miércoles, 10 de febrero de 2010

METAMORFOSIS. Capítulo 15: Secretos.

Uno de mis capítulos favoritos. Como siempre, todos los honores y el mérito son de su autor, el increíble LivesAmongTheStars, aquí sólo lo estamos traduciendo y si os animáis, es infinitamente mejo en inglés, METAMORPHOSIS.
Muchas gracias a todos por vuestras cariñosas palabras llenas de entusiasmo, son lo que me mantienen traduciendo en los pocos ratos libres que tengo últimamente. Y ya hemos superado las 300 páginas!
*Avisos: para intentar ajustarme lo mejor posible, pondré en el calendario de abajo, cuando lo sepa seguro, el día en que saldrá el siguiente capítulo. Y os he dejado el link a la canción que toca Edward en el piano, por si os apetece. Besos.



15. Secretos

A pesar de estar convencidos de que lo que hayamos hecho para provocar a los Volturi es irrelevante, Vladimir y Stefan ceden finalmente a la curiosidad que sienten hacia Renesmee y piden una explicación sobre su origen.

Tras repetir la misma historia que les he contado a los demás, Renesmee extiende una manita, ofreciendo a los rumanos la oportunidad de experimentar su don. Ambos la rechazan – pero entiendo por sus pensamientos que no es porque alberguen ningún tipo de aversión hacia ella, sino porque guardan un profundo odio a cualquier habilidad que recuerde vagamente a la de Aro. Quince siglos de animosidad han formado su opinión sobre los talentos mentales a través de los cuales queda expuesta la mente de uno.

Me pregunto cómo me verán a mí, una vez se den cuenta de lo que puedo hacer…aunque no es que me importe demasiado.

Fascinada por la inesperada incorporación a nuestro grupo de testigos, Renesmee pregunta en voz alta, haciendo con su voz cristalina de soprano que la mayor parte de los vampiros que nos rodean se paren a escucharla, “Por qué vuestra piel es tan distinta a la de todos los demás?”

Bella hace una mueca, disgustada, pero los rumanos no se ofenden por la pregunta tan directa de nuestra hija. De hecho, sus pensamientos quedan vagamente ensombrecidos por el remordimiento. Antes de que pueda establecer el origen de ese sentimiento, la imagen de un antiguo castillo sobre el irregular terreno de una colina llena mi mente.

Rápidamente se desvanece para dar paso a otra imagen – un espacio rectangular iluminado con antorchas y construido con bloques de piedra marrón-grisácea. Hay dos sillas en un estrado situado en el centro de la sala, adornadas con cojines del mismo color escarlata que las pocas gotas de sangre seca que hay en el suelo. Entonces, Vladimir contesta, “Permanecimos quietos durante mucho tiempo, niña,” Stefan asiente dándole la razón pero no dice nada mientras su compañero continua en voz baja, su mirada color burdeos distante, “contemplando nuestra propia divinidad.”

Hay unos cuantas burlas mentales a esa afirmación – Jacob se tapa la mitad inferior de la cara para reprimir un bufido escéptico – pero Renesmee presta atención con sincero interés, aún cuando la expresión de su madre se altera un poco.

“Era un signo de nuestro poder el que todo viniera a nosotros,” dice Vladimir con tono meditativo y una débil sonrisa cruza sus pálidos labios. “Presas, diplomáticos, aquellos que buscaban nuestro favor. Nos sentábamos en nuestros tronos y nos considerábamos dioses.” Suspira muy débilmente. “Durante mucho tiempo, no nos dimos cuenta de que estábamos cambiando – casi petrificándonos. Supongo que los Volturi nos hicieron un favor cuando quemaron nuestros castillos.” El descarnado contraste de unas brillantes llamas amarillo-anaranjadas contra el cielo negro subraya su afirmación pero la persistente tristeza que impregna el recuerdo es engullida por una lúgubre sensación de satisfacción. “Stefan y yo, al menos, no continuamos volviéndonos de piedra. Ahora, los ojos de los Volturi están cubiertos con una película polvorienta y los nuestros están despejados.” Se detiene un instante y después murmura mientras visualiza la escena en su mente, “Imagino que eso nos dará alguna ventaja cuando se los arranquemos de las órbitas.”

El horror destella brevemente en los ojos muy abiertos de Bella antes de que adopte una sonrisa educada e invente una excusa para alejar a Renesmee de la compañía de los rumanos. La pequeña empieza a protestar pero se ve inmediatamente intimidada por la severa mirada que le lanza su madre, con los ojos entrecerrados. Ella no intenta apelar a mí; sabe que Bella y yo coincidimos plenamente en cuanto a su educación y no contradecimos la opinión del otro.

Pasamos el resto del día con nuestra familia e invitados, dándole algo de tiempo a Bella para que reponga su energía mental para practicar con su escudo y volvemos a la cabaña poco después de medianoche, llevando a Renesmee dormida.

Una vez arropada en su cuna, empleo el resto de horas que nos quedan por la noche en demostrar mi amor por Bella – diciéndole sin palabras lo orgulloso que estoy de ella, cómo estoy comenzando a aceptar su promesa de una eternidad juntos – y no nos separamos hasta que el cielo se ilumina en un pálido gris invernal.

“Me gustaría llevar a Renesmee a ver a Charlie hoy,” anuncia Bella de repente mientras nos preparamos para dejar la cabaña. Sorprendido, la contemplo mientras ella ayuda a nuestra hija a ponerse los zapatos y levanta la mirada hacia mí levantando las cejas cuando no le contesto. “Te parece bien?” pregunta, algo insegura.

Sacudiéndome de encima los efectos de la sorpresa, le ofrezco una tierna sonrisa. “Por supuesto que me parece bien que quieras ver a tu padre, mi amor. Tan sólo me ha…sorprendido que quieras ir hoy.”

“Bueno…” coge en brazos a Renesmee, ocultándome brevemente su rostro con ese movimiento. “Pensé que sería mejor ir a verle antes de que él decidiera venir aquí.” Dándose la vuelta, se pasa el oscuro cabello por encima del hombro y me mira con expresión seria y grave. “Sé que todos han prometido no matar a nadie en un radio de quinientos kilómetros pero, ya que Charlie sigue con su plan de saber sólo lo estrictamente necesario, no creo que sea buena idea presentarle a un grupo de invitados vampiros.” Arruga un poco la nariz cuando concluye su razonamiento y yo me inclino para besarle la punta, saboreando el sedoso tacto de su piel.

“Lo entiendo,” accedo en voz baja. Una expresión de alivio aparece en sus perfectas facciones pero, antes siquiera de que pueda descifrar los motivos que hay detrás de esa expresión, se borra de su rostro. Observo sus ojos con atención mientras le susurro, “Sin embargo, creo que sería mejor que yo me quedara cuidando el fuerte.”

Esbozo una sonrisa torcida y percibo cómo sus pupilas se dilatan infinitesimalmente – como si le desconcertara que yo acepte voluntariamente quedarme atrás. Aunque no puedo negar que estar alejado de Bella es doloroso, y me provoca un dolor en el pecho que señala la cicatriz de la herida que abrí cuando me obligué a separarme de ella, ahora ese dolor queda eclipsado por la convicción de que ella siempre volverá a mí.

Pero resulta extraño que Bella espere que yo insista en acompañarla a casa de su padre. Está buscando una escusa para separarse de mí durante unas horas? Debería rescindir la oferta de quedarme y pedirle ir con ella? Qué razón podría darle entonces?

Continúo, explicando, “Tener de guardia a un lector de mentes en una casa llena de vampiros es una herramienta útil para evitar cualquier potencial problema. Además, me gustaría hablar con Carlisle sobre el lugar donde nos encontraremos con los Volturi. En la visión, parecía el mismo campo donde luchamos con los neófitos. Probablemente sea la mejor opción, ya que conocemos el área muy bien.”

Ella asiente con la cabeza e iniciamos nuestro camino de vuelta a la casa. Ninguno parece sentir la necesidad de hablar, aunque le lanzo a Bella miradas de reojo, preguntándome qué está pasando en esa enigmática mente suya.

Después de casi media docena de estas miradas furtivas, ella coloca a Renesmee en un brazo y me rodea la cintura con el otro, acurrucándose contra mí. Ella no hace ningún intento por comenzar una conversación, así que tengo la sensación de que está intentando calmar mi incesante curiosidad respecto a sus pensamientos. Hay algo que casi pide perdón en la forma en que me abraza y yo le acaricio el cabello con los labios, respirando su dulce aroma.

Cuando estamos dentro, Renesmee salta prácticamente de los brazos de su madre para saludar a Zafrina. La alta vampira de piel oscura coge en brazos a la pequeña y mira a Bella con una expresión solemne en sus ojos color rubí. “He pensado que quizá deberíamos seguir con nuestro entrenamiento esta mañana, joven,” dice con su voz profunda y salvaje. “Tengo una…teoría que debería ser puesta a prueba.” Sus pensamientos dan vueltas brevemente, sin centrarse en los detalles de su teoría, como ella la ha llamado, pero no tengo objeciones. Bella ha avanzado formidablemente en el uso de su escudo bajo la tutoría de Zafrina y mi lado egoísta y sobreprotector se alegra de que la Amazona la haya mantenido alejada de las prácticas mano a mano con Emmett o alguno de los otros.

La extraña pareja se dirige hacia la parte trasera de la casa, seguidas por Senna y Renesmee y yo camino hacia la cocina, donde mi madre se mantiene ocupada limpiando la nevera. Como los lobos no han estado tanto por aquí últimamente, ella ha detectado un olor a rancio esta mañana y ha pensado que le vendría bien la distracción; Esme puede ser bastante propensa a la preocupación constante – en lo que respecta a sus hijos en particular.

“Buenos días, cariño,” me saluda, con una mirada cálida en sus ojos dorados. Sostiene un envase de plástico cuyo contenido es una mezcla de salsa de tomate congelada y fideos. Hazme un favor y tira esto, lo harás?

De inmediato, lo tiro a la bolsa de basura que está junto a ella en el suelo de baldosa, mirando por la ventana a las dos siluetas situadas una frente a otra en la orilla del río. “Bella está fuera entrenando otra vez?” la voz de Esme suena algo apagada mientras mete la cabeza en el frigorífico, hurgando en busca de la fuente aún desconocida del extraño olor.

“Sí.” Observo cómo el viento revuelve el cabello de Bella, haciendo que ondee tras ella como la cola de un cometa. “Y tiene pensado ir a visitar hoy a Charlie, también. Teme que él pueda decidir venir aquí, ya que no ha visto a Renesmee hace un tiempo.”

