lunes, 25 de enero de 2010

METAMORFOSIS. Capítulo 14: Práctica.

Éste tampoco es mi ritmo normal pero cuando tengo algo más de tiempo puedo trabajar más de prisa ;) En este capítulo, LivesAmogTheStars profundiza en los sentimientos de Edward mientras intenta enseñar a luchar a Bella y después, practicando con el escudo. Al leer Breaking Dawn siempre pienso en lo que pasará por su menteen esos momentos y esta versión es increíble. Como siempre digo, mejor en inglés: METAMORPHOSIS.


Capítulo 13

14. Práctica

Con el amanecer, la primera capa de nieve cubre la Península de Olympia.

Renesmee va abriéndose camino a través de los árboles mientras volvemos a la casa, las mejillas brillantes con un hermoso rubor sonrosado, mientras da la vuelta corriendo al tronco de un pino castigado por los elementos, con un puñado de polvo blanco apretado en su diminuta manita.

Riéndose con un tintineo como de cascabeles, ella lanza la bola de nieve en mi dirección, alcanzándome en la pierna izquierda. “Nessie…” rujo, dirigiéndome hacia ella con exagerada lentitud. Ella grita, encantada, y desaparece entre un grupo de árboles desnudos que rodean un par de robles ancianos.

Sus risas sin aliento y su dulce aroma me conducen fácilmente hacia ella y la sorprendo asomándome por el lado opuesto de la corteza del árbol. “Te pillé!” la cojo en el aire y lanzo su cuerpecito, ligero como una pluma, por encima de mi cabeza, riéndome mientras ella grita y se ríe a carcajadas, cada vez que flota ingrávida durante unos breves segundos, justo antes de que la atrape. Finalmente, la abrazo contra mi pecho, besándole las mejillas sonrosadas y la frente. “Te quiero, Nessie.”

Renesmee me pone la manita en la cara, sus ojos marrones brillantes. “Te quiero, papi,” dice a la vez en voz alta y mentalmente. Después desvía la vista a un lado, mirando algo situado detrás de mí, y su rostro angelical se ilumina con una sonrisa resplandeciente.

Una compacta bola de nieve me golpea en la cabeza.

Las carcajadas sorprendidas y triunfales de Bella resuenan en el aire helado como la música más hermosa. El sonido se interrumpe bruscamente cuando ella se tapa la boca con la mano, sus ojos de color fuego muy abiertos por el suspense mientras me giro hacia ella con deliberada lentitud.

Toco los copos húmedos que me han quedado en el pelo y después miro a mi mujer enarcando una ceja. Su pequeña mano no esconde por completo su seductora sonrisa diabólica. “Acaba de lanzarme una bola de nieve, Señora Cullen?” pregunto educadamente.

Ella recupera la compostura y adopta una postura formal y correcta. “Pues sí, eso he hecho, Señor Cullen.”

Con mi atención centrada en ella, dejo a Renesmee de pie y me incorporo, resistiendo el impulso de dar el más mínimo paso en su dirección. “Te vas a disculpar?” le digo en el mismo tono comedido.

“Vas a obligarme?” replica. Su cuerpo se mueve infinitesimalmente, revelando la ruta de escape que tiene pensada.

Le ofrezco una amplia sonrisa torcida, “Sin duda.”

Amago un sprint directo hacia Bella y ella, anticipando cualquier movimiento súbito por mi parte, salta a un lado y sale corriendo hacia el oeste. Renesmee aplaude entusiasmada cuando giro en torno a las ramas bajas de un enorme abeto, atrapando a Bella en mis brazos justo cuando ella pasa por debajo.

Ella grita sorprendida y la inercia de su salto hace que nos caigamos al suelo, rodando por una pequeña pendiente. Cambio mi posición para que ella quede tumbada de espaldas, sujetándole las muñecas, los brazos por encima de la cabeza y las piernas inmovilizadas debajo de las mías para evitar que se escabulla.

Me inclino hacia ella sosteniéndole la mirada, sus ojos deslumbrantes y muy abiertos, y me detengo sólo cuando mi nariz roza la suya. “Estoy esperando mis disculpas,” gruño, aunque su expresión alegre y la sensación de su cuerpo apretado contra el mío me pone muy difícil continuar con nuestro pequeño juego.

Sus ojos se vuelven tiernos y ella levanta la cabeza, dándome un beso breve pero dulce. “He conseguido que me persigas,” comenta tranquilamente, con una sonrisa iluminando su rostro en forma de corazón. “Debería pedir perdón por eso?”

“En absoluto.”

Nos abrazamos sobre el suelo del bosque, salpicado de nieve. En un momento dado, siento las manos de Bella moviéndose por mi espalda y mi pecho – y entonces, un puñado de algo húmedo se desliza bajo el cuello de mi camisa, empapándola. “Oh, ahora sí que te la has ganado…”

Con una risa aguda, Bella se libera de mi abrazo y coge otro puñado de nieve del suelo antes de desaparecer en el bosque. Yo me sacudo la camisa, utilizando parte de su sabotaje para formar mi propia bola de nieve y sigo su aroma de vuelta a nuestra hija. A estas alturas, el área está saturada con el olor inmediatamente reconocible a lobo.

Jacob lleva a Renesmee en brazos, protegiéndola del fuego perdido, mientras Bella y yo damos saltos como niños, atacándonos mutuamente con una ráfaga de bolas de nieve al mismo tiempo que cruzamos el río y llegamos hasta la puerta trasera de la casa.

Las carcajadas estallan en la sala al ver nuestro aspecto desaliñado, llenos de nieve. “Te lo has pasado bien esta mañana, Edward?” bromea Emmett, con un brillo cómplice en sus ojos dorados.

Ignoro las risas que siguen a su comentario, caminando hacia Bella y enmarcando sus mejillas con mis manos, limpiando con los pulgares las gotas de hielo que quedan en su piel. “Sí,” murmuro en respuesta a la insinuación de mi hermano, aunque mis ojos están fijos en Bella. Ella baja las pestañas – su nuevo equivalente al rubor – y me inclino para besarla suavemente en los labios.

Una conciencia salvaje y desconocida invade mi mente con la fuerza de un huracán. Levanto la cabeza bruscamente y salgo hacia la puerta principal. “Esperábamos a alguien más?” demando a nadie en particular, forzando al máximo mi don en un esfuerzo por interpretar el funcionamiento más sutil de esta nueva mente, que se aproxima rápidamente.

“No que yo sepa,” responde Carlisle en voz baja. Puedes percibir algo?

Los pensamientos tienen un matiz salvaje y son extranjeros pero no detecto hostilidad en lo que concierne a mi familia. Según van pasando los segundos, el patrón de la voz mental parece dividirse, formando dos mentes individuales que se encuentran más sincronizadas que las de Peter y Charlotte.

También capto varias imágenes que tocan una fibra sensible: el follaje enmarañado y de intenso color verde esmeralda de una selva – la luna suspendida en un cielo negro aterciopelado – entonces, veo un rostro delicado y pequeño, coronado por un halo de cabello puntiagudo de color negro como la tinta.

Respiro profundamente, atónito. “Han visto a Alice.” Me cuesta creer las palabras, incluso aunque soy yo quien las dice. “Alice las ha enviado.”

Me interrumpe un golpe en la puerta. Mi padre se desliza hacia la entrada silenciosamente y abre la puerta. Su disimulada aprehensión se transforma rápidamente en una sorpresa encantada y una voz grave de mujer le saluda, “Carlisle.”

“Zafrina y Senna!” Con una sonrisa de bienvenida en los labios, se hace a un lado enseguida pidiéndoles a la mujer y a su acompañante que pasen. Bella deja escapar un jadeo cuando ve por primera vez al aquelarre del Amazonas – y ella no es la única en la sala que se siente desconcertada por su apariencia física.

Las dos vampiras son altas, sus extremidades largas coincidiendo con sus rostros alargados, sus inquietos ojos de color burdeos y sus movimientos ágiles y rápidos me recuerdan a los de un felino al acecho. Ambas mujeres tienen la piel oscura como el carbón, sus cuerpos tapados con pieles de animales; la más alta de las dos lleva un chaleco estampado con la piel de un leopardo. Ambas tienen el cabello largo, del color del ébano, que una de ellas lleva recogido en una trenza que le cuelga por la espalda y la otra, en un montón de trenzas, con los extremos sujetos por pequeños trozos de cuero y decoradas con hilos de colores y abalorios, que brillan bajo la tenue luz de la mañana.

