martes, 20 de octubre de 2009

METAMORFOSIS. Capítulo 2: Primera Caza

Ya sabéis que estamos traduciendo la increíble obra de LivesAmongTheStars, METAMORPHOSIS.



2. Primera Caza

Mientras guío a Bella hacia la gran ventana rectangular que está frente a la puerta, puedo sentir su leve resistencia en la forma en que agarra mi mano y la confusión que emana de su cuerpo tenso.

Con la mano que tengo libre, levanto la enorme hoja de cristal y descorro las cortinas de gasa mientras le sonrío a mi mujer. “Después de ti.” Hago un gesto hacia el nuboso cielo azul grisáceo describiendo un arco con la mano.

Bella me mira fijamente, con inexpresiva incomprensión en su pálido rostro en forma de corazón, durante dos segundos – que es bastante tiempo para un vampiro – pero, por supuesto, todo es nuevo para ella y se está adaptando a la sobrecarga para los sentidos.

Ella se inclina sobre el alféizar de la ventana, su mano apretando apenas perceptiblemente la mía y la brisa revuelve su cabello oscuro mientras mira hacia abajo.

“Por la ventana?” pregunta con incredulidad.

Espero a que sus ojos, muy abiertos, abandonen el exuberante césped color esmeralda salpicado de piedras para mirar hacia mí antes de hablar. “Es la salida más cómoda” Suavizo mi sonrisa para tranquilizarla, junto con mis palabras. “Si tienes miedo, puedo llevarte en brazos.”

Emmett se ríe entre dientes, aunque sus pensamientos no son ni mucho menos tan silenciosos. Las risas de mi hermano resuenan en mi cabeza como el sonido grave de las campanas de una iglesia.

Bella parece no advertir su estallido de risa; aunque no hubiera podido captarlo con sus oídos humanos, ahora puede oírlo con seguridad – pero, de nuevo, no tengo forma de saberlo a ciencia cierta sin llamar la atención – así que decido no reaccionar, manteniendo mi atención centrada exclusivamente en Bella.

Ella clava sus ojos escarlatas llenos de dudas en mí. “Tenemos toda la eternidad y te preocupa lo que tardaríamos en llegar a la puerta de atrás?”

Su forma de expresarse es una continua fuente de sorpresas para mí. Un breve estremecimiento recorre mi sistema nervioso al darme cuenta de que ahora tengo hasta el fin de los días para ir recogiendo cada palabra de Bella, almacenando cada una de ellas en mi infalible memoria.

Pero, a pesar de todo, me acuerdo del precario y afilado precipicio por el que estamos pisando, entre las salvajes e incontrolables tendencias naturales de un neófito y la inconfundible tentación que representan dos corazones latiendo en la casa de una familia de vampiros.

La preocupación ensombrece mi voz cuando le respondo, “Renesmee y Jacob están en el piso de abajo…”

“Oh.”

Sus ojos brillan, iluminados por alguna desconocida luz interior; he llegado a reconocerlo como un signo externo de la intuición de Bella estableciendo una conexión en su cabeza, casi como si estuviera uniendo las piezas de un puzle.

Ojalá pudiera experimentarlo con ella tan sólo una vez.

El destello tras sus iris rojos se apaga y su expresión cambia ligeramente, llena de preocupación. “Está Renesmee…bien…con Jacob ahí?” dice en un susurro que queda flotando sobre la brisa que mece las cortinas. “A él no le gusta mucho.”

Gustarle? Eso es el eufemismo del año, sólo que no como ella cree. A Jacob no le gusta Renesmee – está cautivado por ella, un prisionero voluntario de todos sus deseos y caprichos.

Da igual que trate de dejar la idea a un lado, de evitar que empañe este momento con mi esposa, el irrefutable vínculo de ese perro con nuestra hija, vuelve a filtrarse en mi mente como una continua nota amarga en un nocturno.

Tal vez debería decírselo ahora. Tiene tanto derecho, si no más, que yo de saber qué clase de criatura está con…

No. Aún no.

Hice una promesa. Y por más que me pese, soy un hombre de palabra.

Sin embargo, aprieto los labios para luchar contra las palabras que amenazan con salir por mi boca, comentando en lugar de eso, “Confía en mí, ella está completamente segura. Sé exactamente lo que está pensando Jacob.”

“Por supuesto,” dice Bella en voz baja, y sus ojos regresan al césped bajo la ventana, una pequeña arruga formándose entre sus cejas.

Con la esperanza de poder aliviar su evidente aprensión, la desafío con una sonrisa burlona, “Ganando tiempo?”

“Un poco.” Levanta la mano y se coloca un mechón de pelo detrás de la oreja – y yo gruño para mis adentros por haber perdido una excusa para tocarla. “No sé cómo…” se detiene y su mirada vuela hacia mí, al grupo de silenciosas siluetas detrás de nosotros y a su formal atuendo en unos segundos.

Le aprieto la mano y la suelto con suavidad. “Mírame.”

Con los pies en el alféizar, le lanzo una breve sonrisa por encima del hombro y doy un paso hacia el vacío.

Como un millón de veces antes que ésta, el aterrizaje es suave e increíblemente fácil, igual caminar en una superficie plana más que saltar desde un segundo piso.

La silueta de Bella es visible en el piso de arriba, junto al marco de la ventana, como si necesitara apoyarse para mantener el equilibrio. Toma aire rápidamente e imita mi caída a la perfección.

Salvo que la suya es infinitamente más hermosa.

Como una graciosa hoja de otoño flotando hacia el suelo, su cabello y su vestido arremolinándose sinuosamente en torno a ella como corrientes de agua, Bella aterriza en el césped junto a mí sin esfuerzo. Sonriente como un niño ilusionado, afirma con seguridad, “Bien. Fácil.”

Le devuelvo la sonrisa; no me puedo resistir a la alegría que encierra su expresión. Y sé con exactitud cuánto le va a complacer lo que estoy a punto de decir. “Bella?”

Vuelve la cara, aún mirando hacia la ventana maravillada, “Si?”

“Eso ha sido muy elegante, incluso para un vampiro.”