Aja! Esme sonríe triunfal y saca una fuente envuelta en papel transparente que contiene lo que una vez fue una cena gourmet y ahora parece el proyecto de ciencias de un niño, después la tira a la basura y cierra la bolsa. “No te olvides de darle recuerdos,” me dice mientras lleva la bolsa hasta la puerta trasera y la tira bruscamente al cubo que está a pocos metros del umbral.

“No voy a ir con ellas.”

Gira la cabeza de golpe, sorprendida. “Eso no es propio de ti,” comenta con cautela, la neblina de preocupación que rodea su mente haciéndose más espesa cuando pregunta, “Va todo bien?”

“Sí,” respondo enseguida y después suspiro. “No.” Me inclino hasta apoyar el hombro en un lateral de la nevera, con la mirada clavada en el suelo mientras mascullo, “No lo sé.”

Mi madre se desliza hasta mí y apoya una mano en mi hombro, en un gesto reconfortante. Edward, me consuela mentalmente, la inminente llegada de los Volturi se está cobrando su precio en todo el mundo. Estoy segura de que lo que sea que os esté preocupando a los dos se puede remediar fácilmente.

“No es eso.” Me aparto bruscamente de ella y empiezo a caminar por la cocina, obligándome a mí mismo a no mirar cada vez que paso por la ventana.

Esme, acostumbrada hace tiempo a mi voluble temperamento, se sienta en la encimera cerca de la fregadera, observándome con expresión paciente. Entonces qué es?

Se me escapa un soplido mientras me pellizco el puente de la nariz entre el pulgar y el índice con los ojos cerrados. “Creo…” me detengo justo enfrente de Esme. “Creo que Bella me está ocultando algo,” admito en voz baja.

Mi madre escucha con compasión mientras narro mis sospechas, que comenzaron la noche en que Alice se fue – cuando entré en la cabaña y encontré a Bella mirando cómo ardía su libro – y se ha perpetuado hasta esta mañana.

Cuando he terminado, Esme extiende la mano hacia mí y yo la cojo, obteniendo un pequeño consuelo de su sonrisa afectuosa. Me has considerado tu madre durante mucho años, Edward, reflexiona, y estoy muy agradecida por ese regalo. Así que quiero que tomes mis palabras como un consejo maternal. Espera hasta que asiento con la cabeza antes de continuar. Puede que Bella esté guardándote un secreto o puede que no…pero incluso si es así, necesitas decidir si sigues confiando en ella.

“Lo hago,” digo de inmediato, con fervor.

De verdad? me contradice Esme con franqueza, levantando ligeramente una ceja. La confianza y el amor son dos emociones muy distintas, Edward, pero están tan intrincadamente unidas que a veces es difícil separar una de otra. Su expresión se suaviza y cubre mi mano con la suya mientras continúa de forma que sólo yo pueda oírla. Tu amor por Bella ha sido un poderoso ejemplo para todos nosotros, como lo ha sido el que ella siente por ti…pero me pregunto si alguna vez has dado realmente un paso atrás y le has concedido tu plena confianza. Me aprieta los dedos con la más leve presión. Siempre la has protegido, salvado su vida una y otra vez y ella ha confiado en ti – ciega e irrevocablemente. No puedes creer que tal vez, y sólo tal vez, ella guarda un secreto porque intenta protegeros a ti y a Renesmee?

Parpadeo, atónito. “No había pensado en eso,” susurro, sintiéndome algo avergonzado y mi mirada vuela por su cuenta hacia la ventana, hallando la esbelta figura de mi esposa cerca del río helado.

Esme me da unas palmaditas en los nudillos y después me suelta la mano, bajando de la encimera de un salto. Tenlo presente, me sugiere, y se dirige a la escalera con la intención de encontrar a Carlisle y pedirle que la acompañe a ir de caza.

De pie, inmóvil en medio de la cocina, reflexiono sobre el consejo de mi madre, dando vueltas a cada palabra en mi cabeza.

Si Esme está en lo cierto y Bella trata de protegernos a Renesmee y a mí, qué razón podría tener ella para no compartir conmigo lo que sabe? Debe darse cuenta de que yo haría todo lo que estuviera en mi mano para ayudarla. Por qué me ocultaría algo deliberadamente?

Una molesta sensación recorre los límites de mi conciencia, haciendo que cobre forma una idea, pero es tan indefinida que no consigo identificarla. Lo único que sé es que parece que la respuesta a todas mis preguntas debería ser obvia pero continua escondida, impidiéndome descubrir la clave de este insólito rompecabezas.

No sé cuánto tiempo ha pasado pero, repentinamente, la puerta trasera al abrirse interrumpe mis reflexiones y una ráfaga cargada de aroma a Fresia provoca mis sentidos.

Recomponiendo mi expresión en una sonrisa despreocupada, le pregunto a Bella mientras ella entra por la puerta, “Ha ido bien el entrenamiento?”

“Supongo que sí,” resopla, vacilante. “Pero, para que conste, Zafrina tiene unas ideas bastante extrañas sobre cómo fortalecer mi escudo.”

Me inclino y la beso en la frente. “Estoy seguro de que has hecho un trabajo admirable.”

Bella se apoya contra mi cuerpo, rodeándome la cintura con los brazos y una dulce calidez comienza a llenarme el pecho, irradiando pura satisfacción mientras ella apoya la cabeza sobre mi corazón, cuya silenciosa melodía suena sólo para ella. Acojo en mis brazos su flexible cuerpo y apoyo la mejilla en su cabeza, suplicándole sin alabras que no soporte sola ninguna carga.

Demasiado pronto, ella se aparta con un suspiro reacio y farfulla, “Tengo que llamar a Charlie.”

Ella camina hacia la espaciosa sala y yo la sigo, permaneciendo tan cerca de ella como resulta prudente mientras coge el teléfono de la mesa que hay junto al sofá. Después, marca el número de Charlie y espera a que conteste, andando lentamente hasta las ventanas cubiertas de hielo.

Él coge después de tres tonos. “Bella?” se le oye algo dormido pero encantado.

“Hola, papá. No te he despertado, verdad?” pregunta Bella nerviosa, mordiéndose el labio.

“No, ya estaba levantado. Tengo que ocuparme de un par de cosas.” Se oye de fondo el suave crujido de un periódico. “Bueno, me llamas para invitarme a que vaya? Hace tiempo que no veo a Nessie – ya sé que tenéis…invitados…” se le atasca la palabra, traicionando lo poco que le gusta la actual situación.

“Papá,” empieza Bella, pero él la interrumpe.

“He estado esperando como me pediste,” le recuerda, inquieto, “pero van a llegar las Navidades, hija, y sólo vivís a unos kilómetros de aquí…”

“Charlie,” le interrumpe Bella en plena diatriba, su musical voz sonando tranquilizadora, “aún seguimos con esta situación de saber sólo-lo-estrictamente-necesario. Sé que ha pasado más de una semana desde la última vez que viste a Renesmee pero no es buena idea que vengas ahora. Qué te parece si llevo a Renesmee para que te vea?”

El silencio, roto sólo por el leve sonido de su respiración, suena a través del auricular. Bella me mira con expresión aprehensiva y llena de interrogantes y yo me encojo ligeramente de hombros como respuesta. Pero casi medio minuto después, Charlie masculla frustrado, “lo estrictamente necesario, ugh.”

Contengo la risa. Él y Bella se parecen más de lo que creen.

“Bien, hija,” dice, su tono considerablemente más alegre. “Puedes traerla esta mañana? Sue va a traerme el almuerzo. Está tan horrorizada por mi forma de cocinar como tú cuando apareciste por aquí la primera vez.” Se ríe en voz baja y después suspira con añoranza.

“Esta mañana es perfecto,” declara Bella.

Con la promesa de ver a su hija y a su nieta, el humor de Charlie ha mejorado de forma espectacular. “Va a venir Jake con vosotros?” pregunta despreocupado, con más crujidos de fondo.

Bella se encoge de hombros, aunque él no puede verla y responde, “Probablemente.”

“Tal vez debería invitar a Billy también, pero…” Charlie vacila y yo me pregunto distraídamente si él y Billy estarán peleados. No sería la primera vez, ni la última – ambos hombres son increíblemente obstinados y de ideas fijas. Durante el silencio reticente de su padre, Bella toca con la yema del dedo la ventana de cristal que tiene frente a ella, trazando los dibujos que el hielo ha formado en el exterior. “Mmm. Puede que en otra ocasión,” descarta, tomando un sorbo de alguna bebida – probablemente, una taza de café – y zanjando el tema.

Aún absorta en sus pensamientos, Bella deja caer la mano, murmurando al teléfono, “Hasta ahora.” Después cuelga el teléfono y lo devuelve a su base con un leve suspiro.

Estudio el perfil de su rostro, tratando de averiguar desesperadamente lo que le preocupa. Todas las señales están ahí, aunque son más sutiles que cuando era humana: la piel tensa en torno a los ojos, la falta de atención y la forma en que cambia el peso de su cuerpo de un pie a otro innecesariamente.

Cuando estoy a punto de preguntarle, un ángel de rizos de color bronce llega saltando y se abraza a las rodillas de Bella. “Vamos a ir a ver al abuelo?”

Bajando la vista hacia Renesmee con una sonrisa, Bella contesta, “Sí.” Aparta un rizo de la frente de la pequeña con ternura. “Ve a buscar a Jacob y pregúntale si quiere venir con nosotras.”

Tan pronto como nuestra hija desaparece por la puerta trasera, Bella se gira hacia mí, con una expresión franca y llena de amor en su rostro en forma de corazón…pero hay algo escondido en las profundidades de sus ojos, ya casi de color ámbar. “Puedo coger tu coche?” pregunta, con una sonrisa culpable dibujándose en sus labios, “No creo que sea buena idea conducir el mío por Forks. Podría causar disturbios.”

Sacudo la cabeza, riéndome entre dientes, y comento divertido, “Lo que sea con tal de no llamar la atención.” Saco las llaves del bolsillo y las coloco en su palma extendida. “A qué hora estarás en casa?” pregunto en voz baja mientras su dedos se cierran en torno a la llave de metal. Ella abre la boca para contestar pero Renesmee revolotea hasta el pequeño espacio entre nosotros, tocando el antebrazo de su madre para hacerle saber que Jacob se reunirá con ellas en el garaje.

“Tarde,” responde Bella y se encoge de hombros levemente, esforzándose por parecer despreocupada – aunque la muda sombra de desolación en sus ojos demuestra que ella teme profundamente estar separada de mí, igual que yo de ella. “Charlie no se quedará contento si no pasamos todo el día con él,” mira a nuestra pequeña, sonriendo, “y, de todas formas, creo que alguien ha estado echando de menos a su abuelo.” Y se ríe una vez cuando Renesmee le da la razón asintiendo con la cabeza.