“Pero, dónde está Kachiri?” les pregunta Carlisle, frunciendo el ceño, confundido, mientras cierra la puerta. “Nunca os he visto separadas.”

La mujer que está más cerca de él – la más alta, con el chaleco de piel de leopardo y el pelo lleno de trenzas – le contesta, “Alice nos dijo que era necesario que nos dividiéramos.” Su voz, ronca y áspera, suena como el ronroneo de un jaguar, y pronuncia algunas sílabas de tal manera que hace que me pregunte si es que prefiere no hablar en absoluto. “Es incómodo estar alejadas unas de otras pero Alice nos aseguró que nos necesitabais aquí mientras que para ella era esencial que Kachiri fuera a algún otro sitio.” La mirada de Bella vuela hacia mí. “Eso es todo lo que nos dijo,” continúa la vampira del Amazonas, “salvo que debíamos darnos muchísima prisa…?” Sus palabras se interrumpen, su mirada interrogante recorre rápidamente la sala como si buscara una explicación.

Al mismo tiempo que yo comienzo a moverme hacia ellas, Bella coge a Renesmee de los brazos de Jacob y los tres nos detenemos ante Carlisle y las recién llegadas.

Después de una breve presentación, Zafrina y Senna escuchan mi historia serenas y en silencio y permiten que Renesmee utilice su don con ellas para convencerlas de la verdad. Zafrina, como muchos otros, desarrolla un vínculo inmediato con la pequeña y pasa el resto del día en estrecha proximidad a ella – lo que me da la oportunidad de preguntarle sobre su don.

Bella escucha atentamente nuestra conversación, desde su lugar junto a mí, su postura casi el reflejo de la de Senna, que permanece inmóvil tras el brazo derecho de Zafrina.

“Te gustaría saber en qué consiste lo que hago?” pregunta, fascinada por mi curiosidad.

“Sí,” asiento con la cabeza, animándola. “Si no te importa.”

Como respuesta, Zafrina entrecierra los ojos y la habitación comienza a brillar a mi alrededor, las paredes ondulándose de una forma extraña. Sin pensarlo, rodeo con mis brazos a Bella, atrayendo su delgado cuerpo contra mi pecho, justo cuando el entorno se transforma – llenándose con resplandecientes tonos de jade, amarillo y bermellón. Árboles que se alzan imponentes, cubiertos de enredaderas, rodean el pequeño claro en el que estoy de pie, y observo maravillado a un mono de pelaje rojo-dorado que salta de rama en rama, dejando a su paso un reguero de hojas que van cayendo hasta el suelo.

“Qué pasa?” le oigo preguntar a Bella, pero no puedo verla. “Qué le está sucediendo?”

“Tú…no lo ves también?” dice Zafrina lentamente, perpleja.

“El don de Bella la hace inmune a cualquier poder que afecte a la mente,” le digo. Algo desorientado, me doy cuenta de que mis brazos siguen rodeando una forma suave y bien conocida, y me concentro en esa sensación con la esperanza de mantener algún tipo de equilibrio.

Zafrina se ríe entre dientes – un sonido áspero y grave. “Tienes un talento fascinante, joven.”

“Gracias,” masculla Bella, pero puedo oír la frustración creciente en su voz. Le exaspera cuando no responden a sus preguntas. Un rasgo más que tenemos en común.

Jugándomela, muevo apenas los pies, sujetando firmemente el leve peso que tengo entre mis brazos y miro hacia arriba, a los rayos de luz que se filtran a través del dosel esmeralda de hojas por encima de mí. “Es una ilusión muy real,” le explico a Bella. “Ella puede hacer que la mayoría de la gente vea lo que ella quiera – ver eso y nada más.” Mirando hacia un lado, veo una colonia de hormigas rojas marchando en fila india por el tallo de una planta de grandes hojas, impresionado por los detalles. “Por ejemplo, ahora mismo parecería que estoy sólo en medio de la selva. Es tan nítido que podría creerlo,” admito, y después sonrío, apretando suavemente mi abrazo, “si no fuera por el hecho de que aún puedo sentirte entre mis brazos.”

La visión oscila, como el calor que asciende del pavimento calentado al sol, y se disipa. Parpadeo una vez, centrándome primero en el cabello oscuro bajo mi barbilla y luego levanto la vista hacia Zafrina, devolviéndole la sonrisa. “Impresionante,” le felicito sinceramente.

Renesmee se dirige hacia Zafrina sin miedo, su pequeño rostro iluminado con una expresión embelesada. Estira la manita hacia la vampira de piel oscura, que inmediatamente y con gran cuidado, levanta a la pequeña en brazos. “Puedo ver?” pregunta Renesmee, su brillante sonrisa tan impaciente como su voz de soprano.

Encantada, Zafrina, cede, “Qué te gustaría ver?”

“Lo que le has enseñado a papi.”

Bella se tensa contra mi pecho cuando los profundos ojos marrones de Renesmee aparecen desenfocados, su boca de rosa formando una “o” de asombro. Apoyo la cara en el cabello de Bella, besándole en la coronilla y ella se relaja un poco.

El corazón de nuestra hija late algo irregular y después sonríe de oreja a oreja, mientras la ilusión desaparece. Dándose la vuelta para mirar a Zafrina a los ojos, de color escarlata y con expresión divertida, Renesmee ordena firmemente, “Más.”

Así que la delicada híbrida de cabello color bronce y la formidable vampira del Amazonas se vuelven inseparables compañeras de juegos. Como Bella está preocupada por la clase de ilusiones que Zafrina comparte con Renesmee, la pequeña idea una solución: utilizar su don para mostrar a su madre las imágenes y así Bella puede determinar si son apropiadas o no.

Mientras nuestra hija continua cautivada por los dibujos bonitos de Zafrina, me acerco sigilosamente a Bella y le susurro al oído, “Por qué no nos aprovechamos de la improvisada niñera y salimos de esta casa un rato...”

Ella me mira sorprendida y trata de oponerse, “Pero…”

“Por favor, cariño?” le ruego, adentrándome en sus ojos color fuego con la esperanza de poder deslumbrarla para que acepte. “Hay demasiados pensamientos dentro de mi cabeza ahora mismo; me resulta difícil pensar.” Bajando la voz hasta el más leve susurro, mis labios acarician el lóbulo de su oreja mientras le digo, “Sólo quiero estar contigo.”

Bella se estremece en respuesta y reprimo una sonrisa cuando ella murmura vacilante, “Eres un tramposo.” El reproche pierde casi toda su fuerza por el temblor, aunque la expresión de su rostro se debate entre la acusación y el deseo.

La cojo de la mano y la conduzco hasta la puerta trasera – Emmett me lanza una mueca mental cuando pasamos a su lado de camino al río – y juntos saltamos hacia los árboles cubiertos de escarcha.

Los copos de nieve danzan lentamente en el aire mientras corremos, cayendo desde un cielo cubierto, de color azul grisáceo. Mis pies guían nuestro rumbo instintivamente y enseguida nos encontramos en nuestro claro. El cambio de estación no ha disminuido su sencilla belleza. Un fino manto blanco cubre la hierba que ya amarilleaba y nuestras pisadas desaparecen enseguida bajo la nieve que cae sobre nosotros, las hojas de los abetos a nuestro alrededor decoradas con brillantes guirnaldas de carámbanos.

Pequeñas gotas de algodón se quedan en las largas y oscuras pestañas de Bella cuando levanta la cabeza para mirar al cielo. Sin dejar de observarla, me dirijo hacia un erosionado saliente de piedra en un extremo del claro y me siento, apoyando la espalda en la piedra. “Ven aquí,” le pido en voz baja, extendiendo el brazo hacia ella.

Ella accede enseguida, sentándose entre mis piernas, apoyada en mi pecho. La estrecho entre mis brazos, enterrando la nariz en su cabello salpicado de hielo.

Poco a poco, comienza a nevar menos, aunque nosotros permanecemos guarecidos bajo el saliente de roca. Bella me coge la mano izquierda entre las suyas, jugueteando de nuevo con mi anillo de boda. No ha emitido el más mínimo sonido desde que abandonáramos la casa y sus movimientos mientras hace girar el anillo en mi dedo anular son vacilantes, indecisos.

Inclinando la cabeza a la izquierda, miro con curiosidad su perfil, esperándome encontrar los labios fruncidos con los que me atormenta inconscientemente cada vez que está absorta en sus pensamientos. “Algo te preocupa,” observo, apartándole el cabello despeinado por el viento por detrás de los hombros. “Qué pasa?”

Ella parpadea rápidamente, despertando de su reflexiones y se apresura a contestar, nerviosa, “Huh? Estoy bien. No es nada.”