Y en su expresión encantada, es como si brillara el sol. “Elegante” no es un término que Bella, o en realidad casi nadie, utilizaría refiriéndose a algo que ella hiciera.

Pero lo que mi familia y yo acabamos de presenciar es una prima ballerina ejecutando un salto impecable en el último pas de deux de Romeo y Julieta.

Y si esa bailarina hubiera estado mirando, se habría muerto de envidia.

“Gracias” exclama con profunda gratitud.

Bella se quita los zapatos grises de tacón que Alice había insistido en que llevara – “Son los únicos que hacen juego con el vestido, y son de Channel, Edward! Sabes cuántas mujeres matarían por tener estos zapatos?” – y los lanza uno a uno a través de la ventana abierta.

Mi hermana atrapa el zapato izquierdo en pleno vuelo, justo antes de que el tacón de doce centímetros se clave en la madera del suelo, y arranca el derecho de manos de Jasper. “Su sentido de la moda no ha mejorado tanto como su equilibrio.” refunfuña decepcionada. Pero tengo tiempo de sobra para convertirla a mi forma de pensar, añade mentalmente. Acabará compartiendo mis ideas.

Lo que, sinceramente, espero que tarde mucho tiempo en ocurrir. Si es que ocurre.

Extiendo la mano para tomar la de Bella. Aunque su piel está a la misma temperatura que la mía, el punto donde ambas se tocan sigue abrasándome como una llamarada incandescente, lamiendo mis terminaciones nerviosas.

Concéntrate, Edward, advierte Jasper en mi cabeza, junto con mi propio sentido común. Siguiendo su consejo, dejo a un lado esta sensación eléctrica – por el momento – y salgo volando hacia el río. Bella sigue mis pasos con facilidad.

Nos detenemos en la orilla, el agua lanza destellos apagados de jade y topacio bajo la cubierta gris de nubes. Bella, ajena al agreste esplendor que nos rodea, pregunta con ojos brillantes, llenos de excitación, “Vamos a nadar?”

La imagen fugaz de una diosa empapada de cabellos oscuros vestida en seda mojada ocupa mi mente. Mientras apenas estoy contemplando esa idea fascinante, Alice chilla en mi cabeza, Edward, ni se te ocurra! Ese vestido es único!

Porque es mi hermana – la única amiga capaz de entenderme que he tenido, antes de conocer a Bella – cumpliré su petición, en realidad bastante enérgica. Pero juro que ésta es la última vez que hago una concesión con la fijación de Alice con el atuendo de mi esposa.

Miro de reojo a Bella, ofreciéndole una media sonrisa despreocupada. “Y arruinar tu precioso vestido? No.” Alice transmite excesivamente su gratitud a través de sus pensamientos; dejo de escucharla después de la vigésima vez que repite “Gracias”.

“Saltaremos” termino de explicar, observando su cara en busca de algo que me desvele lo que pasa por su silenciosa mente.

Ella se muerde los labios – una costumbre que me distrae por completo – y estudia la distancia a la otra orilla con mirada cautelosa. “Tú primero” dice, soltándome la mano con suavidad.

Le acaricio la mejilla con las yemas de los dedos y me obligo a retirarme mientras una corriente de calor abrasa mi ser. Retrocedo dos pasos, sintiendo todo el tiempo la penetrante mirada de Bella en mí, mientras me lanzo hacia delante y cruzo de un salto la corriente de agua, con el viento silbando en mis oídos. En el último segundo, me hago un ovillo en una fluida voltereta, aterrizando con facilidad entre el denso follaje de la otra orilla.

“Fanfarrón” murmura Bella y se me escapa una risa entre dientes. A través de las hojas, veo cómo ella se aleja de la orilla, dejándose mucho más espacio del necesario para dar un salto tan corto e inhala profundamente.

Adelanta una esbelta pierna para dar su primer paso, cuando el repentino sonido de una tela rasgándose la deja helada. Baja la mirada hacia su vestido, horrorizada. Un largo triángulo de suave y pálida piel brilla sobre su muslo y mi opinión sobre el vestido de Bella mejora de forma espectacular.

Alice gruñe mentalmente, consternada, mientras Bella rasga la seda azul claro de la otra pierna, liberándose de las ajustadas costuras. Apretando los dientes, mi hermana se queja amargamente en sus pensamientos mientras se oyen las carcajadas desde la casa.

Reconozco los ladridos de la risa ronca del perro que resuenan bajo las carcajadas de nuestra familia; sus pensamientos captan mi atención brevemente.

Sigue siendo Bella. Supongo que el chupasangre tenía razón, después de todo.

Poniendo los ojos en blanco hacia las pesadas nubes, agito la cabeza con irritación. Definitivamente, Jacob no es el perro más brillante de la manada.

Hago desaparecer sus pensamientos de mi mente al instante, abriéndome paso rápidamente a través de la maleza, de vuelta al río. “Bella?” la llamo, mientras sigo avanzando. “Quieres mirar otra vez?”

Ella coge aire una vez, y después cruza saltando en el aire como un pájaro en pleno vuelo. Me quedo atónito cuando ella planea, tan etérea como un espectro en el bosque sombrío y voy tras ella corriendo, siguiendo el rastro de su risa entusiasmada.

Recorriendo con la vista los árboles cercanos, localizo el rostro de Bella, con una sonrisa eufórica, sobre la rama de un abeto, guardando perfecto equilibrio con los pies descalzos sobre la rugosa corteza. Cuando me detengo junto al tronco, ella salta con grácil precisión, y llega con destreza a mi lado sin hacer apenas ruido. “Lo he hecho bien?” pregunta, con la respiración agitada por la excitación mientras sus ojos brillan como rubíes tallados.

“Muy bien” respondo enseguida, pero mi voz no suena del todo bien – saturada de la profunda sorpresa que me ha asaltado durante la primera incursión auténtica de Bella en la capacidad física de un vampiro. No estoy seguro de por qué es tan asombroso para mí - no es como si no hubiera visto nunca las increíbles hazañas de un neófito, posibles gracias a su fuerza absoluta.