Extiendo los brazos para sostener el rostro perfecto de Bella en mis manos y me inclino para besarla suavemente en los labios. “Vuelve pronto a mí,” susurro.

Ella apoya una fina mano en mi mejilla y yo enseguida vuelvo la cara para besarle la palma, su mirada ardiente mientras me mira a los ojos. “Siempre.” Su voz suena ronca y mis dedos se aferran involuntariamente a su piel, mi cuerpo rechazando la idea de dejarla ir.

Me obligo a soltarla, ofreciéndole una sonrisa torcida para disimular el esfuerzo necesario para reunir el autocontrol suficiente y mantenerme atrás, cuando cada fibra de mi ser me grita que no la aparte de mi vista.

Necesitas decidir si vas a confiar en ella, susurra en el fondo de mi mente el recuerdo del consejo de Esme y me proporciona la fuerza que necesito para mirar cómo mi mujer y mi hija salen por la puerta, sin hacer nada, Renesmee diciéndome adiós con la manita por encima del hombro.

Unos cuantos segundo después, mis oídos captan con facilidad los sonidos familiares de la puerta del conductor del Volvo abriéndose y cerrándose, la llave en el contacto y el suave ronroneo del motor.

Oh, venga! refunfuña Jacob mentalmente cuando entra en el garaje después de haber visto a Bella y a Renesmee. “Por qué no podemos coger tu Ferrari?” protesta, mirándola enfadado. Ni siquiera he tenido oportunidad de sentarme en el cacharro todavía!

“Demasiado llamativo,” replica Bella de inmediato.

Él pone los ojos en blanco. Claro, claro

“Podríamos ir a pie,” dice, frunciendo levemente el ceño, “pero eso haría que Charlie perdiera los nervios.”

“Lo superaría,” dice Jacob haciendo un puchero, pero en cualquier caso rodea el Volvo hasta la puerta del copiloto, abriéndola de golpe y dejándose caer en el asiento. Renesmee pasa del regazo de Bella al suyo, excitada por ponerse en camino para visitar a Charlie.

El motor acelera y las ruedas se abren paso a través de la tierra helada cuando salen del garaje. Bella le pregunta con cariño, “Qué tal estás?”

“Cómo crees que estoy?” le suelta él, con tono ácido, “Estoy harto de todas esas apestosas sanguijuelas.” Ella le lanza una severa mirada de advertencia y él da marcha atrás con una expresión sarcástica mientras mira al techo. “Ya, lo sé, lo sé. Ellos son los buenos, están aquí para ayudar, nos van a salvar a todos.” Deja escapar un breve resoplido. “Etcétera, etcétera.” Niega con la cabeza. Confío en ellos todo lo que puedo – y eso ya es demasiado. “Di lo que quieras,” comenta, seguro de lo que va a decir, “pero sigo pensando que Drácula 1 y Drácula 2 son espez-taculares.”

Me río en voz baja de su afirmación y observo a través de sus ojos cómo una diminuta sonrisa eleva las comisuras de los labios de Bella. “En eso estoy de acuerdo contigo,” admite.

La apertura entre los árboles que se ve a través de la ventanilla indica la entrada hacia la carretera y lo tomo como mi señal para retirarme de la mente de Jacob, dejando a los tres a su aire.

Mis planes de hablar con Carlisle sobre nuestro punto de encuentro con los Volturi se han visto aplazados, ya que él y Esme se han ido de caza y estoy empezando a considerar otra vía de actuación cuando la voz mental de mi hermano resuena de repente en mi cabeza. Edward, deberías venir a ver esto. Y capto un destello de la pequeña colina cubierta de nieve en la orilla oeste del río.

Agradecido por la distracción y algo intrigado por el nivel de fascinación en las palabras de Emmet, salgo rápidamente de la casa, localizando al grupo de unos diez vampiros reunidos junto al agua helada. Al acercarme, advierto una figura desgarbada separada del resto – una estatua inmóvil sentada en el borde de un erosionado saliente de roca, cubierto de blanco por la reciente nevada.

Benjamin es la viva imagen de la concentración, su mente centrada en visualizar su objetivo y medio segundo después, la suave brisa que revuelve el cabello y la ropa de todos, se detiene bruscamente.

Un remolino de viento golpea la superficie helada del río abriendo una grieta, expulsando el agua gélida y convirtiéndola en una corriente de un metro de altura. Mientras todo el grupo observa sobrecogido, el torrente de agua baila a través de la red de fisuras en el hielo y después golpea con fuerza en un pino joven situado a unos cincuenta metros corriente abajo con un fuerte impacto.

En el silencio que sigue después, la brisa vuelve a aparecer, lanzando briznas de polvo blanco al aire y un suave silbido rompe la quietud del momento. “Maldita sea, chaval…” se maravilla Emmett. “Eres increíble.”

Enseguida, murmullos entusiastas responden a su comentario y flotan sobre los pensamientos que bullen en mi cabeza como un enjambre de abejas – y Benjamin, con una sonrisa desenfadada, salta de la roca con la atención fija únicamente en su mujer.

La sonrisa de Tia es tan resplandeciente como el sol y su expresión irradia una intensa alegría y afecto cuando Benjamin se inclina hacia ella y la besa tiernamente. Ella no dice nada pero ambos se comunican a un nivel tan profundo que las palabras no son necesarias. Él sabe lo orgullosa que ella está de él.

Asomándose por la cortina de pelo caoba de Tia, Benjamin me localiza junto a mi hermano y sus ojos color rubí se iluminan. Edward! exclama con placer.

Con un ligero pavoneo en su forma de caminar, cruza el campo cubierto de nieve con Tia a su lado hasta llegar frente a mí. “Que te parece, amigo mío?” pregunta, sus cejas arqueadas y su sonrisa impaciente, haciendo que parezca un niño fanfarroneando con sus colegas del barrio.

Yo le devuelvo la sonrisa. “Controlando dos elementos al mismo tiempo. Has estado practicando más de lo que dejas ver,” insinúo en broma, metiendo las manos en los bolsillos de la chaqueta por puro hábito; la fría temperatura no me afecta en lo más mínimo.

Benjamin se encoge de hombros, contestándome con su amabilidad habitual. “Bueno, eso se lo tienes que agradecer a tu esposa.”

Mi confusión debe ser evidente, porque inmediatamente aclara, “La dedicación y concentración de Bella durante su entrenamiento es, debo admitirlo, una inspiración para mí – y para Tia, también.” Hace un gesto hacia su lado y ella asiente una vez con la cabeza, dándole la razón sin palabras. “Viéndola el otro día,” continúa, animándose, “pensé: si un neófito puede mostrar tanto empeño en desarrollar su don, entonces yo también puedo hacer lo mismo. Aunque…” se ríe, recordando la última sesión que había visto entre Bella y Kate. “Bella no se parece a ningún neófito que haya conocido antes.” Y lo digo en el mejor sentido posible, añade mentalmente.

“Ella es única,” coincido en voz baja, repitiendo las palabras que mi hermana le dijo a Charlie hace más de 1 año. Liberándome con gran esfuerzo de los melancólicos ecos de la época en que Alice hizo esa observación, fuerzo una sonrisa torcida y digo, “Por supuesto, ya sabía que ella es especial pero es gratificante darme cuenta de que mi parcialidad no resulta completamente infundada.” Sin embargo, me he marcado como objetivo para los próximos milenios, convencer a Bella de su indescriptiblemente hermosa singularidad.

Benjamin y Tia se ríen como respuesta; me uno a ellos mientras Emmett se marcha para buscar a Rosalie. Me resulta fácil llevarme bien con los dos miembros más jóvenes del aquelarre egipcio – probablemente porque existen algunas semejanzas entre Benjamin y yo. Ambos fuimos transformados a una edad relativamente temprana por un vampiro que se convirtió en la figura paterna de nuestra nueva existencia y ambos obtuvimos un poder que, con franqueza, a veces nos abruma.

Pero mientras que Carlisle me permitió crecer – habituarme a nuestro estilo de vida y desarrollar mi habilidad a mi propio ritmo – Amun ha presionado a Benjamin casi hasta el punto de arruinar su mente, decidido a a forjar un arma imbatible con su creación.

Yo creo que, en lo más profundo, el insensible vampiro árabe se preocupa por Benjamin pero no es el mismo tipo de vínculo que comparto con Carlisle. Aunque él me creó, Carlisle nunca me ha tratado como algo distinto a su propio hijo - un hijo muy querido, además – y siempre lo veré como a mi padre. Su ejemplo siempre será algo que continuaré esforzándome por alcanzar, especialmente ahora que me ha sido concedido el increíble don de un legado viviente en Renesmee.

Renesmee, Bella. Seguro que ya están en casa de Charlie.

Me llevaría menos de cinco minutos recorrer el tan trillado camino hasta la pequeña casa en el límite del bosque…

Sin ser consciente de ello, mis pies comienzan a moverse y aprieto la mandíbula, obligándome a ignorar la embriagadora idea de ver sus perfectos rostros antes de lo previsto – visualizando la expresión de sorpresa y después de alegría en los enormes ojos de Bella…la sonrisa deslumbrante y excitada de Renesmee al verme…

Basta. La reprimenda autoinfligida suena fuerte en mi cabeza, aclarando algo la bruma que mis deseos habían arrojado sobre mi sentido común. Estarán de vuelta esta noche.

Pero siento como si algo tirara débilmente de algún lugar en lo más profundo de mi ser – como si hubiera una cuerda invisible que me ata a Bella – y cuando se estira tanto, la inexorable atracción nos impulsa uno hacia el otro. Casi me destrozo en su agudo filo cuando huí de sus brazos, el único santuario real que he conocido, pensando que estaba en mi mano liberarla de todas las ataduras que la unían a mí.

Para mi eterna desgracia, la tortura de nuestra separación nos reclamó a ambos como a sus víctimas, dejando profundas cicatrices que sólo puedo rezar por que el tiempo cure del todo…aunque me alegra profundamente que el vínculo forjado entre su alma y la mía haya permanecido intacto.

Parece que mis tendencias masoquistas han decidido quedarse, después de todo.

Necesito encontrar algo que consiga distraerme – al menos, hasta que Carlisle vuelva de cazar con Esme.

No confiando en mí mismo para dedicarme a mi típico pasatiempo, porque estoy convencido de que, si empiezo a correr, seguiré el impulso de mi corazón hacia Bella, entablo conversación con varios invitados, repartidos por el área que rodea la casa.

Después de una charla muy reveladora con Siobhan sobre cómo se conocieron mi padre y ella, me fijo en una esbelta y familiar figura sentada en una rama a media altura de un olmo retorcido, las ondas rubio-rojizas de su cabello ondeando en torno a su cara y hombros.