Levanto una ceja ligeramente. Ella baja la mirada, mordiéndose el labio y dando golpecitos nerviosos con un dedo en mi anillo. “Bella,” la reprimenda en mi tono de voz cuando digo su nombre es suave, pero igualmente exigente. La curiosidad arde en mi mente. “Por favor, cuéntamelo.”

Suspirando débilmente, Bella da la vuelta a mi mano y dibuja las líneas de la palma con la yema de un dedo y yo me esfuerzo por no perder la paciencia. Casi medio minuto transcurre antes de que ella hable, diciendo vacilante, “Recuerdas cuando hablamos…de enseñarme a pelear?”

Me quedo inmóvil, mirando fijamente su cara y contengo el aliento durante unos segundos para controlar mi reacción inmediata – que es decirle, de forma que no le quede ningún género de duda, que no se va a poner en peligro a sí misma. Una vez estoy bastante seguro de que puedo responder con calma, digo, “Sí.”

Ella se mueve en mis brazos, dándose la vuelta de forma que estemos cara a cara y se me hace un nudo en la garganta ante el ruego tímido y esperanzado que ilumina sus ojos escarlata. “Crees que tal vez podrías enseñarme ahora?” pregunta.

El desasosiego se retuerce en la boca de mi estómago, dejándome un regusto amargo que incluso el suculento aroma de Bella no consigue ocultar por completo. Pero no puedo negarle la oportunidad de aprender a defenderse por sí misma; ella merece saber cómo evitar resultar herida en una pelea. Sin duda, ha ganado suficiente madurez y responsabilidad como para no poner conscientemente en su vida en riesgo…

Un recuerdo aparece con perfecta claridad ante mis ojos. Un ángel pálido y asustado, con la espalda apoyada contra una pared de piedra, sosteniendo en la mano un fragmento afilado de granito, los nudillos apretados en torno a él. Ella pasa el filo de la piedra por su brazo, descubriendo la piel en su ascenso y la aprieta contra la flexura del codo, preparándose para hacerse sangrar – sacrificándose en un intento por distraer a nuestros atacantes.

Tenso los párpados brevemente, deseando que la imagen desaparezca. Bella nunca volverá a hacer algo tan imprudente. No lo permitiré. Concentrándome en su adorable expresión de anticipación, obligo a mis labios a que esbocen una débil sonrisa y respondo, asintiendo con la cabeza, “Si eso es lo que quieres.”

Claramente lo es, porque se pone en pie tan pronto como las palabras salen por mis labios y se dirige rápidamente hacia el otro extremo del claro. Yo sigo su ejemplo a un paso más lento, la sensación de inquietud y aversión creciendo en mí a cada paso que doy y me detengo mientras Bella sigue adelante, dejando algo de distancia entre nosotros.

El suelo aquí es más regular – el terreno forma un área vagamente circular de unos veinte metros de diámetro. Aunque no es ni con mucho tan grande como el campo que utilizamos para practicar para la guerra contra el ejército de neófitos, debería servir como un espacio adecuado en el que poder enseñar a Bella cómo comportarse en una batalla.

Ella se detiene cerca de la línea de árboles y se da la vuelta para quedar frente a mí, su rostro entero resplandeciente con fiera determinación y una fría brisa de invierno revuelve su oscuro cabello alrededor de su delgada figura. “Estoy lista,” anuncia, inclinando inmediatamente su cuerpo en una postura de caza.

Sacudo la cabeza, resistiendo el impulso de suspirar con fuerza. A pesar de su adaptación casi antinatural al vampirismo, sigue siendo propensa a actuar como el típico neófito en muchos sentidos. “Así no, Bella,” le digo en voz baja, acercándome a ella.

Ella inclina a un lado la cabeza, confundida, “A qué te refieres?”

De pie detrás de ella, le cojo los brazos y los separo más de su pecho, doblando un poco más sus codos. “Necesitas proteger los flancos tanto como el frente,” le indico, mi tono brusco. Ella advierte el cambio y me mira de reojo. Internamente, me reprendo a mí mismo por permitir que mi temperamento arda contra mi mujer y me concentro en suavizar mi voz mientras continuo, “Enderézate un poco,” coloco una mano en medio de su espalda, apretando suavemente, y ella deja de tener la columna tan encorvada. “Así está bien; ahora, mueve el pie derecho hacia delante y mantén el peso del cuerpo equilibrado – sí, eso es – en caso de que tengas que girarte…” Mis ojos recorren su postura, tratando de ignorar las líneas fluidas de su flexible cuerpo en lugar de evaluar la colocación estratégica de sus extremidades. “Perfecto,” declaro y le ofrezco una sonrisa torcida.

Bella sonríe orgullosa. Ella mantiene su posición mientras yo vuelvo a mi sitio. Mis instintos despiertan mientras me doy la vuelta – junto con el monstruo, que resuena en las más profundas sombras de mi ser – y los músculos unidos a mis huesos se contraen, moldeando mi postura en una familiar posición de combate. “Lista?” le pregunto. Parte de mí espera ansiosa que se retracte de su decisión de comenzar este ejercicio pero sé que su mente extremadamente obstinada y de ideas fijas nunca considerará esa posibilidad.

En esa fracción de segundo en la que espero a su respuesta, recuerdo la primera vez que la vi de pie en este mismo claro. El sol había brillado ese día, encendiendo reflejos rojizos en sus cabellos castaños y creando un halo dorado alrededor de su cabeza. Su expresión maravillada tanto por el claro en sí como por mi brillante piel marmórea me proporcionó una alegría indescriptible. En ese instante, ella era mi dulce, adorable y confiada oveja y el amor que sentía por ella creció aún más.

El recuerdo desaparece en un remolino de nieve, reemplazado por la visión que tengo frente a mí. Una depredadora llena de gracia, exquisitamente hermosa y peligrosa, que ahora es mi igual en tantos aspectos y todavía está muy por encima de mí en todo lo importante, mirándome con ojos calculadores pero igualmente confiados. Mi amor por ella es una pasión infinita e insaciable que ha forjado un vínculo permanente entre mi alma y la suya, y vagamente, me doy cuenta de que mi cordura ha empezado a depender de la fe – de su promesa de que siempre estaremos juntos, en esta vida o en lo que haya después.

“Lista,” responde Bella con firmeza y yo dejo a un lado esta revelación para otro momento.

“Bien, cuando diga “Ya” quiero que intentes derribarme.” Ella asiente – aunque el trago rápido y nervioso que da, la delata. Murmuro con voz tranquilizadora, “Es como ir de caza, mi amor; deja que tus instintos te guíen pero sin que te controlen. Encuentra el punto medio entre pensar y reaccionar.”

“De acuerdo.” Ella coge aire profundamente y lo exhala lentamente, apoyando el peso de su cuerpo en la punta de los pies.

Espero un instante y entonces digo en voz muy baja, “Ya.”

Enseguida, Bella sale disparada hacia delante, manteniendo su postura defensiva bastante bien para una novata y yo, sin poder emplear mi don, no puedo prever lo siguiente que hará.

Con cuidado, doy un paso hacia mi derecha sin apartar la mirada de su aproximación. Ella compensa inmediatamente mi movimiento, ajustando la posición de sus pies…y detecto un punto débil. Ella desliza hacia atrás el pie izquierdo; me lanzo hacia ella, rodeándole el pecho con los brazos y agarrándola por las muñecas y caemos al suelo.

Sin permitirle un momento para orientarse, inmovilizo su cuerpo con el mío sobre la hierba cubierta de nieve. Ella se gira a un lado, rugiendo involuntariamente, y veo mi oportunidad para rasgar la sedosa piel de alabastro de su cuello con mis dientes. Arrancándole la cabeza de los hombros…

Horrorizado por el funcionamiento de mi propia mente, me separo de ella de un salto, dándome la vuelta para que no pueda ver mi expresión, que debe estar desfigurada por la repulsión y el shock.

Apretando los puños, respiro profundamente por la nariz una bocanada refrescante de aire. El embriagador aroma a Fresia llena mis pulmones, sirviéndome para recordar que no estoy luchando contra el enemigo, sino con Bella – mi Bella – y mi cabeza me da vueltas, el estómago revuelto al recordar cómo la parte táctica de mi cerebro había visualizado despedazarla…

Me estremezco convulsamente, apretando las manos en un esfuerzo por disipar el impulso de destruir algo.

Se oye un suave susurro detrás de mí. El monstruo me grita que me defienda pero le empujo de vuelta a las sombras, obligando a mis instintos más primarios a retroceder.