No, creo que es porque esta neófita en particular es mi Bella. Bella, que nunca se ha visto a sí misma como algo fuera de lo común – tan sólo una cara más entre la multitud – ha conseguido una vez más desconcertar a un vampiro de ciento diez años por el mero hecho de ser ella misma.

No puedo entender cómo pude en algún momento ver a esta increíble y exquisita criatura como una niña insignificante.

“Podemos repetirlo?” su voz interrumpe mis aturdidos reflexiones, estremeciéndose casi con entusiasmo infantil al tiempo que se inclina hacia delante, preparada para lanzarse de cabeza al bosque.

Reprimo la sonrisa divertida que amenaza con extenderse por mi cara, repitidiéndome en silencio que yo soy el vampiro adulto y necesito mantener fija la atención de Bella en la tarea que nos ocupa.

“Concéntrate, Bella -” la miro de reojo. Ella contempla el río con avidez y mis músculos se tensan espontáneamente, preparándose para detenerla en caso de que elija correr “- estamos en una expedición de caza.”

Ella parpadea, irguiéndose casi al instante y me ofrece una expresión arrepentida. “Oh, bien.” Asiente con la cabeza una vez, de acuerdo. “De caza.”

No puedo soportar ver consumiéndose el brillo de la anticipación que ilumina sus ojos, así que doy un largo e intencionado paso alejándome de ella y orientando mi cuerpo hacia las oscuras sombras de los ancianos árboles. Le sonrío, sintiendo el entusiasmo de la competición como un zumbido eléctrico en mi cerebro y la provoco en broma, “Sígueme…si puedes.” Y desaparezco a la carrera, la euforia impulsando mis piernas a moverse más rápido cuando detecto las pisadas de Bella ganando terreno tras de mí.

El sonido de su risa es embriagador, unido a su aroma floral único, de Fresia empapada por la lluvia, y ella corre a mi lado, con los mechones castaños de su fragante cabello ondeando como la estela de un cometa.

Acorto las zancadas a propósito, permitiendo que Bella tome la delantera. Nunca ha sido muy buena en cuanto a la actividad física; merece darse cuenta de que ahora puede dejar atrás a cualquier atleta olímpico sin ningún esfuerzo.

Y además, la vista es mucho mejor desde atrás.

A pesar de las numerosas décadas de lectura y estudio sobre distintos temas de arte y literatura, soy incapaz de encontrar una referencia adecuada con la que comparar la gracia y belleza de Bella. Todo lo bueno y puro de ella como humana se ha traducido a la perfección en su encarnación como vampira: su rostro expresivo, el brillo de intuición en sus ojos, su rápido ingenio y su naturaleza bondadosa – incluso su aroma. Todo esto y mucho más, unido para crear el ángel inmortal que corre vertiginosamente por delante de mí.

Y ella es mía.

La oleada de deseo que acompaña a esta revelación hace que pierda brevemente el equilibrio y bajo el ritmo aún más, el ruido ensordecedor del viento en mis oídos amortiguado en un débil murmullo.

Contrólate, Edward, me regaño internamente y saboreo el aire que se arremolina entre la vegetación. Dándome cuenta de dónde estamos – y cuántos kilómetros hemos recorrido ya – la llamo lacónicamente, “Bella,” y me apoyo en el abeto más cercano.

Transcurre un segundo entero, y después otro. Antes de que pueda lanzarme a seguir su rastro, ella aparece de un salto a mi lado, su rostro encendido con expectación. Sonrío, enarcando una ceja. “Quieres quedarte en el país? O tenías pensado seguir hasta Canadá esta tarde?”

“Así está bien,” responde despreocupada. Su mirada se vuelve cálida cuando su atención vuela por mi rostro, deteniéndose por un momento en mis labios…y más que nunca, deseo rendirme al maremoto de deseo que arrastra inexorablemente mi conciencia, reduciendo mi atención hasta que únicamente soy consciente de Bella. Bella – mi esposa, mi alma gemela – que ya no es frágil…y su aroma continua siendo tan deliciosamente sublime…

“Qué vamos a cazar?” su pregunta envía una sacudida de razón a través de mi confuso cerebro y el fuego que siento en la garganta se reaviva al pensar en sangre, cálida y fresca.

“Ciervo” le respondo en voz baja “He pensado en algo fácil para tu primera vez…” entrecierra los ojos, enmarcados por espesas pestañas, al oír la palabra “fácil” y mi explicación se desvanece en el silencio.

Ella traga saliva, incómoda, alterando su expresión levemente por el dolor que le causa la sed y empieza a recorrer el pequeño claro con la mirada. “Dónde?” reclama impaciente, los músculos de sus extremidades tensos como las cuerdas de un piano.

“Espera un minuto” la tranquilizo y pongo suavemente las manos sobre sus hombros en tensión. La electricidad baila en mis dedos ante la sensación de su piel sobre la mía – y, a juzgar por el repentino silencio, ambos hemos dejado de respirar como resultado de este inocente contacto.

“Ahora cierra los ojos.” Mi voz suena ronca, en un susurro. Lo advierte ella? Lucho mentalmente contra el deseo que me atenaza. Tengo que estar concentrado, o los dos estamos en serio peligro de olvidarnos de la caza y pasar a…otras actividades.

Bella obedece la petición que le he murmurado, sus párpados color lavanda brillando débilmente en la tenue luz. Porque no puedo resistir más y para aplacar la creciente hambre que siento en la boca del estómago y que no tiene nada que ver con la sangre, levanto las manos para enmarcar su rostro con ellas.

Mientras acaricio sus mejillas con los pulgares, su respiración se acelera – y yo rechazo la oleada de emoción utilizando el rígido autocontrol que he desarrollado a lo largo de nuestra relación.

Céntrate. Ahora eres su profesor, no su marido. No dejes que sufra más por la sed.

Repitiendo incesantemente en mi cabeza este mantra, la dirijo suavemente. “Presta tención. Qué puedes oír?”

Ella frunce el ceño, apretando los labios hasta que forman una línea firme. Después de unos cuantos segundos, su mandíbula se tensa bajo mis manos y sé que los ha oído incluso mientras pregunta aún con los ojos cerrados, “Junto al río, al noreste?”