Hubo un tiempo en que habría rehuido cualquier interacción a solas con Tanya pero ella siempre ha sido parte de la familia para mí y las punzadas de soledad que interrumpen sus pensamientos tocan una fibra en mi pecho.

Deteniéndome en la base del enorme tronco, le digo con una ligera sonrisa, “Está ocupado ese sitio?”

Sus ojos de color topacio me miran sorprendidos y luego brillan con un destello travieso. “Listo para algo de asesoramiento sobre relaciones íntimas, Edward?” pregunta, aludiendo a la pequeña charla que mantuvimos en la recepción de la boda. “Te garantizo que Bella y tú os beneficiaríais de la enseñanza.” Sus dientes relucen de forma poco natural en la débil luz mientras me sonríe, su mente llena, por un breve momento, de imágenes de un hombre y una mujer en posturas comprometidas; sin embargo, ella y yo somos conscientes de que su intento por impedirme el acceso a sus pensamientos durará muy poco.

Finjo no prestar atención de momento y me balanceo hasta una rama gruesa, situada a unos treinta centímetros por debajo y a la izquierda de donde se encuentra ella. “Creo que nos las hemos arreglado bastante bien nosotros solos, Tanya,” le contesto, provocándola fríamente y ella se ríe en voz baja, el sonido como de campanas casi desapareciendo en el viento.

Inclino la cabeza para mirar hacia ella, advirtiendo el dolor distante en su expresión. El que no haya necesidad de preámbulos dice mucho de nuestra camaradería de hace tanto tiempo. Simplemente digo en voz baja, “Cuánto hace que te sientes así?”

Tanya suspira. Sabía que me oirías tarde o temprano, se queja, las palabras teñidas de reprobación – pero está dirigida hacia ella, no hacia mí. En voz alta, murmura una vaga respuesta, “Un tiempo.”

Varias imágines cruzan volando su mente y yo me esfuerzo por determinar lo que tienen en común entre sí, con la esperanza de aliviar algo su tristeza. “Lo sabe Kate?” pregunto después de unos segundos. Había captado su rostro pálido y sonriente en la mayoría de las imágenes que llenaban la mente de Tanya.

“Crees que culpo a Kate?” replica bruscamente, sus ojos dorados ardiendo con indignación. “Te parezco tan mezquina como para hacer responsable a mi hermana de mi dolor? Si eso fuera cierto, te habría condenado a ti hace tiempo por todo lo que he soportado!” Ella aparta la mirada de mí, preocupada por que alguien más pueda oírla y deja escapar un suspiro tenso. Hace tiempo, continúa mentalmente, sus pensamientos más moderados que sus palabras, puede que hubiera querido culparte por cómo me siento, pero ya no soy esa mujer narcisista y locamente enamorada que pensaba que tú podrías ser lo que le faltaba.

“Tanya…”

Por favor, no me interrumpas. Necesito decirte esto. Ella espera a que yo acceda asintiendo con la cabeza antes de continuar. Parte de mi también quería echar parte de la culpa a tu Bella – cómo un encuentro con una tonta joven humana había cambiado enteramente tu comportamiento me asombraba y al mismo tiempo me hería – pero albergué esa idea durante menos tiempo aún que la de hacerte responsable a tí de mi dolor.

La seriedad en su mirada ensombrece las elegantes facciones de su rostro mientras comenta, he visto con mis propios ojos que tú y ella estáis hechos el uno para el otro y cualquier sentimiento que yo haya podido tener hacia ti palidece en comparación con la abrumadora pasión que Bella y tú compartís. Ella fuerza una sonrisa pero el gesto se pierde en el acceso de dolor que consume la expresión de su cara.

“Tanya,” intento de nuevo, con un nudo en la garganta que me hace difícil hablar, “No puedes rendirte. Aún hay esperanza para ti.”

Edward. Una especie de aceptación culpable impregna su voz mental. He vagado por este mundo durante un milenio. He vivido como yo he decidido, con mi madre y hermanas como compañía y cuando Sasha fue asesinada asumí el papel de cabeza de familia. Pero siempre he sentido este…dolor – una soledad que me atormenta y que incluso aquellos a los que más quiero no pueden llenar por completo. Y he comenzado a aceptar que siempre será así para mí; hasta el fin de los días o mi fin. Lo que que llegue antes. Se encoge de hombros despreocupadamente, intentando convencerme con su actitud indiferente y fallando miserablemente.

“Hay alguien para ti,” le contesto firmemente convencido. Nunca podría haber imaginado que yo le ofrecería esta clase de consuelo a Tanya, precisamente. “Mírame: me convencí a mí mismo de que no necesitaba a nadie cuando lo que hice durante todo ese tiempo fue acabar lentamente con lo que quedaba de mi humanidad y entonces, Isabella Swan irrumpió en mi existencia insensible y me hizo ver lo que siempre había estado buscando. Ella.”

Tanya permanece extrañamente callada por un momento, mirándome con una expresión indescifrable, reprimiendo sus pensamientos como susurros amortiguados apenas audibles. Después, por fin, su rosto se transforma y la mezcla de emociones que muestra me deja perplejo. El dolor sigue siendo lo prominente pero también hay destellos de exasperación, diversión, tolerancia y lo que podría casi ser definido como…lástima. Como es que tú, Edward Cullen – su tono es ligero por el humor, sus labios esbozando una pequeña sonrisa – te has convertido en un idealista?

“Mmm.” Algo sorprendido por su afirmación, y por el hecho de que coincido con ella, comento, “Supongo que es cierto. Pero qué tiene de malo desear lo mejor para cada miembro de mi familia?” La pregunta retórica permanece en el aire gélido durante varios segundos, cargado de docenas de implicaciones abstractas y percibo la incertidumbre de Tanya mientras reflexiona sobre la mejor manera de expresar su respuesta.

Me importas mucho, Edward, así que por favor no te tomes esto como un insulto, pero…La ira resplandece en sus iris ocres, sus labios apretados en una línea severa. Tú y yo no nos parecemos en nada. Respira profundamente mientras se calma el torbellino de su mente y continúa. Utilizas tu relación con Bella como un arquetipo del destino inevitable, cuando en realidad eres poco más que un crío en esta vida. He vivido durante más de diez siglos y medio sin una pareja. Tú soportas unos míseros noventa años de soledad y celibato auto impuesto antes de encontrar a tu mujer – tu otra mitad. Llevándose unos cuantos mechones perdidos detrás de la oreja, Tanya mumura mentalmente, Sé que tu intención es buena y quizás puedas entender hasta cierto punto lo que estoy sintiendo…pero debo pedirte que no trates de disminuir mi dolor con lugares comunes. Soy demasiado vieja para tolerar las contemplaciones.

Respetando su deseo, dejo sin decir lo que había pensado antes y en su lugar le pregunto, “Hay algo que pueda hacer?”

Puedo sentir el afecto en su voz cuando responde, “Que me hayas escuchado es suficiente.”

Ella se esfuerza por dejar a un lado su dolor personal, repitiéndose que es de poca importancia en las presentes circunstancias y, por cortesía, bloqueo sus pensamientos, dirigiendo mi mente hacia el exterior, con la esperanza de oír el regreso de Carlisle.

Un par de mentes aparecen en el límite de mi percepción un instante después; sin embargo, no es la pareja que había estado esperando. Una vez me concentro en el más reconocible de los dos, identifico fácilmente quién se aproxima y miro a Tanya con una ligera inquietud.

Antes de que pueda decir nada, una ráfaga de viento aúlla entre las ramas desnudas y Tanya dilata las ventanas nasales, detectando inmediatamente el aroma cítrico y especiado de su hermana. Kate, piensa de forma refleja. Entonces, para mi sorpresa, una amplia sonrisa traviesa aparece en sus labios. Tanya se pone de pie y cruza de puntillas varias ramas hasta que queda oculta a la vista por el enorme tronco del árbol. No te quedes ahí sentado! Me grita impaciente. Escóndete!

Obedezco, colándome rápidamente por entre una maraña de ramas más pequeñas hasta quedar oculto por el tronco, apoyándome en él y preguntándome al mismo tiempo cómo el estado de humor de mi prima podía pasar de la depresión a la euforia en un abrir y cerrar de ojos.

Un destello de oro brillante capta mi atención e inclino la cabeza, observando cómo Kate y su nuevo y casi constante acompañante Garrett, se acercan al límite del bosque. Tanya se ríe como loca por la anticipación, concentrándose para poder oír su conversación susurrada y yo me veo atrapado en su ridículo cotilleo. Como niños traviesos que espían a su hermana mayor, contenemos la respiración para permanecer completamente inmóviles y escuchar con atención.

“No entiendo cómo lo hacéis,” le dice Garrett a Kate, su voz llena de seria curiosidad. “Puedo olerlos ahí fuera,” levanta la barbilla y olisquea el aire una vez como para demostrar a lo que se refiere y después arruga la nariz ante el olor acre de la sangre animal “y debo decir que no parece demasiado apetecible.”

Kate escucha tan sólo a medias; la mayor parte de su atención está concentrada en el remoto golpeteo de pezuñas sobre el suelo helado y la dirección del aroma de la manada. “Es un gusto adquirido,” comenta ausente, dando un paso hacia delante cuando el ardor en su garganta comienza a crecer. Después se detiene bruscamente, mirándole por encima del hombro con una ceja enarcada, sus ojos oscuros desconcertados. “Qué vas a hacer?”

Él parpadea y después responde, “Qué vas a hacer ?”

“Estoy sedienta,” le dice muy despacio, como si le explicara algo a alguien increíblemente obtuso. “Voy a una caza rápida. Así que, a no ser que hayas cambiado de idea sobre la elección de tu dieta, hasta luego.”

De repente, se le ocurre una idea y Kate reprime una sonrisa. Enredándose un mechón de pelo rubio alrededor de un dedo, dice como si nada, “Es una pena, la verdad. Me hubiera gustado verte intentar abatir una manada entera de ciervos en cuatro minutos. Ése es mi récord personal.”

Es diabólica. Garrett se ha dado cuenta del jueguecito de Kate pero disfruta de la broma y de la competición demasiado como para echarse atrás. Además, rendirse no forma parte de su naturaleza. “Crees que no soy capaz?” la desafía, consiguiendo ocultar su sonrisa divertida.

Kate se pasa el cabello por encima del hombro. “Nunca he dicho eso. Sólo he dicho que podías intentarlo.” Ella permite que su sonrisa radiante conquiste la expresión inexpresiva de su rostro. “Pero hoy no,” dice en broma, burlándose de él con su mirada y comienza a moverse hacia los árboles. “Tengo demasiada sed. Sólo me estorbarías.”