Oigo a Bella coger aire cuando se incorpora y puedo sentir su mirada en mi espalda mientras yo contemplo el paisaje inhóspito, horrorizada por primera vez en mucho tiempo por mi despiadada naturaleza.

“Lo siento, Bella,” digo entre dientes, mi disculpa llena de afligido remordimiento.

“No, estoy bien.” El hielo cruje débilmente cuando ella se pone en pie, haciendo ruido con su chaqueta al sacudirse la nieve de la ropa. “Vamos otra vez,” dice, persistente como siempre.

Cierro los ojos, apretando los párpados para bloquear las imágenes que tengo grabadas en mis retinas. “No puedo,” No puedo fingir que te ataco otra vez. Contemplar tu muerte es superior a mí – aunque sea tan sólo en mi imaginación.

“Qué quieres decir con que no puedes?” pregunta desconcertada. “Acabamos de empezar.”

No le contesto, continúo respirando lentas bocanadas de aire helado impregnado de su fragancia floral. No puedo soportar decepcionarla pero tampoco nos someteré a ambos a la tortura de reanudar este entrenamiento. Un toque espectral del vacío que sentí en Volterra la primavera pasada, envía una corriente helada de pánico por mis venas y apenas consigo reprimir otro estremecimiento.

“Mira,” murmura Bella, su voz suave y persuasiva. “Sé que esto no se me da bien,” casi me doy la vuelta para contradecirla, pero tengo miedo de lo que ella pueda ver en mi rostro, “pero no puedo mejorar si tú no me ayudas.”

Cuando me niego a responder una vez más, oigo el aire silbando en torno a su ágil figura, justo antes de que ella me haga un placaje, y nos caigamos rodando al suelo. Yo permanezco inmóvil, apartando la mirada cuando el instinto de preservación contrae los músculos de mi cuerpo, intentando obligarme a defenderme. Pero no hay protección posible ante la divina criatura que tengo encima de mí, sentada sobre mi abdomen mientras me sujeta firmemente los brazos contra el suelo.

Capto un destello de su sonrisa triunfal y continúo helado, sin moverme de mi sitio, mientras ella se inclina y deposita un suave beso en mi cuello, justo por encima de la yugular. “Te gané,” proclama engreída.

Mi vena competitiva se enciende débilmente, haciendo que entrecierre los ojos que miran a otro lado, pero de nuevo sigo sin hablar. No hay palabras que pueda ofrecerle para resultar absuelto de lo que mi mente infame y morbosa ha visualizado mientras ella luchaba por liberarse de mí.

Aunque Bella no sabe, ni nunca sabrá, lo que he visto en mi mente, inconscientemente ella me hace sentir aún peor al preguntar, “Edward? Qué pasa? Por qué no vas a enseñarme más?”

Siento un cosquilleo en la piel de mis muñecas por el contacto con sus manos y las mías arden con deseo, anhelando tocarla mientras ella me mira fijamente, confundida e impaciente. Si hubiera alguna forma de hacerle comprender que aunque elijamos conscientemente enfrentarnos en una lucha ficticia, mi – nuestros – instintos no distinguen entre la práctica y la realidad.

Antes, cuando luchaba con mis hermanos, era más fácil permitir que el juego controlara mis acciones y no visualizar el inevitable resultado. Además, sus pensamientos suelen oírse tan alto, que paso la mayor parte del tiempo escuchando lo que piensan hacer en vez de elaborar mi propia estrategia.

Pero cuando se trata de Bella, estoy solo con el monstruo que hay dentro de mi cabeza. Puede que él la haya proclamado su pareja pero, como ocurre con todas las criaturas primarias, la supervivencia está por encima de otros impulsos naturales.

El tiempo pasa, los segundos se suceden hasta un minuto entero y finalmente reúno el coraje para contestarle. Centro mi atención en un punto junto a su mejilla izquierda, incapaz por el momento de mirarla a los ojos y admito en voz baja, “No puedo…soportarlo. Emmett y Rosalie saben tanto como yo. Tanya y Eleazar probablemente sepan más.” Quizá pueda convencerla de que busque ayuda en aquellos que tienen menos reparos en enseñar técnicas de lucha. “Pídeselo a cualquier otro,” digo, escuchando la súplica en mi tono de voz, pero confío en que Bella no lo haya advertido.

Ella se enfurruña, la expresión de su rostro llena de frustración. “No es justo!” se queja. “Esto se te da bien. Antes le ayudaste a Jasper – luchaste con él y con todos los demás también.” Una emoción indefinible cruza por su cara y de repente, me suelta las muñecas, poniéndose las manos en la cintura. Inclina la cabeza y frunce el ceño, molesta por la idea que haya surgido en esa fascinante mente suya. “Por qué conmigo no?” Los iris rojo-anaranjados de Bella se nublan con incertidumbre. “Qué he hecho mal?”

Exasperado, suspiro con fuerza y la miro enfadado. Niña tonta – asumiendo automáticamente que ha hecho algo mal cuando en realidad soy yo el que debería estar pidiéndole perdón a ella.

La inseguridad de que ella, de algún modo, me haya molestado se hace evidente en su rostro en forma de corazón y al instante suavizo mi mirada, tranquilizándola sin palabras de que nada que ella hiciera nunca podría hacerme infeliz.

Cuando su expresión se despeja un poco, intento aclararlo, aunque las palabras se enredan en mi lengua, esforzándose por permanecer sin ser dichas. “Mirarte de esa forma, analizándote como un objetivo.” La imagen de mis dientes rasgando su garganta resurge confusa y una puñalada de dolor me atraviesa el pecho. “Visualizar todas las formas en que puedo matarte…” Me estremezco. “Hace que todo sea demasiado real para mí.” Me encojo de hombros, en un intento por aligerar la tensa atmósfera y me rindo al deseo de apoyar las manos en sus caderas, sujetándola con suavidad. “No tenemos tanto tiempo como para que suponga una diferencia quién te enseñe ,” señalo. “Cualquiera puede enseñarte lo básico.”

Un ceño ridículamente adorable aparece en su rostro, frunciendo sus labios en un puchero. Sonriendo, levanto una mano para tocar su labio inferior, que sobresale, disfrutando de la textura mientras paso el dedo por su suave curva. “Además, es innecesario. Los Volturi se detendrán,” o haremos que se detengan. “Les obligaremos a que comprendan.”

“Pero y si no lo hacen!” protesta Bella. Tan obstinada, tan decidida – la luz que brilla en su fiero rostro me deslumbra. “Necesito aprender esto,” me mira con el ceño fruncido; yo me niego a dejarme convencer.

“Encuentra otro profesor.” Por favor, añado en silencio.

Ella se cruza de brazos, enfurruñada, y vuelve la cara a un lado, privándome de la expresión de su rostro. Mis dedos bailan por sus flancos y la sorprendo atrayendo su cuerpo hacia el mío, rodeando con los brazos su esbelta figura. Bella se acurruca en mi pecho, apoyando su mejilla en mi clavícula y me abraza a su vez, pasando las manos por mi pecho. Apoyo la cabeza en la suya, agradecido de que, a pesar del fiasco que ha resultado ser nuestra sesión de entrenamiento, sigamos pudiendo disfrutar un breve respiro en la compañía del otro, en medio de la tranquila quietud del invierno.

Por supuesto, una vez de vuelta en la casa, Bella salta literalmente sobre la oportunidad de reanudar su educación per se. Se aferra a uno de los enormes brazos de Emmett y le ruega que la ayude. Él se alegra de la oportunidad de de devolvérsela de alguna manera, ya que ella sigue siendo considerablemente más fuerte que él – por no mencionar su orgullo herido a consecuencia del pulso – y los dos pasan el resto de las horas de luz preparándose en el espacio abierto junto al río.

Gracias a su recién descubierta diligencia, Bella se convierte en la personificación de la buena estudiante durante los siguientes días, más persistente que nunca para aprender a luchar. Después de varias sesiones con Emmett, recluta a Rosalie para que le enseñe un modelo de ataque más sutil – y ambas conspiran contra mí, intentando hacerme cambiar de idea sobre abstenerme de instruir yo mismo a mi mujer – sin éxito.

Finalmente, Rosalie decide reunir a Tanya y Eleazar, y ambos están de acuerdo en colaborar con el entrenamiento de Bella. Renesmee y yo observamos mientras Tanya explica cómo leer el lenguaje corporal de un atacante – si hay una oportunidad para atacar o hay que permanecer a la defensiva – y Eleazar le enseña a dividir su atención en la lucha uno-contra-uno al tiempo que vigila a su alrededor, no sea que dé con otra pelea accidentalmente.