Mis labios se curvan en una ligera sonrisa de aprobación. “Sí. Ahora…espera a la brisa otra vez y…” la fría brisa me revuelve el pelo que cosquillea en mi frente y agita las hojas en la espesura del bosque. “Qué puedes oler?”

Ella coge aire, lenta y profundamente, a través de la nariz. Puedo ver los pensamientos que cruzan su adorable rostro, mientras saborea el aire con sus agudizados sentidos, analizando las distintas esencias traídas por el viento.

De repente, Bella arruga su preciosa nariz. Me río con cariño de su expresión. “Lo sé – lleva un tiempo acostumbrarse.” La sangre de los animales sacia nuestra sed pero no es ni con mucho tan apetecible como la humana. El pequeño grupo de ciervos que hemos elegido como presa es una comida fácil – “comida rápida” para vampiros, como a Emmett le gusta tanto decir. Pero, mientras que la comida rápida de los humanos a veces se compara con uno de los siete pecados capitales, para un vampiro equivale a nuestra versión del niño al que obligan a comerse el plato de verdura antes de levantarse de la mesa.

Bella arquea sus cejas oscuras sobre los párpados cerrados. “Tres?” pregunta esperanzada.

“Cinco” le aclaro, después de recuperarme de la distracción causada por su aliento acariciándome suavemente la cara. “Hay dos más detrás en los árboles.”

Frunce el ceño, insegura. “Qué hago ahora?”

“Qué te apetece hacer?” replico, sonriendo ampliamente.

Su pecho se eleva y desciende en otra profunda respiración. La sedosa y pálida piel de su garganta y brazos desnudos empieza a tensarse y los músculos por debajo se contraen mientras su cuerpo reacciona ante los instintos que rivalizan por tomar el control de su mente. Y entonces, sus ojos se abren de golpe, revelando los iris de intenso color fuego de Bella.

“No lo pienses.” Aunque un dolor sordo florece en mi pecho, dejo que mis manos se deslicen hacia abajo, dejándole espacio para moverse. Ella va a cazar y yo observaré – cuidando de ella como siempre he hecho – y después, me ocuparé de mi propia sed ardiente. Le ofrezco una última sugerencia, murmurando con tono solemne, “Sólo sigue tus instintos.”

Todo rastro de inseguridad desparece de los ojos de Bella, oculto tras un destello calculador de depredador que he visto innumerables veces en las familiares caras de mis hermanos. Ella se dirige hacia el noreste, tan rápida y silenciosa como un espectro, y yo sigo de cerca sus pasos.

Deteniéndose entre la baja cubierta de helechos en el extremo del claro, flexiona su ágil cuerpo, agazapándose; sus movimientos son sinuosos, como una leona al acecho, totalmente concentrada en su presa. Se eleva apenas un milímetro sobre la punta de los pies, preparada para saltar – cuando una ráfaga de viento procedente del sur nos golpea a los dos.

Sólo necesito una fracción de segundo para reconocer el aroma traído por el viento. El fuego en mi garganta se intensifica, como si echaran gasolina a un incendio y un flujo de veneno inunda mi boca. Una oleada de deseo me recorre, gritándome que siga ese delicioso olor hasta su origen pero es rápidamente aplastada por una gélida corriente de terror.

Bella cambia su dirección en pleno salto, girando hacia el sur – obligada por la irresistible atracción de la sangre humana fresca. Se lanza hacia el bosque, dejando una imagen borrosa y pálida a su paso.

Dedicándome todos los insultos que puedo recordar en una variedad de lenguas, corro tras ella, preparándome para cualquier contingencia. No dudo en lo más mínimo que pueda alcanzarla – soy el más rápido de mi familia, después de todo. El problema es que no tengo ni idea de cómo va a reaccionar ella a mi persecución. Sus instintos parecen estar gobernando su mente por el momento, pero eso es sólo una conjetura.

Y no hay forma de que yo pueda detener a un neófito por mi cuenta…

Ella gira tan sólo un poco la cabeza. Un salvaje y brillante iris rojo me mira por debajo de ondulantes cabellos oscuros y enlentece su ritmo.

Que es la reacción que yo esperaba.

Alargo las zancadas, volando sobre raíces retorcidas y espesa maleza. Pronto, sólo nos separa un metro de distancia.

Ella se da la vuelta, enseñando los dientes, y ruge. Es un sonido animal, carente de toda razón – y tan increíble que lo haya emitido mi mujer que me quedo helado medio segundo en estado de shock. Shock que aumenta ligeramente cuando veo apagarse la ferocidad en los ojos color escarlata de Bella, disipada por un destello de sorpresa.

Una suave brisa hace susurrar las hojas sobre nosotros. Afortunadamente, sopla con dirección este y está cargada tan sólo con el rico aroma de la tierra húmeda y la fragancia de una tormenta en ciernes.

El gruñido aún altera la expresión de la boca perfecta de Bella, su cuerpo tenso a la defensiva. Yo permanezco inmóvil, con los brazos levantados y algo extendidos hacia delante – preparado para contenerla, en la medida en que pueda.

Su fiera expresión desaparece y su columna se endereza casi a la fuerza, adoptando una postura erguida. Hay un matiz de consternación atemorizada en su rostro y ella parpadea una vez, observándome con los ojos muy abiertos. Lentamente, doy un paso hacia ella mientras bajo los brazos. Se nota que no está respirando.

En ese instante, no sé cuál de los dos está más sorprendido. Ella parece estar impresionada por haberse vuelto contra mí instintivamente, defendiendo su presa – y yo estoy atónito por la posibilidad de que ella, de alguna manera, entienda lo que le está sucediendo, por qué se ha sentido atraída por el aroma procedente del sur y contenga la respiración para evitar la tentación de seguirlo.

“Tengo que irme de aquí,” dice con los dientes apretados, los pequeños puños fuertemente cerrados.

Sin dar crédito, me quedo con la boca abierta ante sus palabras y la fuerte determinación en la expresión de su rostro. “Puedes hacerlo?” consigo articular con mis labios de piedra.

Ella vacila durante otro segundo, con una pregunta no formulada en sus ojos – y, una vez más, una de las constantes de mi existencia se abre paso hasta mi mente: qué está pensando?