De pronto, él está frente a ella, bloqueándole el paso. “Haré un trato contigo, Kate,” le ofrece Garrett. “Si te demuestro que puedo cazar a tu manera, entonces puedo ir contigo la próxima vez.” Él sonríe, sus ojos de color rubí centelleando con alegría y el creciente afecto por la luchadora rubia que le mira con el ceño fruncido.

“Y si no puedes?” pregunta Kate, apoyando las manos en las caderas.

“No cazaré a mi manera en quince días.” Ya lo he hecho antes, se dice a sí mismo, más preocupado de momento por cumplir esta tarea que por sufrir la sed durante dos semanas.

Kate contempla los términos de su acuerdo durante menos de medio minuto, “Trato hecho.” Extiende la mano derecha.

Él la coge, sus largos dedos envolviendo con sorprendente ternura su delicada mano y la estrecha una vez – pero no la suelta inmediatamente. Con el pulgar acaricia la suave piel de su muñeca, sosteniéndole la mirada sin parpadear, mientras susurra casi con voz ronca, “Estoy deseando superar tus expectativas, Katie.”

La expresión de ella se suaviza, la mirada ligeramente aturdida en sus ojos muy abiertos me recuerda a todas las veces que Bella me ha dicho que estaba deslumbrándola y entonces Kate aprieta los labios, enviando una mínima corriente eléctrica hacia la palma de su mano. Garrett se aparta instintivamente, moviendo los dedos. “Ya veremos,” le informa Kate fríamente y se lanza hacia el bosque cubierto de nieve sin darle oportunidad de contestar.

Él sacude la mano unas cuantas veces, riéndose entre dientes y se gira para volver a la casa, considerando seriamente la idea de hablar con alguno de los miembros de nuestra familia sobre nuestros métodos de caza.

Carmen tiene razón, reflexiona Tanya mientras da la vuelta al tronco del árbol para ver cómo se marcha Garrett. Es exactamente la clase de hombre que Kate necesita: valiente, aventurero y un poco imprudente. Se ríe, el sonido casi inaudible sobre las palabras que ella misma pronuncia en el recuerdo que aflora en su memoria. “Los Cullen ya está todos emparejados. Quizá sea nuestro turno, eh Kate?”

La comprensión aclara la neblina de mi mente. “Por eso estabas pensando antes en ella,” digo, entendiéndolo al fin. “Crees que Kate ha encontrado su pareja en Garrett.”

Y me alegro. Ella inclina la cabeza para mirarme de reojo, con un brazo en torno a una rama por encima de ella mientras se inclina sobre el suelo, sus rizos rubio-rojizos bailando desordenadamente en el aire helado. A mi hermana le deseo toda la felicidad y él parece un buen hombre. No como – ahoga ese pensamiento bruscamente, purgando todas las imágenes asociadas a la hermana cuyo nombre ella se niega a recordar.

“Es un buen hombre,” coincido, alejando la conversación de ese tema peligroso. “Por lo que he oído en su mente, tiene unos sólidos principios para ser un nómada y se podría convertir más que probablemente a nuestro estilo de vida para poder construir una relación con Kate.” Sentándome en una rama particularmente ancha, dejo los pies colgando mientras reflexiono en el giro del destino que ha reunido a dos personas, tan sólo por hacerles enfrentarse a una eventual aniquilación a manos del aquelarre más poderoso del mundo.

Y ya no pienso más en Kate y Garrett.

El perpetuo zumbido de pensamientos dentro de mi cabeza cambia de tono inesperadamente. Como si reconociera una melodía familiar sobre un clamor de ruido insignificante, mi consciencia se adhiere al instante a la bondadosa mente de mi padre. Él y Esme están a pocos kilómetros de casa y estarán aquí en menos de un minuto.

Bajo de un salto a una rama en forma de “Y” que está a pocos metros por debajo de mí, decidido a hablar con Carlisle antes de que se vea arrastrado a otra conversación y Tanya observa mis movimientos con velada curiosidad. “Si me disculpas, Tanya,” le digo cuando aterrizo al suelo sin esfuerzo, ligeramente acuclillado, irguiéndome después. “Tengo algunas cosas que quiero discutir con Carlisle.” Saludo con la mano hacia su figura inmóvil y me doy la vuelta, lanzándome a la carrera y cruzando el campo en unos segundos.

Cuando abro la puerta trasera, una intensa voz susurra en mi mente, No he perdido la esperanza, Edward.

Sonrío ligeramente para mis adentros, entrando en la casa casi al mismo tiempo que mis padres, sus brillantes ojos dorados mirándome con expresión expectante mientras me acerco. Después de unas breves palabras de bienvenida, le digo a Carlisle en voz baja, “Me gustaría hablar contigo.”

“Por supuesto,” accede enseguida. “Vamos a mi despacho?”

Asiento con la cabeza y me dirijo hacia las escaleras, rozando suavemente a Esme al pasar. Ella me toca la mejilla con la mano, contenta porque parezco menos preocupado por la ausencia de Bella y Renesmee que cuando ella se fue y me sonríe con cariño.

Tras subir las escaleras hasta el segundo piso, dejo que mi padre pase primero a su despacho y después cierro la puerta para aparentar cierta privacidad. Él camina hasta su escritorio, la brillante caoba enterrada bajo montañas de libros, periódicos y mapas de la península de Olimpia y siento en mí su mirada inquisitiva mientras cojo un montón de fotografías de la esquina derecha de la mesa, ojeándolas rápidamente.

“He estado pensando en la visión de Alice,” digo en voz baja. El dolor por su partida se ha apagado algo en la última semana; soy capaz de decir su nombre en voz alta sin tener que reprimir un estremecimiento. “Por norma, hay algunas cosas que no se pueden alterar en lo que ella vio y creo que uno de esos factores constantes es el lugar de encuentro con los Volturi.”

Sostengo una instantánea del lugar donde ya ha tenido lugar más de una batalla, su vegetación agreste hollada por mi familia, James y su aquelarre, los lobos y el ejército de neófitos e incluso varios miembros de la guardia Volturi.

Carlisle asiente lentamente y se cruza de brazos con expresión pensativa. “Está lo bastante lejos de Forks como para no llamar la atención,” murmura, “y ya que estamos familiarizados con el área, contamos con la ventaja de conocer la mejor forma de posicionarnos. Es un plan sensato, Edward, añade mentalmente.

“El truco está en saber en qué dirección vendrán.” Me inclino y aliso un mapa del bosque y la cordillera de Olimpia, el área en cuestión señalada por un círculo dibujado con subrayador amarillo. “Algunos detalles de la visión son esquemáticos pero parece que llegarán procedentes del Norte -” trazo una línea con la punta del índice, “- a través del estrecho de Juan de Fuca.”

“Mmm…Aro evitará en lo posible el contacto con los humanos y esa ruta le llevaría muy cerca de una de las ciudades de la costa,” discute Carlisle suavemente y después señala el mapa. “Cruzar el estrecho por aquí, cerca de la reserva Makah, les ayudaría a mantener el anonimato y les facilitaría un acceso más directo al bosque.”

“Pero entonces, en última instancia, entrarían en el campo desde el Oeste.”

“Sí. Pero es sólo una suposición.” Sonríe muy débilmente. “Una sospecha fundada.”

Canturreando afirmativamente, continúo estudiando el mapa con los ojos entrecerrados, utilizando mi memoria perfecta para visualizar el paisaje en mi mente. Tendremos que situar nuestro grupo de testigos como piezas en un tablero de ajedrez, literalmente. Con el deseo de parecer benévolos pero también la necesidad de posicionar a los jugadores clave en sitios estratégicos, no sea que el encuentro derive en una batalla.

Mi instinto protector estalla en llamas al considerar la idea de que Bella va directa a convertirse en el factor principal de nuestra estrategia defensiva – lo que, sin duda, le emocionará, ya que en Junio ya me advirtió de que la próxima vez que nos viéramos arrastrados a una contienda ella no se quedaría al margen.

No estoy seguro de que pueda hace mucho más que escudarme a mí y quizá a otro más sin poner a prueba su concentración, pero eso garantiza que ella permanecerá a mi lado indefinidamente a lo largo de la batalla, si es que llegamos a ese extremo…

Hijo. Una mano se apoya ligeramente en mi hombro y alzo la vista, sorprendido. Carlisle me mira profundamente a los ojos, el amor y la preocupación que impregnan sus pensamientos reflejados en sus iris dorados mientras me transmite, Antes de que nos centremos demasiado en la planificación, quiero que sepas que Esme me ha contado lo que has compartido con ella esta mañana. Estoy de acuerdo con el consejo que te ha dado y ambos deseamos respetar vuestra privacidad, ya que esto es realmente algo entre Bella y tú…Me aprieta el hombro brevemente. Pero recuerda que Esme y yo también estamos aquí si necesitas hablar.

“Gracias,” murmuro sinceramente. Antes de que nuestra familia se vea sumergida en la oscura ambigüedad del futuro, debo asegurarme de que le digo a este hombre – mi creador, mi mentor, mi padre y mi amigo – lo agradecido que le estoy y que hace décadas que debería haberle dicho que no lamentase nunca la decisión de haberme transformado. El extenuante y tedioso paso del tiempo, de cada momento, e incluso mi ataque de rebeldía, me han hecho ser quien soy y me han guiado hacia la única mujer capaz de insuflar vida en el pedazo de roca helada que una vez fue mi corazón.

Ajeno a mis reflexiones, Carlisle retira su mano y devuelve su atención al mapa, pensando en el terreno que tendrán que atravesar los Volturi y calculando un margen de tiempo aproximado. Ambos estudiamos detenidamente hasta la más mínima información a nuestro alcance, encerrados en el despacho durante horas y horas – hasta que, hacia la puesta de sol, él dobla el trozo de papel que tiene en las manos y lo deja sobre la mesa, un leve suspiro escapándose por sus labios. Hemos hecho suficiente por hoy, Edward. Además, es necesario que transmita a Siobhan y Amun el emplazamiento que hemos decidido. Se pone en pie, pasándose la mano distraídamente por el, habitualmente arreglado, cabello rubio y pregunta con cierta curiosidad, No debería Bella estar pronto de camino a casa?

“Me dijo que llegaría tarde.” Imitando lo que acaba de hacer, me paso la mano por el pelo alborotado, frunciendo un poco el ceño. Privado de cualquier otra distracción, todo mi ser comienza a ansiar la presencia de Bella, mis fibras nerviosas se estremecen por la anticipación, como un adicto desesperado por su siguiente dosis.

