dice en voz baja cuando su hermana más reciente coge a Renesmee. Bella la mira con curiosidad. “Vamos a protegerla.” Rosalie lo promete en voz baja y ferviente. “A ella no le va a pasar nada. Haremos todo lo que haga falta para mantenerla a salvo.”

Bella le toca a Rosalie en el brazo, sonriendo débilmente. “Gracias, Rose,” murmura.

Pasando un brazo por la cintura de Bella, asiento con la cabeza para darle las gracias a Rosalie y conduzco a mi mujer hacia el gélido y sombrío bosque.

“Aseguraos de volver por la mañana,” grita Emmett a nuestras espaldas. “Puede que no queráis que vaya a buscaros!”

Su risa estruendosa nos sigue por el camino hasta la orilla del río.

1 comentario:

  1. Graciias por publiicaR!!!nO te preOcupess por la tardanzza!!!
    Te sigo!!Nos vemOS!!!
    sariita_lautner

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