Bella me saca de mis reflexiones cuando sale corriendo hacia el norte a toda velocidad dejándome atrás, casi como si huyera del aroma de los humanos que, definitivamente, están en el sitio equivocado y en el momento menos oportuno.

Salgo tras ella, manteniendo su esbelta silueta a la distancia de un salto, pero al mismo tiempo dándole espacio para recuperar el control. Una severa reprimenda, dirigida sólo contra mí mismo, fluye incesante en mi cabeza. Debería haber inspeccionado la zona antes de dejar libre de caza a Bella. Si llega a matar a alguno de esos infelices, mi familia y yo la hubiéramos perdonado, achacándolo a la indómita sed de un neófito. Pero Bella…ella nunca se habría perdonado por tomar la vida de otro, independientemente de que las circunstancias estuvieran o no fuera de su control.

De repente, ella se detiene, tan inmóvil como una estatua de mármol. En mi sorpresa, paso de largo; antes de que el aire que levanto a mi paso haya apenas agitado las hojas secas del suelo, me he dado la vuelta, deslizándome hasta quedar frente a mi mujer.

Posando las manos sobre sus hombros, contemplo sus brillantes iris rojos sin pestañear. “Cómo has hecho eso?” le exijo, aún completamente estupefacto.

Bella responde con otra pregunta – una que no tiene absolutamente nada que ver con la situación actual. “Antes me has dejado ganar, verdad?”

Me encojo de hombros negando con la cabeza en una evasiva. La expresión indignada que aparece en su preciosa cara es adorable, sin duda – el gatito que se cree un tigre finalmente se ha convertido en uno – pero rechazo la distracción. Así que vuelvo a preguntarle, “Bella, cómo lo has hecho?”

Ella me mira inexpresiva, “Salir corriendo? Contuve la respiración.”

La irritación se filtra en mi cerebro junto con el shock. Lo juro, uno de los principales objetivos de su existencia debe ser averiguar si puede volverme loco. “Pero cómo abandonaste la caza?” especifico, buscando en sus ojos alguna clave para el misterioso funcionamiento de su mente.

La incomprensión de su rostro se convierte en una expresión avergonzada y abre mucho los ojos, suplicante. “Cuando viniste detrás de mí…lo siento.”

Cada observación que tenía pensado hacer, se evapora al instante, ahogada por la aplastante necesidad de consolarla y tranquilizarla, de dejarle meridianamente claro que nada de esto es culpa suya.

Me acerco a ella, estrechando con suavidad sus hombros de aspecto engañosamente frágil y le susurro, “Por qué me pides perdón? Yo soy el único que ha cometido una terrible imprudencia.” Sacudo la cabeza, consternado por mi propio descuido. Vaya con el vampiro adulto. “Di por hecho que no habría nadie tan alejado de los senderos, pero debí comprobarlo primero. Qué error tan estúpido!” Suavizando mi expresión y pronuncio con cuidado mis siguientes palabras, con la esperanza de que ella las tome en serio. “no tienes nada por lo que disculparte.”

El rostro de Bella es una pálida máscara de angustia. “Pero te he rugido”! exclama, como si eso me disculpara por haber estado a punto de ponerla en peligro – no físico, por supuesto, sino emocional.

Una tímida sonrisa curva la comisura de mis labios. Siempre la mártir, mi Bella. “Por supuesto que sí” la tranquilizo dulcemente. “Es algo instintivo. Pero no entiendo cómo pudiste salir corriendo” Mi frente se arruga respondiendo a mi perplejidad. Sé lo que debería haber ocurrido: una vez que Bella captara el rastro, ella habría ido tras los excursionistas con decidida ferocidad y yo tendría que haberla refrenado hasta que Emmett o alguien de los demás apareciera para ayudar. Seguro que Alice habría visto…

Pero, entonces, por qué no había intentado llamarme?

A no ser que…realmente no hubiera peligro…

“Qué otra cosa podía hacer?” pregunta Bella con incredulidad, sus ojos llenos de furiosa aflicción. “Podría haber sido alguien que conozco!”

Una vez pensé, durante mis noventa años de existencia como vampiro, que nada podría volver a sorprenderme. Entonces, apareció en mi mundo esta pequeña, hermosa, aguda e impredecible muchacha – y la sorpresa se convirtió en una parte integrante de mi rutina diaria.

Pero incluso entonces, me consideraba bastante capaz de adivinar cómo reaccionaría Bella ante ciertas situaciones, tan sólo con mi constante observación de su comportamiento y las siempre cambiantes expresiones de su rostro.

Claramente, no es así.

Suena un estruendo en mi pecho y echo la cabeza hacia atrás para soltar una sonora carcajada que resuena entre los árboles. Aunque viviera mil años, nunca me cansaría de Bella. Ella es mi sol, manteniéndome para siempre en torno a su vivificante luz. Qué tonto he sido al pensar que podría llegar a predecir esta fuerza de la naturaleza contenida en el esbelto cuerpo de la mujer que tengo ante mí.

Lo que debería haber podido predecir es que Bella es cualquier cosa menos normal. Incluso para un vampiro.

“Por qué te estás riendo de mí?”

La furiosa exclamación vibra a través de la áspera corteza del abeto más cercano y mi carcajada se apaga inmediatamente. Bella se ha liberado bruscamente de mi abrazo y me fulmina con la mirada con los puños apretados. La miro con cautela; ella parece admitir lo volátiles que son sus emociones y relaja las manos lentamente, lanzando un profundo suspiro.

Me acerco a ella sigilosamente, luchando contra la necesidad de alisar su frente con la yema de los dedos en un intento de tranquilizarla – no sé cómo será recibida una acción así – y trato de explicarle en voz baja, “No me río de ti, Bella. Me río porque estoy en shock. Y estoy en shock porque me has dejado completamente estupefacto” La sombra de una sonrisa revolotea en mi cara mientras acaricio lentamente su brazo, justo por debajo del hombro.

Ella se inclina hacia mí automáticamente, mirándome absorta mientras se acerca, reduciendo la distancia entre nuestros cuerpos. “Por qué?” pregunta, confusa.