Como él me conoce tan bien, Carlisle percibe mi inquietud y ofrece, con voz extrañamente dudosa, Quizá deberías tocar algo en el piano. Siempre ha obrado milagros en el pasado con el ánimo de todos y estoy seguro de que tu madre agradecería escuchar tu música de nuevo.

Él abandona la habitación, dejándome inmóvil en la silla, perdido en mis sentimientos encontrados.

No he tocado las familiares teclas de marfil de mi piano desde hace más de una semana; de hecho, una parte de mí ha estado ignorando al reluciente instrumento de ébano cada vez que entraba en la casa, en un vano esfuerzo por evitar los recuerdos.

Uno en particular sale a la superficie, y en lugar de suprimirlo o huir de él, dejo que llene mi mente, reviviendo el momento con perfecta claridad.

Esme apoyaba las manos con ternura sobre mis hombros mientras yo trataba de componer, las emociones estallando en mi pecho y filtrándose por mi piel, dando forma a las notas como nunca había imaginado antes.

Sentía que llegaba una transición en la melodía pero no conseguía que lo que oía en mi cabeza cobrara vida a través de mis dedos en las teclas.

“Es precioso,” dijo Esme en voz baja, interrumpiendo mi creciente frustración. “Tiene nombre?”

“Todavía no,” le respondí. Aún sin ver su rostro, podía imaginar la sonrisa satisfecha que debía tener en los labios. Ella siempre había disfrutado mucho al oírme tocar yo había sido egoísta últimamente – permitiendo que mi depresión me alejara de todo lo que solía reconfortarme. Incluso mi familia.

Tragué contra el nudo de culpabilidad que sentía en la garganta y después respondí pensativo, “Es una…nana, creo.” Sí, una nana. Escrita para una joven exquisitamente hermosa, dormida en una pequeña cama, sus mejillas con un rubor rosado, su cabello esparcido en la almohada como gruesas cintas de seda…

“Una nana,” susurró Esme.

Entonces, Alice cruzó la habitación deslizándose sobre el suelo y se sentó a mi lado en el banco. Mientras yo tocaba, ella comenzó a cantar con una voz pura, creando un contrapunto que era hermoso pero no…encajaba…con la emoción de la pieza.

“Me gusta,” le aseguré. “Pero qué te parece esto?” Introduciendo la melodía que ella había creado una octava más baja, la composición se transformó, cobrando una atmósfera tierna y cálida y también una profundidad insondable en la reverencia que saturaba la resonancia de las notas graves.

Mi hermana comprendió entonces la esencia de la composición y adaptó su canción para seguir la melodía principal, dejando que ésta precediera al timbre musical de su voz. Mejor? gorjeó mentalmente.

“Sí,” le dije en voz baja, no queriendo afectar el fluir de la música con mis palabras. “Perfecto.”

Las manos de Esme me apretaron los hombros en señal de afecto, tan embelesada en la sencilla belleza de la nana como lo estábamos Alice y yo.

Entrecerré los ojos mientras sentía florecer el dolor en mi pecho al darme cuenta de que la imagen del ángel durmiente no podría, y no debería, cambiar. Ella era perfecta tal y como era y lo único que haría al entrelazar los hilos de mi mundo y el suyo sería ensuciar ese inocente esplendor con la oscuridad que imperaba en mi existencia carente de alma y la sangre que teñía mis dientes y mis manos.

Un ángel merecía mucho más que el amor de un monstruo.

La harmonía cambió, impregnando la música de tristeza y volviéndose más lenta, reflejando mi reticencia a dejar marchar el sueño insomne que atormentaba el vacío de mi corazón. Alice bajó el tono y su voz sonó como el sombrío doblar de las campanas de una iglesia, desvaneciéndose en los acordes finales cuando hice que la melodía llegara a su fin.

Dejé de tocar e incliné la cabeza, suplicante, cerrando los ojos. Aunque sabía que estaba mal pedir, ya que no merecía ninguna muestra de gracia divina, rogué en silencio a Dios que me concediera la oportunidad – tan solo un momento – de estrechar a Bella en mis brazos y expresarle mis sentimientos. Y juré que después, si ella huía de mí, como debería hacer… dejaría que ella se fuera.

Una mano comenzó a acariciarme el pelo y la voz de Esme resonó en mi mente. Todo va a ir bien, Edward, me tranquilizó maternalmente. Esto va a funcionar. Mereces ser feliz, hijo mío. El destino te lo debe.

Deseaba tan desesperadamente creerla – creer que podía encontrar la felicidad, experimentar la dicha del amor correspondido…pero la esperanza es un concepto que me es extraño.

La esperanza es para aquellos que aún son dignos de redención.

En cualquier caso, no deseaba preocupar por más tiempo a Esme con mi sombrío estado de ánimo, así que susurré débilmente, “Gracias.”

Alice me dio con el codo en el brazo, recordándome que contaba con todo su apoyo y su amistad inquebrantable y después Esme y ella pasaron a derramar algo de luz sobre mi dolor con sus muestras de cariño.

Pero los pedazos de mi inmóvil corazón – el trozo de piedra sin vida que había revivido al oír mi nombre susurrado en los labios de la única chica del mundo – siguieron palpitando de dolor y angustia.

Lentamente, resurjo del abrazo del recuerdo, sintiéndome más en paz conmigo mismo porque le he hecho frente sin dejarme abatir y el dolor se ha apagado.

Decidido, me levanto de la silla y salgo del despacho, siguiendo el pasillo hasta las escaleras. Mientras bajo los escalones, dejo que me inunde el murmullo constante de las diez mentes que ocupan la estancia principal de la casa. Carlisle me mira con aprobación desde la entrada del comedor, pero no aparto la mirada del piano situado cerca de la entrada principal.

Como si saludara a un viejo amigo, camino lentamente alrededor del hermoso instrumento, acariciando con los dedos las curvas brillantes de su silueta. Puedo oír la curiosidad esperanzada de Esme, mezclada con el interés en los pensamientos de Maggie mientras ella me observa desde su posición, acurrucada en el extremo más alejado del sofá, así como las preguntas que se forman en las mentes de los demás a lo largo de la enorme habitación.

Una vez he completado mi recorrido en torno al piano, me siento en el banco, respiro profundamente y después levanto la tapa que cubre el teclado. Hubo un tiempo en que el familiar patrón blanco y negro de las teclas fue mi solaz en lo que parecía iba a ser una eternidad vacía, llena de soledad. Componer música era una vía de escape para los mudos deseos que mantenía reprimidos en lo más profundo de mi mente y, durante casi ochenta años, la única pasión que sentí estuvo en el fluir de las notas que surgían bajo mis dedos.

Hasta aquella inolvidable, milagrosa mañana de domingo en que Bella se sentó junto a mí en este banco – el aroma a Fresia llenando mis pulmones y su calor irradiando mi coraza de granito – y yo toqué para ella la única pieza que había sentido realmente, porque mi inspiración había sido la absoluta perfección del ángel que me había concedido el don de tenerla en mis brazos mientras dormía la noche anterior.

Mis ojos se escapan hacia las ventanas, advirtiendo las débiles vetas de color rojo que tiñen el horizonte.

Bella. La añoro muchísimo.

Pero conozco un alivio temporal frente a la agonía de la espera y con una ligera media sonrisa, apoyo las manos en el teclado, flexionando los dedos automáticamente en la posición requerida.

Acorde a mis estado de ánimo, la melodía introductoria del “Ensueño” de Debussy comienza a surgir del piano – y mientras los acordes pasan suavemente en un segundo plano en la relajante melodía, Esme suspira complacida, con una amplia sonrisa en su rostro. Se sienta en el sofá junto a Maggie, envuelta en la airosa sensación, parecida a un trance, de las dramáticas notas.

Sumergiéndome en la música, dejo que mi mente consciente vague a la deriva, los pensamientos que inundan incesantemente mi cerebro reducidos al rítmico y distante batir de las olas contra la orilla del mar. Cuando se apagan los últimos acordes, aparece una nueva melodía en mi cabeza, evocando un desconocido nudo de emoción.

Cautivado, comienzo a escoger las notas en el teclado, repitiendo varias veces el patrón a distintos tempos, tratando de decidir cuál encaja en el tono general de la composición. Después añado unos cuantos acordes y un contraste harmónico que fluctúa entre una clave más alta y otra más baja, confiriendo a la pieza un matiz melancólico.

Pero, después de un tiempo, la música parece cobrar vida propia, obligándome a tejer una secuencia de notas más elaborada que se eleva y desciende por la escala, haciendo que resuene un profundo sentimiento de…esperanza.

Juego con esta última composición mientras el sol se esconde tras las montañas escarpadas cubiertas de nieve y el parpadeo de las primeras estrellas se asoma tímidamente entre las espesas nubes que cubren el cielo de color violeta. Entonces, el murmullo de fondo que resuena amortiguado en mis oídos, cambia de timbre. El suave ronroneo de un motor finamente puesto a punto y el ruido de unas ruedas girando en el suelo cubierto de nieve hacen que el corazón me dé un vuelco de alegría en el pecho y mis dedos balbucean infinitesimalmente sobre las teclas del piano.

Están en casa.

Para evitar salir corriendo directo hacia el garaje, toco fragmentos de distintas melodías, en una especie de aria distraída, prestando toda mi atención al Volvo, que se detiene apagando el motor. Una puerta se abre y, tan pronto como se cierra, empiezo a tocar la nana que compuse para Bella – mi forma de darle la bienvenida a casa.

No oigo la inconfundible mente de Jacob, así que supongo que se ha quedado en casa de Charlie, lo cual está bien. Sé lo nervioso que ha estado últimamente, rodeado de veintitantos vampiros y, teniendo en cuenta lo irritable que ha estuvo con Bella cuando se marcharon esta tarde, no le vendrá mal tomarse un respiro de nuestra compañía.

Con paso lento, casi el de un humano, cruza el claro hasta la entrada trasera de la casa. Un par de invitados le saludan en susurros y percibo en sus mentes que Renesmee está profundamente dormida en los brazos de su madre, el rápido aleteo de su pulso más pausado de lo normal.

Bella abre la puerta, nuestra hija acurrucada en su pecho, y yo le ofrezco una sonrisa torcida mientras sigo tocando cuando, en realidad, lo que quiero es estrecharlas en mis brazos. “Bienvenidas a casa,” digo con efusividad.

Ella camina hasta quedar de pie junto al banco y respiro entusiasmado el aire que ahora está perfumado con su dulce fragancia, absorbiendo cada detalle de ella como si hubiera estado fuera durante días en lugar de horas. Es entonces cuando advierto que el brillo que suele iluminar sus ojos de color fuego se ha apagado y en su expresión serena hay matiz de tensión, como si estuviera esforzándose por controlarse.