Incluso Garrett echa una mano; él siente un cierto cariño por Bella, que se debe a las reacciones únicas de ella ante diversas situaciones y la presencia de él en el grupo nunca resulta un estorbo, como podría ocurrir con un nómada menos sociable. Zafrina también participa, aunque, francamente, mis nervios están tensos como las cuerdas de un piano mientras mi Bella se enfrenta a la temible Amazona de piel oscura. Sin embargo, después de la experiencia, ella sale con una mejor consideración de su pequeña estatura, habiendo aprendido un par de maniobras de evasión de Zafrina.

Una tarde, Kate llega hasta el jardín trasero, observando a Bella ya su grupo de instructores con una expresión de absoluto aburrimiento. Inspirado por la aparición de mi prima, la llamo, “Bella, por qué no te tomas un descanso y trabajas con Kate en proyectar tu escudo?” Los ojos dorados de Kate parpadean una vez en mi dirección, sorprendidos. Yo mantengo la atención fija en Bella.

Su iris rojo-anaranjados se iluminan e inmediatamente se dirige hacia Kate mientras los demás dejan espacio a su alrededor.

Inesperadamente, una mano me coge de la muñeca, tirando con fuerza. “Vamos, Edward,” murmura Kate mientras tira de mí hacia Bella. “Necesitaremos una segunda opinión para saber si su proyección funciona.” Sus pensamientos vuelan – pero igualmente conozco el resultado de sus maquinaciones.

Me detengo junto a Bella, que nos mira a Kate y a mí confundida, y comento levantando una ceja “Así que cuál es mi papel en este ejercicio? Conejillo de indias?”

“Alguna otra sugerencia?” replica Kate. Ella aprieta los labios, intentando esconder la sonrisa divertida que tira de las comisuras de sus labios.

Suspiro, derrotado, “En realidad, no.”

“Esperad,” la cabeza de Bella gira de un lado a otro, mirándome primero a mí, después a Kate y vuelta otra vez. “Qué?”

Me vuelvo hacia ella, apartándole un mechón de la mejilla mientras le explico, “Para proyectar tu escudo, necesitas tener alguien al lado que pueda decir si está funcionando. Kate va a utilizar su habilidad conmigo y tú tendrás que protegerme.” Le sonrío, aunque sus labios han adoptado una mueca de horror cuando termino de hablar y añado en broma, “Todo un cambio de papeles para ti y para mí.”

“No,” Bella contesta bruscamente. “No,” sus ojos vuelan hacia Kate. “Así no. Por qué no puede usar Zafrina su don?”

Noto una corriente de miedo, desconocida y conmovedora, como trasfondo a sus palabras. Una parte de mí se pregunta de dónde viene y la otra se revuelve incómoda, dándose cuenta de que conozco de sobra el origen de su miedo.

“Necesitas más motivación que proteger a Edward de una simple ilusión.” El rostro de Kate se suaviza un poco cuando se encuentra con los ojos muy abiertos de Bella. “Sé que odias verle sufrir, pero piensa,” continúa con expresión seria, “una vez que sepas manejar tu don, nadie será capaz de hacerle daño. Ni siquiera Jane.”

Un leve estremecimiento cruza el rostro de Bella cuando Kate menciona a Jane, pero entonces sus ojos se endurecen y ella me mira, preguntándome, “Esto te parece bien?”

“Por supuesto, mi amor,” le cojo de la mano y me la llevo a los labios, besando sus nudillos con ternura. “Si te ayuda a perfeccionar tu talento, puedo soportar un par de descargas eléctricas.”

“Pueden ser más que un par,” comenta Kate alegremente. Bella le lanza una dura mirada. “Oh, no te preocupes – lo mantendré en baja intensidad. Sentirás como un calambre de electricidad estática.” Bueno, para empezar, añade en silencio y yo le lanzo una mirada de advertencia. Ella se limita a sonreír enseñando los dientes como respuesta.

Respirando profundamente, Bella se cuadra de hombros y adopta la ya familiar expresión de fiera determinación. “Vale,” entonces, frunce el ceño con incertidumbre, “debería tocarle el brazo o algo?”

Eleazar habla a varios metros de distancia, respondiéndole, “Ya que ésta es la primera vez que intentas escudar a alguien además de a ti misma, necesitarás permanecer lo más cerca posible de Edward para que tu don se haga extensible a él también.”

Asintiendo brevemente con la cabeza, Bella se da la vuelta para colocarse frente a mí, rodeando estrechamente mi cintura con sus delgados brazos. Instintivamente, levanto los brazos para abrazarla – pero si voy recibir la energía de Kate será mejor que no toque a Bella ante la posibilidad de que le haga daño sin darme cuenta. Así que, en lugar de eso, le ofrezco una sonrisa torcida. “Puedes hacerlo,” le susurro para animarla.

Kate se acerca lentamente; Bella la mira con cautela. “Lo primero que tienes que hacer,” dice la vampira rubia con voz seria, “es percibir cómo funciona tu escudo. Trata de visualizarlo a tu alrededor.”

Bella entrecierra lo ojos, juntando las cejas, y su abrazo se estrecha apenas perceptiblemente. “Cr…creo…” dice con los dientes apretados.

“Entonces vamos a intentarlo una vez.” Una mano me toca el hombro y de repente mis nervios crepitan y un dolor me recorre el brazo hasta la punta de los dedos. Siseo cerrando los ojos con fuerza para evitar liberarme del abrazo de Bella.

Dejando escapar un grito ahogado, Bella me suelta la cintura y grita, “Lo siento!” Después se gira sobre un pie para fulminar a Kate con una mirada asesina. “Podrías haberme dado un poco más de tiempo,” le acusa.

Kate se encoge de hombros, sin molestarse en lo más mínimo por la actitud amenazante de la pequeña morena. “Como he dicho,” comenta, “motivación.”

Un rugido grave resuena en la garganta de Bella. Ella se da la vuelta de nuevo para mirarme y me rodea la cintura con sus brazos, apoyándose contra mi pecho, como si su cuerpo pudiera servir también de escudo frente al don de Kate, y frunce el ceño en señal de concentración. Después de varios segundos, murmura a Kate, “Otra vez.”

Durante casi tres días, con breves periodos de descanso y de caza por medio, recibo más de mil descargas , cada una con un nivel distinto de intensidad a pesar de que Kate le aseguró a Bella de que serían “suaves” y el don de Bella me ha protegido en menos de la mitad de esas descargas.

Ella lo está haciendo extraordinariamente bien para un neófito pero su escudo es esporádico – y no siempre completamente impenetrable. A veces consigue protegerme totalmente y otras veces disminuye el dolor sin eliminarlo. Ella me pide perdón cada vez que me estremezco, su perfecto rostro contorsionado en una máscara de angustia, y yo hago todo lo que puedo por reconfortarla.

“No pasa nada, mi amor,” le digo, inclinándome para besar la arruga de preocupación entre sus cejas. “Lo estás haciendo muy bien. Estoy orgulloso de ti,” acaricio su mejilla con el dorso de la mano.

“Pero te sigue haciendo daño,” gime. “Es tan difícil. A veces creo que lo tengo y entonces la estúpida cosa se me escapa de golpe…como una goma elástica. No puedo sujetarla.”

“Estás aprendiendo,” le recuerdo con ternura. Ella gruñe débilmente y deja caer la cabeza en mi pecho como si estuviera exhausta y yo me río entre dientes. “No seas tan dura contigo misma, Bella. Encontrarás la solución enseguida. Confío en ti.”

“Sólo lo dices porque eres mi marido,” el sonido de las palabras que refunfuña queda amortiguado por la tela de mi camisa.

Negando con la cabeza, me permito abrazar su flexible cuerpo, estrechándola en mis brazos. “Una de las muchas razones, mi vida.” Escondo la cara en su sedoso cabello, llenando mis pulmones con el tentador aroma a fresia.

El sonido de alguien aclarándose la garganta nos saca de nuestro ensimismamiento. Kate se cruza de brazos, su cabello rubio moviéndose en la brisa y enarca una ceja con ironía, “Cuando estéis listos…”

Un suave coro de risas sigue a las palabras de Kate. Nuestras prácticas han atraído a una pequeña audiencia durante el último día. A Eleazar, Carmen y Tanya, se han unido Garrett, Benjamin, Tia, Siobhan, Maggie – e incluso Alistair se ha tomado cierto interés al mirar desde una ventana del tercer piso.