Mi mano se apoya en su brazo, al parecer por su propia iniciativa, mientras contesto algo sorprendido, “No deberías ser capaz de hacer nada de esto. No deberías ser tan…tan racional. No deberías poder estar de pie aquí, hablando de esto conmigo tan tranquila. Y, por encima de todo, no deberías ser capaz de detenerte en plena caza con el aroma a sangre humana en el aire. Incluso los vampiros adultos tienen dificultades con eso – siempre prestamos mucha atención a dónde cazamos para evitar sufrir la tentación.” Exhalo un breve suspiro y observo a Bella perplejo. “Bella, te estás comportando como si tuvieras décadas en vez de días.”

“Oh” me devuelve la mirada después de un momento, la débil sombra de un ceño pensativo estropeando su frente, con la cabeza ligeramente inclinada a un lado.

Tomo su cara en mis manos, sintiéndome un poco mareado cuando su aliento entra por mi boca entreabierta y el dulce sabor provoca una explosión que recorre cada nervio de mi cuerpo. Lleno de deseo, murmuro “Lo que daría por poder entrar en tu mente tan sólo en este instante.”

Ella levanta la mano; unos dedos suaves recorren mi cara, acariciándome tan suavemente como las alas de una mariposa. Reprimo un escalofrío mientras pasa la yema de un dedo por mi labio inferior, su mirada ardiendo en la mía.

“Pensé que no me iba a sentir así en mucho tiempo?” Bella habla con incertidumbre y se interrumpe. Apenas puedo concentrarme en sus palabras mientras sus dedos aún tocan mi boca, perdido en la sensación de su caricia y la atracción magnética de mi cuerpo hacia el suyo. Ella entrecierra los ojos, resultando inintencionadamente seductora mientras termina la frase con serena sinceridad, “Pero sigo deseándote.”

Salgo bruscamente del placentero estupor en el que me he sumido con su ayuda y parpadeo atónito. “Cómo puedes si quiera concentrarte en eso? No sientes una sed insoportable?”

Ella hace una mueca, retirando la mano de mi cara e intenta tragar. Los músculos de su garganta se tensan; se estremece levemente y lanza un suspiro, cerrando los ojos. Dándome cuenta de que intenta concentrar sus sentidos en lo que nos rodea para encontrar otra presa apropiada, dejo caer mis manos y contengo la respiración, no quiero distraerla de la caza más de lo que ya lo estoy haciendo, aparentemente.

Bella abre los ojos de repente y da una grácil pirueta para lanzarse hacia el este. Puedo percibir distintos aromas que nos conducirían hacia posibles presas – y, afortunadamente, ninguno es humano. Así que me mantengo a corta distancia de ella mientras trepamos por una escarpada pendiente, adornada por escasos abetos, maravillándome de la pura perfección de cada uno de sus movimientos, mientras controlo de cerca los aromas que transporta la cambiante brisa.

De repente, trepa por el tronco de un abeto – y escucho las suaves pisadas de unas grandes zarpas, el rítmico palpitar de un corazón fuerte. Espero abajo, con una sonrisa divertida dibujada en mis labios. Bella eligiendo mi presa favorita en su primera caza, supongo que todo encaja. No creo que perseguir al puma haya sido una elección consciente por su parte.

Levanto la cabeza y alcanzo a ver su figura inmóvil sobre la posición del gran felino en las ramas, esperando el momento oportuno para atacar. Mientras él se prepara para abalanzarse sobre su propia víctima desprevenida, Bella da un salto y aterriza justo detrás de él, haciendo que la rama tiemble.

El puma se da la vuelta, enseñando los dientes al tiempo que deja escapar un rugido ensordecedor y le asesta un golpe con sus garras. Mis músculos se tensan, la mirada fija en el animal salvaje que está amenazando a mi Bella y tomo impulso mientras calculo la distancia que debo saltar para interponerme entre ellos.

Y recupero el sentido común justo cuando Bella, sujetando con puño de acero al enfurecido puma que no para de retorcerse, se estrella contra el suelo a mi derecha. La preocupación me atormenta mientras la observo forcejear con el rugiente felino, que con sus zarpas desgarra su vestido azul, mientras que su pálida piel permanece intacta, perfecta.

Bella ruge involuntariamente, inmovilizando al puma contra el suelo y hunde los dientes en su cuello.

Comienza a beber rápidamente; la resistencia del puma es cada vez más débil y su rugido instintivo se va ahogando en un borboteo. Muere poco después y Bella se aparta del cuerpo del animal, poniéndose en pie en un solo movimiento. Observándola con mirada atenta, siento estallar el deseo que había sentido antes, como una llamarada incandescente en la boca del estómago, al ver su aspecto desaliñado.

Sus cabellos oscuros forman una maraña alborotada alrededor de su cara y hombros; se seca la boca con el dorso del antebrazo, extendiéndose por la cara una gota de sangre que quedaba en la comisura de sus labios. El vestido de seda azul está hecho jirones. Un tirante permanece intacto pero el otro cuelga en tiras desiguales y deja expuesta a la luz del atardecer una parte considerable del escote de Bella. Quedan visibles grandes franjas de sedosa piel en su pecho y costillas; a un lado se vislumbran la suave curva de su muslo y cadera y el accidentado dobladillo asciende por su pierna izquierda, dejando poco a la imaginación – y yo tengo una memoria fotográfica.

Ella alisa con las manos la arruinada tela, mirándose con expresión arrepentida e intenta ajustar la mitad superior del vestido para cubrirse el pecho.

“Mmm…” se escapa por mi labios mientras espero pensativo, apoyado despreocupadamente en el tronco de un árbol, con los brazo cruzados.

Bella levanta la vista hacia mí. Tiene las mejillas ligeramente sonrojadas y un tono rosado colorea sus labios carnosos. “Supongo que podría haberlo hecho mejor,” reconoce, encogiéndose de hombros con impotencia.

“Lo has perfectamente bien,” le aseguro con una ligera sonrisa. “Es sólo que…para mí, mirar ha sido mucho más difícil de lo que debería haber sido.”