Ha sucedido algo con su padre? Pero esta mañana, al teléfono, parecía tan ilusionado ante la perspectiva de verla a ella y a Renesmee…

Mantengo mi sonrisa en su sitio, pero mis ojos estudian su rostro con atención mientras le pregunto, con el más leve rastro de preocupación en la voz, “Lo habéis pasado bien con Charlie hoy?”

“Sí,” responde y aparece una expresión avergonzada en su rostro. Pero sus ojos siguen desprovistos de su familiar luz. “Siento haber estado tanto tiempo fuera. Salí a hacer algunas compras de Navidad para Renesmee.” Frunce ligeramente el ceño, arrugando la piel de alabastro de su frente. “Sé que no va a ser una gran celebración, pero…” Se interrumpe encogiéndose de hombros.

Cuánto desearía saber lo que la está alterando. Puede que le preocupe no celebrar nuestra primera Navidad como marido y mujer y también la primera de Renesmee? Eso no parece propio de Bella; no es probable que una mujer que apenas puede tolerar recibir regalos de cualquier clase pida una Navidad tradicional, a no ser que lo haga por nuestra hija. Si eso es lo que desea, será sencillo hacer los preparativos apropiados.

Con el ceño fruncido, levanto las manos del piano y me giro en el banco para quedar frente a ella. Entonces, apoyo una mano en su cintura, la esbelta curva encajando en mi mano casi exactamente, y la atraigo hacia mí con suavidad. Ella avanza hasta el espacio entre mis rodillas, inclinando la barbilla para mirarme a los ojos y yo llevo hacia atrás la cabeza, escudriñando cada movimiento en su rostro. “No había pensado en eso,” admito. Pero quizá ella sí, así que empiezo a sugerir, “Si quieres que lo celebremos…”

“No,” me interrumpe precipitadamente con un breve destello de pánico haciéndole abrir mucho los ojos. “Es sólo que no quería dejarlo pasar sin regalarle algo.”

Levanto las cejas y pregunto en voz baja, “Puedo verlo?”

“Si quieres,” susurra, intentando aparentar indiferencia hacia un regalo que ella obviamente ha elegido con el propósito de obsequiar a Renesmee y yo disimulo una sonrisa. “Es sólo una tontería.”

Bella abre la pequeña bolsa que sujeta bajo el brazo y saca otra de terciopelo rojo atada con un cordón dorado. “Me llamó la atención en el escaparate de una tienda de antigüedades al pasar con el coche,” explica. Su voz sigue sonando indiferente.

Extiendo la mano mientras ella desata el cordón e inclina la bolsita hacia abajo sobre mi palma. Un medallón dorado con una fina cadena brillante se desliza en ella. El frente está adornado con un elegante dibujo de una vid, grabada a lo largo del borde de toda la circunferencia.

Sintiendo curiosidad por ver si ya ha puesto algo en su interior, lo abro con cuidado y examino ambas mitades. Un lado está vacío – con espacio para una fotografía diminuta – y la otra tiene una inscripción en letra cursiva, las palabras escritas en francés, “Plus que ma prope vie.”

Un escalofrío me recorre la espalda. Mantengo la vista clavada en las minúsculas letras mientras un gélido presentimiento se cuela en mi cerebro, despertando toda mi ansiedad de antes en cuanto a mis sospechas sobre el reciente comportamiento de Bella.

Cojo aire en silencio, obligándome con gran esfuerzo a no reaccionar exageradamente ni sacar conclusiones precipitadas. Tal vez ella no haya preguntado el significado de la inscripción. Tal vez sea sólo una coincidencia.

Una parte de mí se burla de mi ingenuidad.

Con expresión grave, trazo con el dedo el borde exterior del medallón y le pregunto, “Sabes lo que significa?”

Ella baja la voz, imitándome, y puedo sentir sus ojos en mi cabeza inclinada cuando contesta, “El dependiente me dijo que quería decir algo así como “más que a mi propia vida.” Siento una aguda punzada en el corazón. Por supuesto que sabe el significado de las palabras; debe ser una de las razones por las que lo ha comprado, para empezar. “Es así?” añade Bella vacilante.

“Sí, te lo ha dicho bien,” le respondo con un hilo de voz, mis sentimientos en un torbellino y en mi cabeza, un caótico revuelo de preguntas, preocupaciones y promesas.

Desesperado por obtener algún tipo de respuesta – algún indicio de cuál es la carga que está soportando ella sola – levanto rápidamente la cabeza y le miro intensamente a los ojos, sondeando sus profundidades en busca de los secretos que encierra su mente.

Durante lo que parece una sucesión infinita de segundos nos sostenemos la mirada y, una vez atravieso la fachada finamente tallada de Bella, la fuerza insoportable de su dolor amenaza con aplastarme. No tengo a mi hermano para servirme de su talento pero resulta inconfundible la absoluta devastación que acecha en las sombras detrás de su mirada.

Sólo he visto esta emoción en sus ojos una vez: aquel aciago día de Septiembre cuando pronuncié la blasfemia más abyecta que este mundo ha conocido.

Pero, bajo la desesperación, se esconde una bien conocida opacidad en la mirada de Bella – un muro impenetrable que yo he llegado a asociar a su habilidad innata de guardar cualquier secreto que ella no quiera que sea revelado.

Ese muro había desaparecido casi por completo cuando nos casamos; regresó la mañana en que Alice y Jasper se fueron y, desde entonces, se había levantado en alunas ocasiones, especialmente cuando se habla de la visión de Alice o nuestros preparativos ante la llegada de los Volturi.

Esme me ha aconsejado que confíe en Bella, que le demuestre la misma clase de fe que ella ha tenido en mí en innumerables ocasiones y yo deseo con todas mis fuerzas ser capaz de hacerlo…pero aún así, mi misma naturaleza se rebela ante la idea de ser yo el protegido, en lugar de defender el núcleo de mi existencia, como he hecho desde el principio.

Casi puedo apreciar la ironía de mi razonamiento.

Le he confiado mi vida, mi corazón y mi propia alma a esta mujer a la que juré, ante mortales e inmortales – e incluso ante el mismo Dios -, amar y honrar durante toda la eternidad y con cuyo incipiente talento he contado estos días para que me escude frente a múltiples ataques mentales.

Y a pesar de todo eso, no puedo confiar en ella en este único pensamiento secreto? Es la omnisciencia una cualidad que me debería esforzar por conseguir o por evitar?

Omnisciencia…Ese término despierta una advertencia en el fondo de mi mente, aunque no llego a identificar la razón. Es como si faltara otra palabra.

Omnisciencia, omnisciencia

Virtual omnisciencia.

Aro.

Si él me toca, conocerá no sólo mis pensamientos, sino todos los que yo haya oído alguna vez.

Bella podría estar ocultándome algo por miedo a que, a través de mí, Aro pudiera saber su secreto?

No puedes confiar en que tal vez, sólo tal vez, ella guarda un secreto porque intenta protegerte a ti y a Renesmee?

Me adentro aún más en los ojos de Bella, del color de la puesta de sol, rogándole en silencio que me dé alguna señal que confirme o deniegue mi sospecha. Ella retrocede de inmediato ante la intensidad de mi mirada, parpadeando una vez antes de volver su atención hacia la televisión, fingiendo interés en la película que tiene a Emmett riéndose histéricamente, tumbado en el sofá. “Espero que le guste,” masculla Bella y su labio inferior se contrae, como si estuviera reprimiendo el deseo de mordérselo.

En ese instante, tomo mi decisión. Con la mirada fija en su perfil, me juro a mí mismo y a ella que nunca le pediré una explicación, no importa lo que ocurra. Bella me lo contará a su debido tiempo. Confío en ti, mi amor, le digo en mi mente. Después comento en voz alta, con voz alegre y despreocupada, “Claro que sí.”

Su mirada vuela hacia mí, evaluando mi expresión comedida, y mientras nos estudiamos el uno al otro durante una fracción de segundo, se forja entre nosotros una especie de pacto sin palabras. Estoy seguro de que ahora ella es consciente de que yo sé que me está ocultando algo y de que no tengo idea de lo que puede ser – pero tampoco intención de preguntar. El poder de esa revelación le pertenece a Bella y sólo a ella.

De pronto, siento la apremiante necesidad de llevar a mi mujer y a mi hija al santuario de la cabaña – de ver a Renesmee arropada bajo una suave manta, segura y profundamente dormida en su cuna – de sentir a Bella entre mis brazos, tumbados en la cama.

Me pongo en pie y le paso un brazo por los hombros a Bella, apoyando la cara en su cabello mientras le digo con ternura, “Llevémosla a casa.”

Espero que Bella avance conmigo, pero en vez de eso se queda atrás, mordiéndose el labio indecisa. “Qué?” pregunto, aunque suena más como una exigencia. El lado egoísta y posesivo de mi personalidad comienza a pugnar por imponerse. He estado separado de mi mujer durante casi doce horas y no sacrificaré más tiempo con ella.

Ella se mueve inquieta; mis dedos se curvan instintivamente en torno a la curva de su hombro. Afligida, confiesa en un susurro, “Quería practicar un poco con Emmett…”

Mi hermano se anima, inclinándose hacia atrás para mirarnos por encima de la melena rubia de Rosalie con una gran sonrisa. Me gusta el plan. De todas formas, me muero de aburrimiento. Apenas consigo reprimir el rugido que vibra en mi pecho mientras escucho sus impacientes pensamientos. “Excelente,” proclama con su habitual entusiasmo hacia todo lo destructivo. “El bosque necesita una tala.” Le lanzo una mirada fulminante. Hey, se opone relajadamente, ella es la que lo ha propuesto. Yo sólo le he tomado la palabra.

Aún con el ceño fruncido, me vuelvo hacia Bella. Ella parece desconcertada por mi actitud y me mira con los ojos muy abiertos. “Hay tiempo de sobra para eso mañana,” declaro con firmeza e intento conducirla hacia la puerta.

Su expresión se transforma, con una mirada devastadora que rivalizaría con la de cualquier adolescente desafiante. Es absolutamente adorable y aprieto los labios formando una línea rígida intentando reprimir una sonrisa. “No seas ridículo,” dice irritada, “ya no queda tiempo de sobra para nada.” Su boca empieza a formar ese mohín increíblemente tentador, su labio inferior sobresaliendo un poco y la barbilla inclinada hacia arriba y yo reprimo otro gruñido –exasperado y a la vez atraído por ella. “Ese concepto no existe,” continúa, las ventanas nasales dilatadas mientras se prepara para una discusión. “Tengo un montón de cosas que aprender y…”

Me inclino hacia ella hasta que nuestros rostros están a centímetros de distancia, interrumpiéndola a mitad de frase, “Mañana.”