Bella ajusta sus brazos alrededor de mi pecho poniendo una mueca y asiente con la cabeza. Kate coloca la mano en mi hombro. Una mínima corriente me recorre el brazo – ni con mucho tan fuerte como la última. “Hey,” anuncio con alegría, contento de que mi voz suene relativamente normal. “Ésa apenas ha dolido. Bien hecho, Bella.”

Ella respira por la nariz, y noto en mi espalda que aprieta los puños al ordenar con un débil gruñido, “Otra vez, Kate.”

Contengo el aliento, tratando de prepararme sin contraer los músculos de mi cuerpo – no quiero desanimar a Bella – mientras Kate me vuelve a tocar el hombro una vez más.

Mis castigadas fibras nerviosas apenas registran un susurro de dolor.

Suspiro, aliviado. “Nada esta vez,” declaro, mirándole a Kate, que levanta la mano algo sorprendida.

De verdad…Levanta una ceja rubia. “Ésa tampoco era suave.” A no ser que tengas una alta tolerancia al dolor, primo, se burla. Lo que puede ser cierto, ya que compartes tu cama con una neófita.

Mientras yo la fulmino con la mirada, Bella le dice sin aliento, “Bien.”

“Preparaos,” Kate espera un segundo – Bella cierra los ojos con fuerza – y siento una leve presión en el brazo.

Entonces, una explosión de llamaradas al rojo vivo estalla en mi cuerpo y todos y cada uno de mis músculos se contraen en respuesta al dolor. Un escalofrío me recorre la columna y cojo aire por la boca, que pasa siseando entre mis dientes apretados.

Bella me sostiene cuando me inclino un poco al fallarme las rodillas; Kate se disculpa mentalmente y da un paso hacia atrás mientras yo me concentro en aferrarme a Bella en un esfuerzo por recuperar la compostura. “Perdona, perdona, perdona!” repite en un desgarrador lamento, mordiéndose el labio y agachando la cabeza, afligida.

De inmediato, dejo a un lado mi malestar físico y la abrazo con fuerza contra mi pecho; ella apoya la cara en el espacio bajo mi clavícula, aún diciendo algo entre dientes con innecesaria culpabilidad. “Lo estás haciendo increíblemente bien, Bella,” le digo sinceramente, apoyando la mejilla en su cabeza y ella se queda en silencio. “Sólo llevas trabajando en esto unos pocos días y ya estás proyectando esporádicamente.” Verdaderamente es una criatura extraordinaria y el orgullo y la felicidad que siento al saber que ella es mía, que yo le pertenezco, sólo consigue aumentar la adoración que siento por la mujer que devolvió mi gélido e inmóvil corazón a la vida.

Inclinando un poco la cabeza, le beso la frente y después miro de reojo a Kate, cuya expresión es divertida pero sus ojos son dos fragmentos de profundo e indescifrable topacio. “Kate,” le invito en tono más alegre, “dile lo bien que lo está haciendo.”

Mi prima aprieta los labios y el monólogo interno de sus pensamientos cambia repentinamente al eslovaco – una clara señal de que me está ocultando algo. Entrecierro los ojos al mirarla, mientras ella comenta despreocupadamente, “No lo sé. Es evidente que tiene un talento enorme y estamos tan sólo comenzando a tocarlo.” Kate apoya las manos en las caderas y se encoge ligeramente de hombros. “Puede hacerlo mejor, estoy segura. Es sólo que le falta motivación.”

El esbelto cuerpo acurrucado contra mí se pone rígido y Bella levanta la cabeza de golpe, haciendo evidente, por la expresión de su rostro, que no da crédito a sus palabras y separando los labios carnosos para enseñar los dientes. Sin alterarse lo más mínimo, Kate le sostiene la mirada medio segundo antes de volver su atención hacia la orilla del río detrás de nosotros. El murmullo de la audiencia, a favor del tremendo esfuerzo que Bella ha hecho hasta ahora, se convierte en un débil zumbido cuando Kate desvela sus intenciones al pronunciar una sola palabra – un nombre – en sus casi incomprensibles pensamientos.

“Kate…” comienzo a advertirla pero la ágil rubia ya está en movimiento. Corriendo a lo largo del río, se detiene al llegar frente a Senna y Zafrina, esta última dándole la mano a Renesmee. Jacob, que está a solo unos pasos de la pequeña, se tensa y después se relaja cuando Kate se acerca al grupo.

“Nessie,” dice Kate alegremente, “te gustaría venir a ayudar a tu madre?”

Renesmee le ofrece su sonrisa resplandeciente y asiente impaciente justo cuando Bella ruge rechazando la idea, “No!”

La atraigo hacia mí en un intento por calmar su rápido temperamento pero ella se libera de mi abrazo, enseñando los dientes en una mueca feroz mientras Renesmee atraviesa corriendo el campo cubierto de nieve, yendo derecha hacia su madre. “Rotundamente no, Kate,” dice Bella amenazante cuando la vampira rubia y las dos Amazonas siguen a nuestra hija y yo la observo atentamente, advirtiendo cómo su postura se está transformando sutilmente en una pose agresiva.

Con los rizos color bronce ondeando tras ella, Renesmee salta a los brazos abiertos de su madre y se acurruca en ellos, escondiendo la cabeza bajo la barbilla de Bella. “Pero mami,” proclama con voz decidida, “yo quiero ayudar.” Con su diminuta manita toca el cuello de Bella, mostrándole un collage de imágenes de las dos juntas, con un intenso deseo por ayudar impregnando sus pensamientos.

Bella niega con la cabeza vehementemente, “No.” Un repentino movimiento llama su atención y da un paso hacia atrás mientras Kate da otro hacia delante, sosteniendo el brazo extendido frente a ella.

Mi primer instinto es proteger a mi familia de cualquier peligro potencial y mi cuerpo comienza a inclinarse en una postura defensiva, dispuesto a bloquear el avance de Kate. Quédate donde estás, Edward, me advierte mentalmente. Ésta es la única forma de que aprenda a controlar su poder.

Aunque desafía a todos los impulsos naturales en mi ser, permanezco inmóvil mientras Bella continúa su retirada. “No te acerques a nosotras, Kate,” sisea a través de los dientes apretados.

“No,” con una sonrisa depredadora, Kate se agacha deliberadamente, inclinándose hacia adelante, los mechones de pelo rubio crepitando con electricidad estática mientras ella reúne la energía que alimenta su talento, canalizándola hacia la palma de su mano extendida.

Sin apartar los ojos de su adversaria, Bella mueve el cuerpo de Renesmee de forma que la pequeña queda agazapada contra su espalda, sujetándose con los brazos y piernas al cuerpo de Bella, mientras ella observa con mirada sombría a la vampira que se aproxima.

Cuando sus manos se quedan libres, Bella extiende los brazos en la posición que aprendió de mí hace días en nuestro claro y mientras los segundos pasan, veo con creciente aprehensión cómo cambia la expresión de su rostro.

Sus iris del color de una puesta de sol parecen oscurecerse y arder al mismo tiempo, su ceño fruncido proyectando una ligera sombra sobre sus ojos y la nariz arrugada como una leona al acecho mientras aparta aún más los labios sobre los dientes al descubierto. Sus dedos extendidos comienzan a temblar y coge aire rápidamente, abriendo algo más los ojos en lo que parece un gesto de sorpresa.

Un abrasador acceso de ira devora al instante esa emoción cuando Kate se acerca más. Un violento rugido sale de su boca y la pura ferocidad del sonido hace que le advierta a mi prima, “Con cuidado, Kate.”

Kate avanza otro paso – después, completamente ajena a la hostilidad que emana de la vampira neófita que tiene a tan solo unos pasos de ella,- se vuelve para mirarme. “Puedes oír algo de Nessie?” pregunta con tranquilidad.

Mientras ella habla, Bella ve su oportunidad y agacha las rodillas, preparándose para saltar hacia la desprevenida rubia. Varias mentes me gritan advertencias, pero antes de que Bella pueda completar el recorrido de su salto, me coloco en el espacio abierto que las separa, obstaculizando con mi cuerpo la línea de visión de Bella.

Mirándo a Kate severamente, respondo su pregunta, “No, nada en absoluto,” El tono de los pensamientos de Renesmee parpadea al mismo tiempo que Bella parece sorprenderse de algo, que supongo que es el poder incrementado de su escudo. “Ahora, deja a Bella algo de espacio para que se calme, Kate,” le ordeno, en voz baja y con tono duro. “No deberías acosarla de esta manera. Sé que no aparenta su edad pero tan sólo tiene unos meses.”