Ella arquea las cejas, confundida. Hago un gesto distraídamente con la mano mientras le explico “Va contra mis principios, dejar que te pelees con gatos salvajes.” He pasado los tres últimos años salvaguardando la preciosa vida de esta mujer. Ahora que ella es como yo, parece que mi protección ya no es necesaria.

Pero eso no significa que deje de esforzarme.

“He estado atacado de los nervios todo el tiempo,” concluyo, esbozando una sonrisa torcida.

Ella me devuelve la sonrisa, con un brillo burlón en sus ojos color escarlata, mientras sacude la cabeza, reprendiéndome, “Tonto.”

“Lo sé. Las viejas costumbres nunca mueren.” Recorro con la mirada su cuerpo apenas cubierto por la ropa, absorbiendo cada intrincado detalle, y levanto una ceja. “Aunque me gustan los arreglos que has hecho al vestido.”

Bella agacha la cabeza tímidamente, bajando la mirada. Si aún fuera capaz, estoy seguro de que tendría toda la cara de un vivo color rojo por la vergüenza.

Espero a la punzada de remordimiento en mi silencioso corazón, el lamento por su humanidad perdida – pero no llega. En su lugar, mi felicidad por tener a Bella como parte integral de mi mundo ilumina cualquier sentimiento de tristeza, aliviando la aversión que siento hacia mí por mi egoísmo hasta que queda convertida en un ligero dolor.

“Por qué sigo tendiendo sed?” cambia de tema, rescatándome como sólo ella sabe de mis sombríos pensamientos.

Me aseguro de que mi expresión es, una vez más, relajada y sincera y replico sencillamente, “Porque eres joven” Yo mismo tengo problemas para controlar la sed entre las expediciones de caza alguna veces. Dos semanas como máximo suele ser el límite de mi autodisciplina – en condiciones normales. Durante el embarazo de Bella no me moví de su lado durante casi un mes, incluso para la más básica de las necesidades. Sabía que a ella le dolía verme sufrir…pero alejarme de ella tan sólo por una hora, habría acabado conmigo.

Ahora, hemos dejado todo eso atrás.

Ella deja escapar un profundo suspiro, su labio inferior sobresaliendo en un puchero. “Y supongo que no hay más pumas por aquí cerca.”

Tomando nota mental de hacer una expedición de caza a través el país en busca de pumas en un futuro próximo, levanto un hombro y comento distraídamente, “Pero hay muchos ciervos.”

Su expresivo rostro se contrae en la mueca más adorable que nunca he visto, “No huelen tan bien,” se queja, sonando como una niña enfurruñada.

“Herbívoros,” admito que son objetivos fáciles – y no tan apetecibles. “Los carnívoros huelen más parecido a los humanos,” explico tranquilamente.

Su rostro adopta brevemente una expresión peculiar, casi como si…tuviera miedo. “No tan parecido a los humanos,” discrepa en voz baja, sin duda recordando el aroma de los excursionistas que ha rastreado y los impulsos que ha desatado en su nuevo cuerpo.

Ese miedo no tiene cabida en el precioso rostro de mi Bella. Considerando la mejor forma de hacerlo desaparecer, decido burlarme un poco – un intento de cambiar el curso de sus pensamientos con alguna broma. “Podríamos regresar,” le propongo solemnemente, incorporándome del tronco en el que estoy apoyado. Ella parpadea, sorprendida, y después parece advertir la nota de humor en mi mirada. “A quienquiera que estuviese ahí fuera, si eran hombres, probablemente no le preocuparía demasiado la muerte si fueses tú la encargada.” Recorro su cuerpo entero con la mirada; verdaderamente está deslumbrante, aunque de una forma algo macabra. “De hecho pensarían que estaban muertos y en el cielo en el momento en que te viesen.” Aunque no es que yo quisiera compartir con nadie esta imagen en particular de mi mujer. Le lanzo una sonrisa maliciosa a la que ella responde con un resoplido.

Poniendo los ojos en blanco, Bella se aleja trotando hacia el suroeste, refunfuñando para sí misma, “Vamos a cazar unos cuantos herbívoros apestosos.”

Empezamos el viaje de vuelta a casa siguiendo el rastro de una manada de ciervos por el camino. Como estoy convencido de que Bella confía lo bastante en sus propias habilidades de caza, salgo disparado para flanquear entre los dos la manada cuando tratan de huir. Ella le hace un placaje a un gran ciervo y ambos caen en las embarradas orillas del lecho seco de un riachuelo. Riéndome en voz baja, yo derribo y consumo a un macho más joven, así como una hembra de tamaño considerable que pasa demasiado cerca por casualidad.

Dejo a un lado el cuerpo sin vida de la cierva y miro a ambos lados. Bella acaba de terminar con el suyo. Aprieto fuertemente los labios, conteniendo una carcajada. Lo que queda de su vestido, rasgado y ensangrentado, ahora está adornado con manchas de barro marrón-rojizo y tiene sucia la mejilla derecha, ambos antebrazos y las piernas.

La manada nos ha sacado una pequeña ventaja; señalo con la cabeza en esa dirección, interrogándole a Bella con la mirada. Ella corre a mi lado y los dos juntos salimos disparados tras ellos. Mi sed aún arde furiosa y sin restricciones, abrasándome la garganta, así que salto sobre el lomo brillante de otra hembra, dañándole la columna con la fuerza de mi aterrizaje.

Después de aplacar mi sed, con la sangre de la cierva calentando mi cuerpo hasta las puntas de los dedos, caigo en la cuenta de que estoy siendo observado. Irguiéndome, me doy la vuelta para mirar a Bella y la curiosidad se despierta en mi interior mientras evalúo su expresión.

Es una radiante combinación de orgullo, satisfacción y un deseo tan evidente que un tipo de hambre muy distinto ata todos mis órganos en intrincados nudos.

Pero sus necesidades son lo primero, así que pregunto en un tono sereno que esconde mis complicados sentimientos, “Ya no tienes sed?”

Ella se encoge de hombros, colocándose lo que queda del tirante por encima del hombro. Mi mirada sigue cada uno de sus movimientos con aguda precisión. “Me has distraído,” responde, mirando con envidia mis prendas inmaculadas. “Se te da mucho mejor que a mí.”