Emmett empieza a protestar mentalmente y yo giro la cabeza hacia él entrecerrando los ojos mientras un gruñido brota de mi garganta. Sus ojos de color topacio se abren amucho ante mi mirada hostil. Vale…Levanta las manos – una agarrando el mando de la televisión, por supuesto – rindiéndose en broma. Nada de practicar esta noche. Lo pillo. No te pongas así. Poniendo los ojos en blanco, relajo los músculos de los brazos, que tenía en tensión. Emmett lo advierte y aprovecha la oportunidad para meter una pulla. Ahora, largo de aquí. Levanta una ceja, sonriendo con aire pillo. A ver si Bella consigue relajarte un poco.

“Estás peligrosamente cerca de romper tu parte del trato, Emmett,” le advierto, abriendo la puerta principal. Bella me mira primero a mí y después a mi hermano, mientras Rosalie suspira molesta, aunque hace tiempo que está acostumbrada a las conversaciones a medias que mantengo con otros miembros de nuestra familia.

Uh-uh. Sacude la cabeza, sonriendo como un niño travieso. Bella me dijo que no me estaba permitido hacer ningún comentario sobre vuestra vida sexual. Ella nunca puso restricciones a lo que puedo pensar, o escribir, o mandar por mensaje…

Si alguien puede encontrar un cabo suelto en las normas, ése es Emmett.

Suspirando con resignación, conduzco a una Bella llena de reservas hacia afuera, mi brazo aún rodeando estrechamente su esbelto cuerpo, y juntos nos dirigimos hacia el brillante bosque helado.

Mientras caminamos, nuestros pasos tan ligeros y rápidos que apenas dejan huellas visibles en el espeso manto de nieve, me inclino y le beso en la cabeza. “Te he echado de menos hoy,” le digo con absoluta sinceridad, acariciando con mis labios su piel.

Ella inclina la cabeza en mi hombro y Renesmee se mueve un poco en sus brazos, mientras unos suaves ronquidos se escapan de su boca abierta. “Yo también a tí,” responde con dulzura. Después gira la cabeza hacia mí y me besa delicadamente en el hueco entre mis clavículas.

Menos de un minuto después, estamos al abrigo de las reconfortantes paredes de la cabaña. Bella se desliza por el pasillo para meter a Renesmee en la cama y yo permanezco en el umbral en sombras de la habitación de la pequeña, observando lleno de amor cómo Bella estira la manta que envuelve su cuerpecito y le retira con una caricia los rizos enmarañados de la cara, llena de paz.

Cuando ella levanta la mirada y me ve apoyado en el marco de la puerta, el amor en sus ojos cambia, haciéndose más fiero y abrasándome en todo el cuerpo. Extiendo los brazos en una invitación muda y ella se acomoda entre ellos, buscando hambrienta con sus labios los míos.

Nos caemos hacia atrás contra la pared, cerrando la puerta de Renesmee y la nuestra en el proceso, y nos derrumbamos en la cama, reencontrándonos con el aroma y el sabor del otro. Enredo los dedos en su oscuro cabello, dejando un rastro de fervientes besos a lo largo de su mandíbula, de la sien a la barbilla y hacia abajo, siguiendo la curva de su cuello.

Ella deja escapar un gemido casi frustrado y me tira del pelo, urgiéndome a que vuelva a sus labios. Sonriendo contra la deliciosa piel de su garganta, empiezo a seguir el grácil trazo de su clavícula con la boca y después me muevo hacia abajo, siguiendo la suave pendiente de su esternón.

Un suave rugido reverbera en el aire. De pronto, Bella enreda las extremidades a mi alrededor y nos hace girar, aprisionándome bajo su cuerpo. Pero con las prisas, calcula mal la distancia al borde de la cama y nos estrellamos contra el suelo con un ruido seco.

Sobre un montón de ropa hecha girones, nos entregamos el uno al otro, adentrándonos temporalmente en otro mundo, en el que no existe nada más que nosotros dos y nuestro amor.

Una vez hemos saciado el intenso deseo, permanecemos tumbados, estudiando nuestros rostros, nuestros cuerpos entrelazados como si estuvieran hechos para existir como uno solo. Después de disfrutar un momento de la sonrisa dulce y satisfecha en los labios de Bella, le cojo de las manos, dejándolas entre nosotros.

Sosteniéndolas entre las mías, sus manos pequeñas y de apariencia engañosamente frágil, contemplo sus iris rojo anaranjados y le ofrezco una sonrisa torcida, “Éstas son unas manos muy hermosas.”

Ella se ríe y el sonido es más exquisito que la sinfonía de cualquier maestro. Sin inmutarme, continúo en un leve susurro, “Lo digo en serio.” Le doy la vuelta a su mano izquierda y dibujo con la yema del dedo las líneas de la palma, deteniéndome varias veces en la base de su anillo. “Cuando nos sentábamos juntos en Biología, solía mirar tus manos – tan sólo para saber que seguías ahí, porque temía mirarte a los ojos.”

Había sido un tonto egocéntrico, pensando que podría evitar el destino a base de fuerza de voluntad, negándome a mí mismo un destello de su rostro a través de mis propios ojos en lugar de utilizar los pensamientos de otros como fuente.

Me viene a la mente un recuerdo: las manos pálidas y suaves de Bella agarrando con fuerza una botella de plástico de limonada mientras ella me mira fijamente desde el otro lado de la mesa de la cafetería, su voz suave temblando ligeramente al preguntar, “Eres peligroso?”

Mi sonrisa se ilumina con entusiasmo. “Quiero enseñarte algo,” le digo, poniéndome en pie de un salto y ella, confundida, me sigue con la mirada mientras salgo disparado hacia el armario. Abro un cajón y saco un trozo doblado de tela de color azul zafiro y vuelvo corriendo a su lado. Ella se sienta lentamente mientras yo desenvuelvo el recuerdo con cuidado y después le cojo la mano y lo coloco en ella suavemente.

Ella lo mira con expresión incrédula durante unos segundos. “Es un…” Sus ojos vuelan hacia arriba hasta encontrarse con los míos, “…tapón de botella,” vacila.

“Sí,” asiento con la cabeza. Probablemente no lo recuerde; sus recuerdos humanos son mucho más vagos de lo que está acostumbrada a procesar su nueva mente. Incluso entonces fue un detalle sin importancia – puede que ella olvidara lo que sucedió en aquel momento.

Bella levanta las cejas, esperando una explicación. “No capto la idea,” admite finalmente. “Por qué conservas un tapón de plástico?”

Le sostengo la mirada en silencio brevemente, antes de contestar en voz baja, “Porque era tuyo.”

“Mío?” parpadea, sorprendida.

Con voz serena y llena de ternura, le pregunto mientras vuelvo a cogerle de las manos, “Recuerdas la primera vez que nos sentamos juntos a la hora de la comida?”

Ella frunce ligeramente el ceño mientras se concentra y después declara casi obstinadamente, “Sí.”

Con una pequeña sonrisa y acariciando con los pulgares el interior de sus delgadas muñecas, le digo, “Lo que hablamos aquel día…fue una de las conversaciones más importantes que hemos tenido nunca. Pero más que eso, fue el día en que decidí que no podía permanecer por más tiempo lejos de ti.” Bajo la mirada hasta el tapón de plástico amarillo que descansa en su mano y susurro, “Me dijiste sí tres veces – cuando te pedí que fueras a Seattle conmigo, cuando viniste hasta mi mesa en la cafetería y cuando te sentaste en ella frente a mí. No quería acordarme sólo de ese momento, sino tener un recuerdo tangible de lo que yo deseaba. Y deseaba mucho más que tu sangre.” Termino mi explicación con un hilo de voz. Bella percibe mi torbellino de emociones y suelta la mano que tiene libre, para acariciar suavemente mi antebrazo arriba y abajo, calmándome con su tacto.

“Deseaba ser digno de tu confianza,” le digo con voz agitada, levantando la vista de nuestras manos entrelazadas hasta su rostro, “Confianza que tú depositaste en mí sin dudarlo por un momento, a pesar de que no te merecía.” Y cómo me iba a frustrar eso, pienso irónicamente. La comisura de mis labios se inclina hacia arriba mientras termino, “Así que conservo este tapón como un recuerdo de tu confianza en mí. Ahora:” empujo con suavidad su mano, y el tapón de botella, hacia ella, sonriendo ante su mirada atónita, “es un símbolo de mi confianza en ti.”

Ella comienza a decir algo tropezándose con las palabras; apoyo dos dedos sobre sus labios, silenciando su intento por responder. “Bella,” acaricio su nombre con la lengua, “confío en ti con mi corazón, mi vida y mi alma. Con todo lo que soy.” Aparto mis manos de las suyas para enmarcar su rostro con ellas inclinándome hacia delante, hasta que mi universo entero está solo en sus ojos. “Y confío en ti cuando dices que no nos separaremos nunca,” le confieso con voz ronca, ahogada por la emoción. “Que no importa lo que ocurra aquí, siempre estarás conmigo. Para siempre.”

Su respiración se agita y sus labios llenos tiemblan mientras murmura mi nombre como una ferviente oración. Entonces, ella cubre mi cuerpo con el suyo y sus besos apasionados tienen el sabor de la alegría más dulce y el dolor más amargo.

Aferrándome a ella como si nos hubiéramos fundido en un solo cuerpo, destierro de mi cabeza cualquier pensamiento sobre el secreto que guarda en su silenciosa mente. Ya no importa. Y en su lugar, haré todo lo posible esta noche, y el resto de la eternidad, por hacerla feliz.

Y con nuestras almas unidas tan plenamente como nuestros cuerpos entrelazados, siento sus labios en mi oído mientras su voz sin aliento susurra las dos palabras que se han convertido en el pilar de mi existencia. Dos palabras que me llenan con la esperanza del paraíso.

“Te quiero.”

Capítulo 16

4 comentarios:

  1. por diooos¡¡¡¡
    para cuando el siguiente????
    entro todos los dias y nada

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  2. Perdon, perdon, de verdad que perdon...este mes el trabajo me ha dejado sin tiempo para otra cosa que actualizar minimante el blog y a base de perder horas de sueño. Llevaré como la mitad del capítulo hecho. En cuanto tenga una fecha segura la planto en el calendario. De verdad que no me olvido ni pretendo dejarlo, es sólo que no me da la vida.

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  3. Te entiendo que hay mucho trabajo, asi estamos muchos... pero en la primera oportunidad lo esperamos..jiji me encanta tu blog lo encontre de chiripa y me encanto.. gracias por todo el esfuerzo...
    atte mely

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  4. Se que esás muy liada con el trabaja, pero se nos está haciendo eterna la espera para el próximo capítulo

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