Kate me replica inmediatamente, su tono imitando el mío, “No tenemos tiempo de hacer esto con suavidad, Edward. Vamos a tener que hostigarla.” Ni siquiera tú puedes negar que la habilidad de Bella podría muy bien ser nuestra única línea de defensa contra la guardia de los Volturi. “Sólo nos quedan unas pocas semanas,” continúa en voz alta, “y ella tiene el potencial para…”

La respiración agitada de la neófita que está detrás de mí, se dispara en un rugido salvaje. A pesar de lo excepcional que es, Bella carece de la disciplina y la práctica para controlar la sangre de sed que provoca la furia en estado puro. Silencio el razonamiento de Kate con una brusca reprimenda, separando los pies para ampliar mi base de apoyo en caso de que Bella intente pasarme, “Retírate un minuto, Kate.”

Aunque frunce el ceño frustrada, Kate se incorpora y baja la mano. Sabes que tengo razón, me lanza mentalmente. No puedes protegerla para siempre, Edward – ni siquiera de sí misma.

Quizá no. Pero de ninguna forma dejaré de intentarlo.

“Kate,” le llama Bella, su voz musical deformada por el sonido crispado del resentimiento. El suelo se mueve infinitesimalmente bajo su silencioso avance y mis terminaciones nerviosas se consumen en anticipación cuando su mano se posa en mi espalda. Ella respira más rápido que antes, como si estuviera sin aliento, y entonces ordena, “Otra vez. Sólo a Edward,” añade, la advertencia patente en su tono de voz.

Poniendo los ojos en blanco, Kate sale disparada hacia nosotros y apoya su mano en mi hombro. Y bien?

“Nada,” respondo con una sonrisa. Los dedos de Bella presionan con más fuerza mi piel, su respiración siseando a través de los dientes.

Con la mano aún apoyada en mi hombro, Kate amplifica la corriente eléctrica procedente de su cuerpo y pregunta, “Y ahora?”

“Nada.” Mi sonrisa se desvía a un lado mientras levanto una ceja con expresión petulante hacia ella.

Como si fuera una torre de alta tensión, la carga eléctrica que irradia a pocos centímetros de la piel de alabastro de Kate calienta la atmósfera que nos rodea a los cuatro. “Y ahora?” Su voz se oye tensa por el esfuerzo mientras canaliza una considerable cantidad de su poder hacia la palma de la mano.

“Nada en absoluto.”

Kate gruñe dándose por vencida y retrocede dejando caer la mano a un lado con un ruido sordo. Apenas consigo resistir el impulso de darme la vuelta y abrazar a mi Bella. Su intrépida determinación es una fuente inagotable de orgullo y admiración para mí, ojalá yo tuviera aunque fuese un poco de su espíritu indomable.

Fascinada por el resultado, Zafrina crea una ilusión en su mente y la proyecta hacia nosotros. “Podéis ver esto?” pregunta con su voz grave y gutural, mirándonos fijamente a los tres con sus ojos color rubí.

Niego ligeramente con la cabeza. “No veo nada que no debería ver.”

“Y tú, Renesmee?”

Ahora que mi hija y yo estamos juntos bajo el escudo de Bella, me doy cuenta de que puedo oír sus pensamientos de nuevo. Convencida de que esto es un gran juego, percibo la diversión de la pequeña cuando ella también sacude la cabeza hacia la vampira de piel oscura, rozando con la mejilla el cuello de su madre.

La presión que ejerce la mano sobre mi espalda se ha incrementado en los últimos segundos, como si Bella intentara sostenerse inclinándose sobre mí y su respiración rápida se ha convertido en un jadeo. Apenas puedo imaginar el hercúleo esfuerzo que está haciendo para mantener la barrera protectora a nuestro alrededor.

Estoy a punto de sugerir que se tome un descanso cuando Zafrina anuncia, su mente bullendo llena de especulaciones, “Que nadie se asuste. Quiero ver cuánto puede extenderlo.”

Y con eso, un telón deja ciegos a los miembros del grupo que rodea el pequeño campo de entrenamiento. Todos dejan escapar un jadeo, sorprendidos cuando su visión desaparece y me detengo un momento para filtrar de mi cabeza sus exclamaciones mentales.

“Levantad la mano cuando volváis a ver,” dice Zafrina al pequeño grupo y entonces mira a Bella con expresión seria y sin parpadear. “Ahora, Bella, a ver a cuántos puedes escudar.” Hace un gesto con la mano hacia los ansiosos vampiros repartidos por el claro.

Una bocanada de aire me acaricia la nuca cuando Bella deja escapar su aliento. La oigo apretar los dientes mientras se concentra y examino con gran atención los pensamientos de los demás, esperando cualquier indicación de que su escudo se ha expandido para incluir a alguien más.

Kate es la primera. Parpadea varias veces, enfocando su mirada en el manto de nieve, y levanta lentamente la mano, al mismo tiempo que Bella gime débilmente de alivio.

Es una auténtica maravilla cómo funciona el escudo mental de Bella. Cuando ella se apoya más en mi cuerpo, su respiración jadeante revolviéndome el pelo como una brisa tibia, le digo en voz baja, “Fascinante! Es como un falso espejo. Puedo leer todo lo que están pensando pero ellos no pueden alcanzarme detrás del escudo. Y puedo oír a Renesmee, aunque cuando estaba fuera no podía.” Un sonido pensativo vibra en mi garganta. “Apuesto a que Kate podría darme una descarga ahora, porque ella también está bajo el paraguas.”

Buscando rápidamente a través del barullo dentro de mi cabeza, siento una pequeña punzada de decepción porque la única mente que estoy desesperado por oír siga sin estar presente. “Aún así no puedo oírte…” admito, entrecerrando los ojos al considerar las probables razones de su continuado silencio. “Hmmm, cómo funciona? Me pregunto si…” Quizá haya otra capa que protege su mente – una barrera secundaria que actúa involuntariamente para salvaguardar su consciencia frente a cualquier ataque o invasión. Supongo que tiene sentido.

Un momento después, Garrett levanta la mano, con una ligera media sonrisa en su cara. Zafrina asiente satisfecha y le ofrece un cumplido a Bella, “Muy bien. Ahora…”

Un grito ahogado interrumpe la afirmación de Zafrina y de repente mi visión desaparece, junto con la de los otros tres que Bella había estado protegiendo. Renesmee entra en pánico, llorando y pidiendo ayuda mentalmente; Bella resopla con fuerza y los pensamientos asustados de nuestra hija se desvanecen cuando la habilidad de su madre vuelve a protegerla de la ilusión.

“Puedes darme un minuto?” suplica Bella, sonando completamente agotada – aunque, por supuesto, esa extenuación es puramente mental. Casi toda la longitud de su esbelto cuerpo está apoyada contra el mío, buscando apoyo y su mano se desliza de mi espalda mientras deja escapar un suspiro.

“Por supuesto,” Zafrina disipa su ilusión de inmediato tras aceptar la petición de Bella y todo el mundo comienza a relajarse cuando su visión vuelve con tanta facilidad como apretar un interruptor en una habitación a oscuras.

Desconcertados por el momento de debilidad que han sufrido durante el experimento de Zafrina, nuestra audiencia murmura en voz baja mientras abandona el campo. Me doy la vuelta y me acerco a Bella, nuestros hombros tocándose, y me inclino para besarle en la cabeza. Cuando estoy a punto de decirle lo increíble que es por haber hecho un progreso así en tan poco tiempo, oigo la mente de Garrett inflamándose de curiosidad. Mis ojos vuelan hacia él justo cuando la llama, “Kate.”

“Yo no lo haría, Garrett,” le digo como advertencia, viendo lo que planea a través de sus pensamientos.

Él me ignora, sus iris de color escarlata encendidos cuando camina hacia Kate, apretando los labios mientras reflexiona. Ella le observa acercarse enarcando las cejas. “Dicen que puedes tumbar a un vampiro,” comenta.

Apenas reprimo un bufido desdeñoso. Qué piensa que he estado aguantando los últimos tres días, por no mencionar las últimas cinco horas? Tan sólo quiere una excusa para hablar con la esbelta rubia; siente mucha más curiosidad por ella en general que por su don.

Kate, apreciando su interés y toda una maestra en el arte del flirteo, asiente una vez. “Sí,” una sonrisa astuta se dibuja en sus labios y ella levanta la mano, moviendo los dedos mientras pregunta traviesa, “Sientes curiosidad?”