Camino tranquilamente hacia ella, con las manos en los bolsillos. “Siglos de práctica,” afirmo, mientras me detengo frente a ella y esbozo una sonrisa torcida.

“Sólo uno.”

Su corrección me hace reír. De hecho, hace bastante tiempo que no me río tanto en una sola tarde. La presencia de Bella es lo que marca la diferencia – ella es mi sol de medianoche, que prende el oscuro vacío, con dorada luminosidad, calidez y amor. Retiro a un lado su cabello enmarañado y lleno de hojas, recorriendo su clavícula con los dedos. “Has terminado por hoy? O quieres seguir?”

“He terminado, creo.” Posa su mano libre sobre el estómago, con la palma hacia abajo, como hacen los humanos a veces cuando han comido demasiado. El brillo ardiente de sus iris rojos se ha apagado un poco, pero pasará un tiempo antes de que su aspecto macabro desaparezca por completo. Su color de ojos no me molesta lo más mínimo, aunque a ella parece inquietarle enormemente. Lo que a mí me importan son los pensamientos, las emociones que alcanzo a vislumbrar tras esos ojos color rubí. Eso es lo que constituye a la auténtica Bella. Todo lo demás es superfluo.

Su mano se desliza hacia abajo, deteniéndose sobre su vientre y una expresión de fiera resolución cruza su rostro. “Quiero ver a Renesmee,” dice con firmeza.

La cojo de la mano, entrelazando nuestros dedos. El calor por la sangre consumida no es nada comparado con las llamas que ahora ascienden por mi brazo ante la sensación. Mi cauto optimismo, al haber presenciado de primera mano que Bella no se parece a ningún otro neófito, ha crecido de forma espectacular. Ella desea ver a nuestra hija tan desesperadamente, asegurarse de que es algo real y está viva y a salvo y yo deseo darle eso.

Los demás estarán incómodos – y puedo imaginarme lo irritante que va a ser el comportamiento de Jacob – pero, como le he dicho a mi padre esta tarde, ésta es nuestra decisión.

Unos dedos suaves y tímidos me acarician la sien con la suavidad de una pluma, continuando hasta la mandíbula y haciendo desaparecer eficazmente todo pensamiento consciente de mi cabeza. Percibo vagamente que Bella suelta su otra mano de la mía y otros dedos acarician con delicadeza las tenues sombras bajo mis ojos.

La miro fijamente, sin pestañear, deseando en silencio que sus ojos se encuentren con los míos mientras ella observa la progresión de sus dedos sobre mi piel, devolviendo a la vida todo mi ser con su tacto. Dibuja mis labios con suavidad y mi respiración se agita. Su mirada vuela hacia arriba – y lo que sea que ella ve ardiendo en mi expresión la impulsa a acercarse, apretando las esbeltas curvas de su cuerpo contra el mío.

Me obligo a permanecer inmóvil mientras Bella parece estar probándose a sí misma, consciente en todo momento de que ella es más fuerte que yo y capaz de hacerme daño. Después de unos segundos, se pone de puntillas, respirando rápidamente, y me rodea el cuello con los brazos. Nuestros labios están a escasos centímetros y la punta de su nariz me roza la piel.

Pierdo la poca cordura que me queda.

Rodeando su flexible cuerpo con mis brazos, la aplasto contra mi pecho y cubro sus labios con los míos febrilmente. Al probar su sabor, es como si un rayo me atravesara, electrizando mi cerebro y poniendo en llamas cada célula de mi cuerpo. Y como una droga adictiva, al instante me muero por más.

Ella aprieta con la lengua mi labio inferior y yo respondo inmediatamente, garantizándole el acceso y siento sus dedos enredándose en mi pelo, acercándome aún más cerca a ella. Si pudiera, desaparecería dentro de ella – me hundiría en lo más profundo de su ser para nunca volver a la superficie.

El sonido irregular de nuestras respiraciones llena el bosque, resonando entre los árboles. Una de mis manos deja su cintura para tomar su cara, y me siento mareado, el mundo gira fuera de control, mientras ella recorre con las manos los músculos de mi pecho. La fricción de nuestro beso lleva toda la fuerza explosiva de una bomba atómica; nunca me he abandonado tan absolutamente – renunciando a las precauciones y al miedo – hasta que no existe nada más excepto la pura sensación.

Antes de que pueda comprender lo que sucede, el aire silba en mis oídos y estoy sobre mi espalda entre los helechos. Bella abre mucho los ojos de repente, alarmada, y yo empiezo a reírme, eufórico, haciendo temblar nuestros labios con la fuerza de mi risa.

Ella se retira un poco, sosteniéndose sobre mí con expresión preocupada. “Ups,” dice en voz muy baja y yo me río aún más fuerte. “No quería tirarte. Estás bien?”

Me sereno, con una sonrisa en los labios y le acaricio la mejilla con el dorso de los dedos. “Algo mejor que bien.” La confesión sale en voz baja, ronca y cargada de deseo. Me asalta una idea abrupta, racional, y mi expresión se altera, mostrando la perplejidad que estoy sintiendo mientras lucho por averiguar lo que Bella desea más en este particular instante.

Desde mi sitio debajo de ella, contemplando sus ojos centelleantes, su cabello cayendo a nuestro alrededor en una fragrante cortina, preferiría no ir a ningún sitio en varias horas.

Ella está primero, le recuerdo severamente a mi naturaleza egoísta. Siempre.

Manteniendo eso en mente, le pregunto indeciso, “Renesmee?”

Ella considera nuestras opciones durante unos momentos, descansando su peso sobre mí. Ignorando otros impulsos más…agresivos, la abrazo con ternura, dibujando con mis manos pequeños círculos en su espalda mientras ella piensa.

Finalmente, se impulsa con los codos y suspira, mirándome con una sonrisa compungida. “Renesmee,” accede y se pone en pie, tirando de mí. La cojo de la mano y volamos juntos por el bosque, tan fácil como los pájaros que planean por las copas de los árboles sobre nosotros.


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