Encogiéndose de hombros, él le contesta sin darle importancia, “Es algo que no he visto nunca.” Sé que se estaba reprimiendo con Edward, murmura para sí. Pero aún con todo…”Parece que tiene que ser una exageración…” se interrumpe, mirándola con expresión vacilante.

En un parpadeo, la expresión de Kate pasa de la provocación burlona a la completa seriedad. “Quizá. Quizá sólo funcione con los jóvenes o los débiles, no estoy segura.” Una idea malvada se materializa en su mente y, aunque controla su apariencia exterior, por dentro está cacareando de alegría. “Sin embargo, tú pareces fuerte,” le dice a Garrett, halagándole con ojos brillantes. “Tal vez tú podrías soportar mi don.” Kate extiende la mano con la palma hacia arriba y mira expectante al vampiro con el pelo de color arena. Los labios de ella tiemblan apenas perceptiblemente mientras reprime una sonrisa, convencida de que Garrett va a caer y reúne una potente dosis de su talento en la mano que tiene tendida.

Seguro de sí mismo como siempre, Garrett le dedica una amplia sonrisa, con la intención de aceptar su reto. Con su dedo índice le toca en la palma de la mano.

La explosión de electricidad inunda su cuerpo y él jadea mientras se le doblan las rodillas. En menos de un segundo, todas sus fibras nerviosas quedan temporalmente entumecidas y él se cae de espaldas – una estatua inmóvil. Su cabeza golpea contra una desafortunada roca de granito, que se fragmenta con un gran crujido. Bella se encoge ligeramente a mi lado; puede resultar inquietante presenciar cómo se debilita a un inmortal. No obstante, intenté advertirle.

“Te lo dije,” mascullo en voz baja al vampiro tendido en el suelo cubierto de nieve.

Transcurren varios segundos, marcados por el temblor en los párpados de Garrett y sus pensamientos atónitos. Kate estira el cuello para mirar hacia abajo, con una sonrisa satisfecha en su pálido rostro y apoya las manos en las caderas, cerniéndose sobre Garrett como un guerrero victorioso.

Él abre los ojos de golpe, abriéndolos mucho, sobrecogido al mirar al primer vampiro – y la primera mujer – que ha conseguido noquearle. “Guau,” suspira con una sonrisa.

La sonrisa de Kate se empaña y levanta una ceja, escéptica. “Te ha gustado?” pregunta, su tono de voz dando a entender que cuestiona su cordura.

“No estoy loco,” le asegura él riéndose y sacude la cabeza mientras se pone de rodillas, “pero eso ha sido increíble!”

“Eso he oído,” Kate retrocede medio paso, dejándole espacio para que se ponga de pie, recorriendo con la mirada su cuerpo mientras considera la posibilidad de que su mutuo interés sea algo más que el de unos conocidos. Me gusta, declara después de un minuto más o menos.

Pongo los ojos en blanco. Por un fugaz y dichoso momento, había olvidado que vivir con el clan de Denali es como compartir habitación con una pandilla de hermanas de la caridad.

Un estallido de sorpresa y sospechas llena inesperadamente mi cerebro mientras se escucha un murmullo de voces desde la fachada principal de la casa. Intentando distinguir algo en medio del caos, oigo a mi padre preguntar con voz preocupada y llena de incertidumbre, “Os envía Alice?” Antes de que haya terminado de hablar, me llama mentalmente, Edward, entra en casa.

Todo a mi alrededor se vuelve un borrón de colores apagados mientras entro corriendo por la puerta trasera, rebasando a Tanya y a Siobhan en el proceso. Carlisle está de pie junto a la entrada principal, con una postura tensa, dirigiéndose a dos figuras vestidas de negro.

Sin detenerme, alcanzo sus mentes mientras paso entre la multitud reunida en la sala de estar para unirme a Emmett, que se ha situado a la defensiva por detrás de nuestro padre.

La tensión en la sala es palpable cuando Bella trae a Renesmee a través de la pequeña multitud, directa hacia Carlisle y yo en la entrada. Aunque no aparto mi atención de los dos rumanos, advierto con sombría satisfacción que la mayor parte de los vampiros que nos rodean desconfían profundamente de los recién llegados – y sé por sus pensamientos y los sutiles movimientos de la madera del suelo, que Carmen, Tanya, Zafrina y Senna han adaptado sus posiciones para formar un amplio círculo protector en torno a mi mujer y mi hija.

“Bueno, bueno, Carlisle,” comenta el moreno, sonriendo al ver a la niña de rizos de color bronce, firmemente sujeta en los tensos brazos de Bella. “Habéis sido traviesos, verdad?”

“Ella no es lo que tú crees, Stefan,” dice enseguida mi padre.

“Y en cualquier caso no nos importa,” el rubio pasa su mirada de Renesmee a Carlisle, levantando ligeramente sus cejas de color ceniza, “como hemos dicho antes.”

Sus mentes están completamente sincronizadas en este punto: sinceramente, no les preocupa en absoluto si hemos roto el tabú de crear un niño inmortal o no. Los vampiros rumanos siguen la regla de que el fin justifica los medios. Si nuestra supuesta infracción de las leyes conduce a los Volturi a enfrentarse a nosotros, entonces Vladimir y Stefan lo utilizaran en su beneficio. No nos desean ningún mal…pero es extremadamente discutible si se aliarán o no con nuestra familia si la situación llega a un enfrentamiento.

Dado que no contradigo sus palabras, Carlisle declara firmemente, “Entonces sed bienvenidos para observar, Vladimir, pero en absoluto pensamos desafiar a los Volturi, como hemos dicho antes.” Su rostro se vuelve duro mientras habla y sus ojos son fragmentos helados de topacio pulido.

Extrañamente divertido por el fervor de Carlisle y la exacerbada actitud protectora que todos parecen tener hacia Renesmee, Stefan comenta a la ligera, “Entonces, habrá que cruzar los dedos.”

“Y esperar a tener suerte,” concluye Vladimir con una sonrisa enigmática.

Esperanza. Se ha convertido en una fuerza permanente desde que llegaron nuestros primeros testigos. Finalmente, hay un total de veintiocho vampiros residiendo en la Península de Olympia – el mayor grupo de los de nuestra especie colaborando entre sí de la historia, con la excepción de los Volturi.

La esperanza comienza a tejer su embrujo en la mente de todos, susurrando palabras de ánimo mientras Bella practica con su escudo y Benjamin hace que el viento se arremoline formando un ciclón – mientras Renesmee continúa con su ritmo acelerado de crecimiento – incluso mientras los rumanos observan todos nuestros movimientos en silencio, convencidos en su fuero interno de que tenemos los recursos para destronar a sus odiados enemigos.

Y mi esperanza…mi esperanza reside en Bella.

A pesar de que deseo por encima de cualquier cosa preservar la vida de nuestra hija y las vidas de nuestra familia, no puedo pretender que la esperanza de obligar a escuchar a los Volturi es una garantía de supervivencia – he sido un cínico durante demasiado tiempo como para aferrarme demasiado a una esperanza tan frágil.

No, la esperanza de la que estoy comenzando a depender es la promesa de un para siempre con Bella. Aunque una parte de mí sigue dudando de que yo pueda ser digno algún día del cielo – y es seguro que mi única definición de cielo incluye a Bella – no puedo ignorar el hecho de que ella y yo hemos pasado juntos por tantas pruebas y resurgido más fuertes. Incluso cuando estuve convencido de que ella había muerto, de algún modo, nos volvimos a encontrar otra vez.

Bella me confió su alma en el momento en que se sentó en el único asiento libre de una clase de Biología; yo le di la mía, tal como es, en una noche sin luna cuando ella susurró mi nombre en sueños.

Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos…así que cómo podría mi alma ser arrojada al abismo más profundo del infierno, cuando la suya la ha completado? Lo que se ha unido formando un todo nunca puede ser separado.

Näive, tonto, indigno de ella, me susurra el espectro de la duda.

Entonces, que así sea.

Prefiero ser un tonto näive que cree en una esperanza ilógica que afrontar la posibilidad de una eternidad baldía sufriendo sin Bella – mi ángel, mi sol de medianoche.

Todos tenemos esperanza en algo. Sin ella, el mundo no tendría razón de ser. Nuestras esperanzas son tan distintas como nosotros mismos pero es el sentimiento que nos une, que nos hace sentir vivos.

Así que tenemos esperanza.

A veces, es lo único que podemos hacer.


2 comentarios:

  1. Grandioso muchas gracias .. espero con ansias los capitulos faltantes...
    Melyssita

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  2. Mañana día 10 saco el siguiente. Falta revisarlo un poco pero está listo!

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